Por Federico Pinales
En artículos anteriores he hablado mucho de los “masculinicidios”, de los “niñicidios” y los “viejicidios”, sin ofrecer muchos detalles, pero en esta entrega deseo ampliar un poco más, en el interés de llamar a la atención sobre tres crímenes muy frecuentes, pero poco denunciados por lo difícil de probar.
Me refiero a los crímenes no violentos, que cometen algunos familiares contra niños y ancianos, aprovechando sus altos niveles de vulnerabilidad.
También los que cometen algunas mujeres directamente, envenenando a los maridos poco a poco, aplicándoles pequeñas porciones de veneno en el café y otros tipos de bebidas preferidas por las víctimas.
En el año 2002, mi fallecida esposa y yo le salvamos la vida a un hombre del Estado de Georgia, mudando para Nueva York a una hija de ella, tras escuchar, ambos, de boca de ella misma, que “llevaba una semana poniéndole pequeñas porciones de veneno en el café a su marido”.
Esa misma mujer luego trató de eliminar a su propia madre, mezclándole las medicina para luego acusarme de que yo lo había hecho y meterme preso por criminal y ella quedarse con la casa propiedad del matrimonio.
El 4 de abril del 2021 le colocó 6 pastillas de Metformin de 500 miligramos, cuando solamente yo le había dejado una para la segunda dosis de ese día. Por fortuna, una prima de su mamá me llamó por teléfono para que le fuera a organizar los medicamentos del día.
No pudo matarla por esa vía, pero entonces le rompió el matrimonio y llamaba a la policía con mucha frecuencia, provocándole unos niveles de estrés que la obligaban a ir a la emergencia del Mercy Hospital, de Long Island, casi todas las semanas, donde finalmente falleció el 2 de enero del año 2023.
Hay miles de casos parecidos y peores que este, que no se conocen por las complejidades que los envuelven para probarlos en los tribunales.
