domingo, noviembre 24, 2024

La UER, mi primer vínculo con la izquierda en Barahona

Por Melton Pineda

Al llegar a la ciudad de Barahona, nos mudamos a una vivienda del señor Man Pineda, en la calle Nuestra Señora del Rosario esquina General Cabral, donde mi madre instaló una nuevo colmado y un puesto de pollos, vivos y matados. Hablamos de la década del 60.

De allí nos mudamos a la calle Nuestra Señora del Rosario esquina Trinitaria, a otra casa que unos parientes alquilaron a mi familia.

Allí proseguí mis ensayos musicales con una trompeta que adquirimos, e íbamos todos los días a la Academia de Música del Profesor Delio Gautreaux, quien era Fiscal de la Provincia de Barahona.

Posteriormente, en el liceo Federico Henríquez y Carvajal nos enrolamos desde el primer teórico en la Unión de Estudiantes Revolucionario (UER).

Al pasar un año, se presentó la situación de que el líder de ese grupo estudiantil, Toño Batista, tuvo que emigrar a la Capital y dejó la organización a los jóvenes Freddy Galarza,  Larancuent, y Gabriel Reyes, entre otros.

Este grupo fue expulsado y canceladas sus matriculas del liceo por el director, miembro del Partido Reformista en el poder, el profesor Alejandro Lebreault y los profesores Carmen Franco y Milagros Peláez. A este último lo acusábamos de ser agente de la Central de Inteligencia de Estados a Unidos (CIA), señalamiento típico de la época.

Al ver esta debilidad en el movimiento estudiantil, comenzamos a reorganizar a los estudiantes frente a reivindicaciones tales como la construcción de un nuevo local para el liceo.

En el proceso de reorganizar la UER, los dirigentes creamos el Club Esfuerzo Juvenil, que en realidad no era tal, sino un mecanismo de solapa por la hostilidad manifiesta contra nuestro grupo estudiantil.

En varias ocasiones, el profesor Lebreault nos vigilaba y nos advertía: “tengan cuidado con lo que ustedes están haciendo, que pueden correr el mismo destino que el grupo al que se les canceló la matrícula”.

Encabezábamos el grupo de la UER, además de nosotros, Pedro Pablo Pelayo Féliz, José Schanlate, El Mellizo, Chalupa, Freddy Urbáez (La Tabla), entre otros.

En varias oportunidades, penetrábamos en horas de la noche al liceo e instalábamos murales, porque durante el día la dirección solía obstruir nuestras actividades. 

El profesor  Elino Franco, director del liceo nocturno, esposo de la profesora Carmen Franco, nos denunció donde el profesor Alejandro Lebreault . Este fue al aula del tercer teórico, donde recibíamos clases, y me señaló: “-Melton Pineda, a usted, quiero verlo en la dirección; ya cité a El Mellizo a Pelayo y a Schanlate”.

Sabíamos a qué nos exponíamos y nos reunimos previo a ir a la dirección y le planteé al grupo que “hasta hoy está el profesor Lebreault amenazándonos con cancelarnos las matrículas, él es el que se va hoy”. 

Salimos de la reunión hacia la dirección, y conminamos al director, profesor Lebreault que se parara del sillón o lo parábamos, al tiempo que lo invitábamos a salir por las buenas del liceo.     

Este se agarraba a la cintura un pequeño revólver calibre 38, cañón corto, que usaba, y yo le advertí: “-profesor Lebreault, no saque el arma, no queremos maltratarlo o desarmarlo. No se alarme, salga tranquilo con nosotros. Usted es un hombre mayor y tiene derecho a ser reformista y nosotros revolucionarios, tranquilo, salga”.

El director, finalmente se paró del asiento y lo invitamos “muy cortésmente” a salir del liceo. Bajamos la escalinata, seguimos por el pasillo del primer piso…

El profesor Millín Pineda, quien advirtió la situación, dijo: “¿qué pasa con el director? -Nada Millín, nada, tranquilo”, le contesté, y le agregué: ¿O tú quieres irte también, ¡coooño!? y de inmediato se devolvió a su oficina.

Bajamos la escalinata hacia el portón. Seguimos con el director, y lo llevamos hasta los frentes de la casa del periodista de El Nacional Rogelio Vásquez Acosta, detrás del edificio del hoy obispado de Barahona.

Al llegar a ese lugar, le dije: “-Mire profesor, nosotros lo respetamos mucho por su edad, pero usted es reformista y tiene su derecho, pero, nosotros los estudiantes también tenemos derecho a organizarnos. Somos dirigentes de la Unión de Estudiante Revolucionario (UER), y estamos dispuestos a no ceder a que usted nos cancele las matrículas. Sabemos que usted tiene los documentos en su escritorio, que los sacó del Archivo… no vuelva al liceo y evítese problemas…,” le dije enérgicamente.

¡Santo remedio! Hasta ahí llegaron las amenazas del director Lebreault.

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