Por Alfonso Tejeda
Luis Abinader, como presidente, tiene la posibilidad de derrotar a Leonel Fernández en las elecciones de mayo próximo, y superarlo como político hacendoso, al frente del Estado, si asume con responsabilidad y sentido de la historia esa posible gestión que se le presenta a partir del 2024, en el segundo y último gobierno que encabece.
Pese al manto vergonzoso del "Pacto patriótico" del que resultó el primer gobierno encabezado por Fernández en 1996, ese pudo ser el "parteaguas" entre lo que entonces fue el aspiracional de importantes segmentos poblacionales que reivindicaban la institucionalidad democrática como conducta, y la satisfacción social como beneficio, falencias que todavía perduran, no obstante la oportunidad que tuvo y las expectativas que él y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) habían generado en el país en ese sentido.
Ese fracaso inicial, que Fernández repetiría en otros dos períodos, y que el PLD, con Danilo Medina como presidente, también consagró en otros dos, permitieron a Abinader alcanzar en el 2020 el cargo que ocupa, aupado por una coyuntura política y electoral ahora distinta, pero que todavía lo favorece para convertir en reelección la repostulación a la que está abocado -"a expensa de la aceptación familiar"- como garantía de triunfo del PRM y aliados.
Aunque ha satisfecho algunas de las promesas electorales que postuló en el 2020, en particular la de frenar la corrupción administrativa y enfrentar la impunidad resultado de esta, el mandatario presenta "déficit" en otras realizaciones gubernamentales, que le han disminuido el entusiasmo contagioso de su primera postulación y el apoyo de importantes núcleos sociales que entonces canalizaron a su través el repudio al peledeismo y sus administraciones.
Superar ese "déficit" se le presenta para una nueva oportunidad, probable por el deficiente desempeño de la oposición, pero también porque Abinader mantiene parte del "aura", ese que le alfombra la posibilidad de acuerdos electorales con partidos y organizaciones que siempre han luchado por el logro de esa institucionalidad democrática como conducta, y la satisfacción social como beneficio para la mayoría de la población.
De cómo esos partidos y organizaciones comprometan al probable candidato presidencial del PRM para conquistar esas metas, y de cómo el propio Abinader asuma la responsabilidad de estos compromisos, serán los pilares para superar la carencia institucional y la calamidad social, y consagrarán a este como el Presidente que "por fin" tuvo a la gente como lo primero, y a partir de entonces podría ser que "segundas partes son buenas", aunque sea como excepción a una práctica reeleccionista a la que "todavía no se le ha encontrado vacuna", tal como advierte doña Milagros Ortiz Bosch.