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martes, marzo 4, 2025

Lenguaje y edad

Miguel J. Escala

Agradezco profundamente los comentarios y sugerencias recibidos en relación con el artículo Propio de la Edad. Me alegra que se hayan animado a sumarse a la construcción de una mejor comprensión de esta etapa de la vida que compartimos por haber cumplido 65 años o más.  Aunque es imposible abarcar todas las opiniones recibidas, este artículo busca responder a algunas inquietudes y sugerencias que me llamaron particularmente la atención.

Entre esos comentarios, alguien señaló que al enfocarme en “cultivos a corto plazo,” podría estar perdiendo la visión de colectividad a largo plazo, dejando de sembrar, impidiendo así que otros se beneficien en un futuro en el que quizá ya no estaremos. Por otro lado, una amiga sugirió que abordara temas que requieren incidencia en políticas públicas y que nos afectan directamente, especialmente a los más vulnerables. A esto se suma la reflexión de un amigo que planteó si somos “viejos” o “ancianos,” invitándome a reflexionar sobre cómo nos identificamos como grupo social.

Estas ideas me llevaron a este artículo que invita a que trabajemos en adoptar y promover un rótulo que no sea discriminatorio y que refleje nuestra dignidad, como parte de la construcción colectiva que estamos llevando a cabo para comprender mejor esta etapa de la vida.

El lenguaje como herramienta clave

El lenguaje influye profundamente en cómo percibimos y tratamos a los demás, y también en cómo nos percibimos y nos tratamos a nosotros mismos. Usar términos adecuados para referirnos a las personas mayores de 65 años es esencial para combatir prejuicios y fomentar el respeto. Debemos aceptar que somos un grupo social diferente, y reconocer que pertenecer a este “club” no es algo negativo, sino motivo de orgullo. Ser conscientes de que nuestra edad es parte de esta aceptación, pero también debemos exigir un trato adecuado y respetuoso.

Uno de los primeros pasos es defender el término que nos identifica. El lenguaje es poderoso, y cambiarlo puede transformar realidades.

Aprendiendo de otros casos

En la historia del inglés en Estados Unidos, se eliminó el uso de la palabra con “N” para referirse a los ciudadanos de piel oscura debido a los prejuicios que cargaba. Hoy en día, se les reconoce como “afroamericanos,” marcando un cambio hacia el respeto. Recomiendo consultar el documento de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) titulado "Official Position on the Use of the Word 'Nigger' and the 'N' Word."

De manera similar, hemos visto la transición de términos como “discapacitados” a “personas con discapacidad,” una evolución respaldada por marcos como la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF).

Términos a evitar y opciones no preferidas

En nuestro caso, invito a evitar el término “viejo,” a pesar de su uso cariñoso en frases como “mi viejo” o “mi viejita.” Este término, en muchos contextos, está cargado de prejuicios y connota incapacidad, inutilidad o tozudez, lo cual perpetúa estigmas negativos. Recuerdo a mi madre, que con más de 80 años se ofendió porque alguien la llamó “vieja”, en un supermercado. Aunque, irónicamente, adoptó el término después de los 90 años para expresar sus quejas: “Mi hijo, esto de ser vieja sí pesa.”

Tampoco considero apropiados términos como “senescente” por su falta de uso cotidiano y lo difícil que resulta escribirlo correctamente, o “anciano,” que en los titulares suele usarse con tintes sensacionalistas: “Anciana de 66 años atropellada en la Autopista Duarte.” Y que está cargado de los mismos prejuicios que “viejo”.  Añado el término “senectud” para evitarlo. Además de lo poco común, puede prestarse a confusiones desafortunadas, como en un caso donde alguien usó la palabra para referirse al tamaño de los senos de una mujer.

¿Qué término adoptar?

En la República Dominicana, la Constitución en su Artículo 57 se refiere a la protección de las “personas de la tercera edad.” Aunque la expresión predominante de “envejeciente” en la Ley No. 352-98 (promulgada doce años antes de la Constitución de 2010) sobre la Protección de la Persona Envejeciente ha caído en desuso.  Por ejemplo, el Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (CONAPE), creado por dicha ley, parece haber relegado el término "envejeciente" únicamente al nombre de la institución, utilizando en su lugar la expresión "adultos mayores" en los textos de su página web.  Incluso existe, entre otras, una fundación (Fundoproam) que se suma a los que usan “adultos mayores” para llamar a la población que atienden.

En las congregaciones religiosas como las Hermanitas de los Ancianos Desamparados se refieren a sus internos como "adultos mayores." Este término transmite un carácter respetuoso y positivo, alejándose de las connotaciones negativas asociadas a otras expresiones.

Debemos también tener cuidado con expresiones que perpetúan el edadismo, un concepto incorporado por la Real Academia Española (RAE) en la actualización de su Diccionario de la Lengua Española, publicada el 20 de diciembre de 2022. La RAE define el edadismo como la discriminación hacia las personas por su edad, especialmente hacia las mayores o ancianas. Sin embargo, para evitar caer en esta forma de discriminación, sugiero eliminar términos como "ancianos," que pueden resultar peyorativos.

 

Por lo tanto, propongo que adoptemos y promovamos la expresión "adultos mayores" para referirnos a las personas y reservemos "tercera edad" para designar el período de la vida, tal como lo hace la Constitución.

Reflexión final

El lenguaje importa. Decidir cómo nos nombramos es un paso esencial para construir una identidad colectiva basada en el respeto, la dignidad y la inclusión. Como adultos mayores que vivimos nuestra tercera edad, tenemos el derecho de ser reconocidos de manera justa, sin etiquetas que perpetúen estigmas. Sigamos reflexionando juntos para forjar un futuro donde el lenguaje sea una herramienta de ánimo y estima, y no de discriminación. Asimismo, combatamos el edadismo, incluso desde su misma definición oficial en la RAE, asegurándonos de que nuestras palabras reflejen los valores de equidad y respeto que merecemos.

 Tiene 76 años y los que faltan.

 

Miguel J. Escala   Es educador desde 1969.  Estudió Psicología y Educación Superior.

Miguel J. Escala
Miguel J. Escala
Miguel J. Escala Es educador desde 1969. Estudió Psicología y Educación Superior.

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