lunes, mayo 13, 2024

1970: Mi segunda prisión en Barahona

Una mañana de escolaridad, los exámenes finales en el cuarto teórico del liceo Secundario Federico Henríquez y Carvajal de la ciudad de Barahona, cuando el periodista Osvaldo Santana, que servía para Radio Mil Informando y para el Listín Diario desde el municipio de Tamayo, nos envía a decir al aula que bajara, porque debíamos cubrir las incidencias de la causa que se le seguía a un grupo de jóvenes presos políticos.

Estos jóvenes fueron llevados desde la cárcel Enriquillo de la Policía en Barahona, fuertemente custodiados, hasta el Palacio de justicia de esa ciudad.

Una vez nos apersonamos en la puerta de la sala de audiencia del Palacio de Justicia, allí estaban los presidiarios, incluyendo al imputado Sócrates Pichardo (El Estudiante), el cual percibí que le hizo una seña a unos de los policías que los custodiaba.

Una vez terminada la audiencia a los imputados, Osvaldo Santana y yo salimos del Palacio de Justicia, y un  policía uniformado y portando una arma larga, nos intercepta y nos advierte: “No se muevan, están presos, manos arriba”.

A sabiendas del peligro que entraña yo caer preso, le inquiría con autoridad que quién ordenó nuestro apresamiento, si somos periodistas. Uno de los policías dijo: “el fiscal Rafael Dotel”.

Le inquirí, pues, búsquenlo. No sé quién de los curiosos que presenciaba nuestro apresamiento, ya encañonados como estábamos, fue y buscó al magistrado, quien llegó inmediatamente, y nos dijo: “vayan presos que no va a pasar nada, pero usted, señalándonos, tiene orden de prisión, pero no va a pasar nada, vayan presos, que allá los sueltan”.

No creí en esa promesa y le dije a mi colega Santana: “-Prepárate, que yo le voy a brincar al cuello y lo voy a desarmar”. Osvaldo me dijo: “-No te atrevas, que yo lo vi que sobó la ametralladora antes de acercársenos. Él está “sobao” y nos va a ametrallar”.

Aunque yo insistía en la acción, Osvaldo, fríamente, me convenció de ir presos.

En el trayecto desde el Palacio de Justicia hasta el cuartel, presentía que el policía nos iba a disparar por la espalda.

No ocurrió así, y llegamos al cuartel policial, donde nos esperaban. Mandaron a buscar al coronel Paulino Reyes de León, quien se presentó a la casa de guardia del funesto Servicio Secreto, y señalando a Osvaldo le dijo: “Usted puede marcharse, no tenemos nada contra usted, es con este comunista que lo estamos buscando hace mucho tiempo, ha dado mucho trabajo apresarlo, pero ya lo tenemos en nuestras manos, no te apure, hablamos ahorita”.

“Haga lo que usted crea, yo no tengo miedo”, respondí. 

-No te apures, hablamos ahorita”.

-Sentí que pretendía intimidarme.

Bajo protesta, el colega Santana, quien se negaba a dejarme preso solo, tuvo que marcharse y a pocos minutos, transmitió por Radio Mil Informando de nuestro apresamiento, y advertía sobre el temor que podrían golpearme o que nuestra vida corría peligro.

Esta noticia provocó alarma, y los demás medios de comunicación se hicieron eco de la información de nuestro apresamiento, incluyendo los diarios nacionales, escritos y de televisión.

En unas dos horas, volvió el alto oficial comandante Reyes de León, acompañado del capitán Ángel Almonte.

Colocado de frente a los altos oficiales, un cuarteto de agentes del Servicio Secreto, compuesto por afamados criminales, un tal Pantaleón, Cáscara Amarga, Zenón, Cabo Diente, entre otros, con chuchos de alambre entrelazados, macanas de gomas y otros objetos de tortura.

Persuadido de que si me golpeaban iba a morir, di la espalda a los oficiales, y estos me inquirían: “póngase de frente”. Yo seguía, y me volteé de nuevo y les dije: “me pueden golpear, pero el que me pone la mano que se vaya de Barahona”.

Esta expresión indignó a los oficiales e inmediatamente reaccionaron insultándome y acusándome de comunista, y le contestaba que “soy periodista.” “-Comunista, qué periodista, maldito comunista”, me respondían.

Mientras nos interrogaban, más las noticias que llegaban de los medios de comunicación que estaban “calientes con el apresamiento de Pineda, el comandante Reyes de León dijo a los subalternos que estaban preparados para golpearnos: “váyanse a sus puestos, nosotros seguimos con el interrogándolo, rápido, váyanse”.

En medio de los interrogatorios, al parecer algunas personalidades de Barahona, incluyendo el Cura Párroco de la Iglesia de Cristo Rey, el Padre Camilo, llamaron para saber sobre nuestro apresamiento.

El alto oficial policial solo le decía: “-no padre, a este comunista lo estamos interrogando, pero no le hemos dado golpes. Eso es mentira, confíe que no será maltratado, pero este es un hombre peligroso”.

Concluyó esa llamada y siguieron los interrogatorios, donde nos preguntaban una serie de hechos de sangre ocurridos en Barahona, Tamayo, y otros puntos de la región, que supuestamente yo había planificado.

“Oye lo que te voy a decir, maldito comunista, tú ves ese El Estudiante”, se refería a Sócrates Pichardo, ese lo tenía yo y todos los días a las siete de la noche venia y nos informaba todo lo que ustedes planifican contra nosotros y lo que hacen los grupos de izquierda”, me dijo.

En medio de ese interrogatorio hubo una llamada que vendría a modificar el curso del interrogatorio. Se trataba del director del Listín Diario, Don Rafael Herrera, a cuyo medio yo le servía como corresponsal en Barahona.

Solo escuchaba decir: “oooh, Don Rafael, qué honor hablar con usted, pero no, a ese periodista no se le ha puesto la mano, como siempre”.

 Mientras discutíamos nos preguntaban por varios hechos de tiroteos en el liceo y en los barrios de Barahona, así sobre la posesión de unas armas que supuestamente teníamos escondidas, pero además, nos preguntaban por los nombres del liderazgo estudiantil, algunas muertes sucedidas en esa ciudad, en fin, una serie de delitos de los cuales no sabíamos.

Nos confundían como miembro del MPD. Al parecer, el poco conocimiento los llevaba a ligar todo y entendían que la Línea Roja del 14 de Junio a la que pertenecíamos como secretario general de la Unión de Estudiante Revolucionario (UER), era igual al MPD y el Frente Estudiantil Flavio Suero (FEFLAS).

Sócrates Pichardo (El Estudiante), este joven quien “apareció” en Barahona alegando que huía de la capital como miembro del MPD, ese partido, sin conocerlo, lo asimiló en sus filas. 

Este joven hizo buenas relaciones con la dirección del MPD en Barahona y logró ganarse la confianza, a tal punto que cuando se iba a realizar un acto, tales como “tumbes de mano (asalto), quema de gomas, colocación de afiches y letreros contra el gobierno de Joaquín Balaguer, era el primer en ofrecerse. Así lograron conocer los secretos del MPD y de otros grupos de izquierda en esa ciudad sureña.

La Policía local logró infiltrarlo como “agente” encubierto en la izquierda y estar informado de todas las actividades en el movimiento estudiantil y en el MPD en esa ciudad.

La Policía Nacional, y su comandante local, el coronel Paulino Reyes de León, al no poder darme muerte en las calles o en allanamientos, decidieron someterme a la justicia con un listado de falsas acusaciones, entre ellas, varios crímenes que no había cometido.

En conclusión, la dirección del Listín Diario nos pagó tres de los mejores abogados de Barahona. Son ellos los doctores, Berto Batista, Manuel González y Milcíades Tejeda (fallecido).

Permanecimos cinco a seis meses presos entre citaciones y reenvíos de la justicia. En todo ese tramo, nuestro caso se mantuvo en la palestra, con el incesante concurso de Osvaldo Santana.

Nuestra familia decidió hacer un comunicado, siempre acompañada por Osvaldo, que tuvo incidencia en la dirección del Listín Diario, y Don Rafael Herrera se hizo eco en dos editoriales que fueron suficientes para influir para que nos dieran la libertad bajo fianza, hasta la fecha.

En ese comunicad, redactado por mí desde la cárcel, citaba que la mayoría de los hechos que me imputaba la PN eran falsos, pero, además, que había un plan para asesinarme cuando nos sacaban a hacer trabajos públicos en una base militar, sin estar condenado.

Recuerdo que mis compañeros de prisión planearon una fuga mientras íbamos a esos trabajos y fue la segunda vez que me opuse y frustré esos aprestos.
Al final, luego de esos editoriales del Listín Diario, recobramos nuestra libertad.

1 COMENTARIO

  1. Hay veces que rayamos en la ignorancia por falta de información pero es bueno saber el acontecer de los hechos que hoy son historia para no volverlo a cometer esos mismo errores abajo la oprecion

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