POR SANTO SALVADOR CUEVAS
El siglo XXI no solo trajo consigo la era de la informática, la tecnología y el conocimiento. Toda una revolución que ha transformado la vida y comportamiento de los hombres y mujeres, en su trato, sus relaciones, el intercambio y las herramientas para informarse.
El mundo cambió en pocos años.
Para la comunicación entre habitantes de Pedernales y La Romana, por ejemplo, había que agotar un tiempo no menor a 3, 4 o 5 meses, para informar que Josefina le había nacido un niño con sobrepeso.
Esa información, que antes era imposible llevarla hasta el otro extremo del país sin que mediara largo tiempo y agotamiento, cambió.
Hoy nos invaden noticias de toda parte del mundo y en tiempo récord, al instante.
Es decir, gracias a la internet, al celular, la computadora, el satélite, la computadora, etc., nos podemos poner en contacto, en segundos, con un familiar, un amigo o cualquier ciudadano que habite en cualquier parte del mundo.
Pero eso no es todo, junto con la revolución en el campo tecnológico y del conocimiento, la sociedad de hoy es testigo y portadora de la descomposición en valores y principios intocables hace apenas 30 o 40 años.
No hay respeto al maestro, ni a los padres, el violar a una niña entra en el rango de la normalidad, igual que hacer una atraco o una estafa.
Asimismo, asistimos a un vacío ético-moral en la esfera política. Ya no se ganan elecciones teniendo como centro el convencer a los ciudadanos para que le aprueben con su apoyo al ejercer su derecho al sufragio.
Ahora los "líderes" políticos tienen un precio en metálico: Por una adhesión se vende cualquier político como carne de res por 3, 4, 5 y hasta 10 millones de pesos.
República Dominicana es testigo de cómo las arcas del Estado son vaciadas para comprar conciencia y alcanzar objetivos.
Los principios volaron.
El poder ahora ya no es moral ni ético, ahora se impone la compra de conciencia con dinero de cualquier procedencia
Nunca se vivió tan bajo, ni arropado por tanta podredumbre moral.
Esto da vergüenza y ojalá un día podamos despertar y rencontrarnos con los valores que hasta hace poco primaban en el mundo político.
¡Quiera Dios!
