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jueves, febrero 20, 2025

Propio de la Edad

Miguel J. Escala

Con frecuencia escuché a mi padre decir la expresión: “y lo que falta…”. Solía usarla cuando algo ocurrido en la familia o en la sociedad lo sorprendía, fuera un evento conflictivo o no, pero del cual se esperaba que llegaran nuevas “ediciones” con mayores sorpresas. Mi tío, mayor que mi padre, quien vivió hasta los 99 años (mi padre falleció a los 89), también utilizaba esa frase. Él me contó que era una expresión de "Mamache", su abuela paterna. 

Con el tiempo, adopté esa expresión en mi propio lenguaje, y ahora, con una ligera modificación, quiero que sea el nombre de esta columna que se inaugura con este artículo y que continuará con “los que faltan”. La idea es compartir reflexiones sobre las sorpresas que nos depara la vida, siempre con cierta ansiedad por las que aún están por venir, tanto para quienes escribimos como para quienes leemos estas entregas.

En mis primeras columnas, incluidas esta y las que faltan, quiero enfocarme en el tema de la edad, en especial en esa expresión que escuchamos con frecuencia: “eso es propio de la edad”. En mi caso, uno de los primeros enfrentamientos con esta frase ocurrió al perder agudeza visual. A los 40 y tantos años, conocí la presbicia. Después de disfrutar una visión 20/20 hasta los 40, a los 43 no tuve más remedio que visitar nuevamente al oftalmólogo. Ya no podía extender más los brazos para leer las letras pequeñas. Su diagnóstico fue claro: “Tienes presbicia, algo propio de la edad”. Me recetó lentes para leer, y aunque el recordatorio de que los años pasaban era inevitable, aquello fue bastante aceptable.

Sin embargo, la realidad se tornó más difícil de aceptar pocos años después, cuando, antes de los 50, un oftalmólogo más joven (y antiguo alumno mío) me anunció que necesitaba bifocales debido a una “hipermetropía senil”. Protesté por el término “senil” para definir mis casi 50 años, pero no tuve otra opción que aceptar el diagnóstico y adaptarme a mis primeros bifocales. Así inicié un viaje de aceptación de lo “propio de la edad”, aunque con cierta resistencia a las etiquetas que lo acompañan.

No puedo dejar de mencionar las nuevas rutinas médicas que comenzaron a ocupar un lugar en mi agenda, como los chequeos para el colesterol, el PSA, la sangre oculta y otros análisis, todos “propios de la edad”. Desde la toma frecuente de presión arterial hasta la colonoscopía periódica, pasando por el anual tacto rectal, cada visita médica añadía un recordatorio de que los años no perdonan, aunque no se encontrara nada peligroso. Algunas pruebas traían diagnósticos superables; otras, condiciones con las que había que aprender a convivir. Todo iba con la edad.  

Además de los aspectos médicos, lo “propio de la edad” también afecta nuestras relaciones sociales y familiares. La partida de los padres y otros familiares mayores se torna, tarde o temprano, inevitable. Sin embargo, lo más difícil de aceptar es enfrentar las muertes de compañeros de estudio y, en mi caso, incluso de alumnos. Mi abuelo solía regresar de los velorios diciendo: “tenía permiso”, excepto cuando el fallecido era de su misma edad o menor. Lo cierto es que, con los años, nos enfrentamos a más despedidas de personas cercanas que en etapas anteriores de la vida y se sienten más.

Aun así, lo “propio de la edad” incluye también innumerables aspectos positivos: el disfrute de los nietos, el privilegio de filas prioritarias en los bancos, la exención del Impuesto al Patrimonio Inmobiliario (IPI) si solo se posee la vivienda en la que se vive, los descuentos en entradas a museos o espectáculos, y, sobre todo, el mayor tiempo para dedicarnos a nuestros pasatiempos favoritos. Estas son pequeñas recompensas que llegan con los años vividos, y que podemos abrazar con gratitud.

Al alcanzar cierto umbral en la vida, que varía según cada individuo, lo “propio de la edad” puede incluir dejar de trabajar con la misma intensidad, sentir cierta inseguridad por la salud de la pareja o los amigos, e incluso preferir sembrar cultivos de ciclo corto, más seguros de ver florecer. Las preocupaciones dejan de ser laborales para tornarse presupuestales (¿hasta dónde puedo llegar?) y de salud (¿qué señales debo tener en cuenta?).

“Propio de la edad” no es simplemente una etiqueta para justificar los cambios que experimentamos con el paso del tiempo. Es una invitación a reconocer nuestras transformaciones, a celebrar nuestras fortalezas y a aceptar nuestras vulnerabilidades. Cada año que sumamos trae consigo nuevas historias, aprendizajes y oportunidades para reinventarnos.

Por eso, los invito a reflexionar juntos, a reírnos de los tropiezos, a celebrar los logros –grandes y pequeños–, y, sobre todo, a comprender que lo “propio de la edad” no nos define; simplemente nos acompaña en el camino. Al final, lo importante no es solo cuánto nos queda por vivir, sino cómo decidimos vivirlo. Espero sus valiosos comentarios, no necesariamente como respuestas para seguir construyendo, sino también como preguntas que me ayuden a pensar a mí y al resto de los lectores.  Hasta la próxima.

Miguel J. Escala
Miguel J. Escala
Miguel J. Escala Es educador desde 1969. Estudió Psicología y Educación Superior.

5 COMENTARIOS

  1. Excelente profesional el profesor Escala,
    reconocido y meritorio, y una gran adquisición de PronosticaMedia, que sigue fortaleciendo su línea editorial y diversificando su propuesta.

  2. Excelente Dr. Escala. Esto le servirá a la humanidad que pasa de los 50 y que está también sufriendo lo que es Propio de la Edad, incluyéndome. Felicidades.

  3. Simplemente FENOMENAL, mi querido y admirado Miguel. Excelente decisión de compartir vivencias "propias de la edad" alcanzada, privilegio que muchos no logran disfrutar. Felicitaciones, querido y admirado Amigo 👏 💪 👍 🙌 👏

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