lunes, abril 29, 2024

La violencia intrafamiliar -13 –

Por Federico Pinales

Más de 70 años viendo, observando, escuchando y sufriendo las consecuencias de la violencia intrafamiliar, me imponen el deber de compartir estas experiencias con las nuevas generaciones, para que juntos busquemos soluciones alternativas, encaminadas a disminuir ese fenómeno tan dañino.

Cuando tenía apenas cuatro años, viví varias experiencias que marcaron mi vida para siempre y me dejaron muchas enseñanzas positivas y negativas.

Primero, recibí mi primer castigo violento de parte de mi padre, por decir una verdad irrefutable.

Con ese castigo aprendí, que en las relaciones matrimoniales hay verdades que no se deben decir y de que hay mentiras piadosas, dichas para proteger la integridad del matrimonio.

 

Pues sucede que esa tremenda “galleta” (bofectada) que me dio mi papá, fue para encubrir una mentira que le dijo mi mamá a un primo de ella y “amigo” de él que acostumbraba aprovechar las ausencias de mi padre para ir a su casa a enamorarla.
Mi madre le había comunicado la situación a su marido y elaboraron un plan para atrapar al supuesto primo y “amigo” con las manos en la masa.
El molestoso se llamaba Jando y generalmente iba entre 11:00 a.m. y 12 del día, cuando sabía que mi papá estaba en sus labores agrícolas.

Ese día, mi papá se quedó acostado, y cuando el hombre llegó, antes de empezar a enamorar a mi mamá le pregunta: “Y Potico, ¿dónde está?” Ella, inmediatamente le contesta, él está trabajando.
Yo, sin estarme preguntándome a mí, la desmentí diciendo: “no, él está ahí acostado”.

Jando dio una media vuelta y se fue, e inmediatamente mi papá se levantó de la cámara y me dio una galleta que bailé como un trompo.

Luego, ambos me explicaron las razones del castigo y el propósito de la mentira de mi mamá hacia Jando.

Ese y otros hechos me enseñaron porqué mi papá no creía en amigos.

Que las mujeres casadas no pueden confiar en hombres.
Que mi mamá le era fiel a mí papá. Por eso duraron 53 años casados, y de que no todas las verdades se dicen, cuando no te las están preguntando ni estás obligado a decirlas, dentro del ámbito matrimonial, aunque con esa revelación probablemente evité una desgracia entre esos dos hombres, porque mi papá sólo tenía 22 años y era un hueso duro de roer.
Fueron pocos los que le faltaron el respeto que no recibieran sus merecidos Y me decía, no pelee, pero si tienes que hacerlo no te dejes dar.
Nunca tuve las manos tan ligeras como él, pero todo el que se pasó de listo se llevó lo suyo, menos las mujeres, a quienes solo he tocado para acariciarlas con autorización, y a las que he defendido toda la vida, en todos los sentidos, y aún sigo defendiendo, aunque cuidándome de sus garras cubiertas de dulces caramelos.

 

1 COMENTARIO

  1. Muy buenos todos, también entendí que no todos se dice , hoy las doctrina de algunos hijos es diferente casi siempre están comentando al juntos de los mayores , sigo creyendo que los niños no deben opinar si no lo llaman en una conversación de adultos.

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