viernes, abril 19, 2024

La crisis favorece la recuperación de la oposición,
pero Abinader continúa siendo el hombre a vencer

El comportamiento de la economía, bajo el influjo de la inflación y la inestabilidad de precios, atisbados por escaseces como las de pollo y huevos, la inquietante inseguridad ciudadana, y otros factores propios de la gobernanza, es probable que haya permitido a la oposición ganar algún terreno frente al gobierno de Luis Abinader, como sugieren muestras del mercado electoral de las últimas semanas.
Como corolario, obviamente, esos indicadores sugerirían que el presidente Abinader haya perdido algún nivel del apoyo alcanzado para ganar las elecciones pasadas, sumado a desatinos, inacción, conductas inapropiadas y supuesta corrupción de algunos funcionarios del gobierno desde los primeros meses de la actual gestión.
Pero esa realidad no puede conducir a conclusiones complacientes o convenientes a la oposición, como para proclamar que “es para fuera que van, porque no saben gobernar”, o que “demostraremos que de nuevo que somos la primera fuerza política tan pronto elijamos nuestro candidato el 16 de octubre”.
Los problemas que caracterizan la coyuntura actual generan descontento en la población general, entre votantes decepcionados. Unos, porque francamente debe estarles yendo mal económicamente, y otros, porque probablemente no les han satisfecho sus expectativas individuales, sobre todo si se trata de gente vinculada a la campaña del presidente Abinader.
Está una capa importante de pobladores que votó por “el cambio” irritados por el proceder del presidente Danilo Medina en su misión de mantener a su partido unido y por el martilleo sobre una corrupción sistemáticamente denunciada por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) y sus aliados de la sociedad civil.
Tras la división y posterior derrota del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en 2020, los actores principales de aquel proceso ahora se empeñan en responder los retos con la vista puesta en las elecciones de 2024, pero se trata de arduas tareas frente a un gobernante que no se para en un incesante periplo por el país desde su juramentación el 16 de agosto de 2020.
Pérdidas y ganancias
En medio de la crisis de la COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania, más los impactos en la economía con los altos precios del petróleo, el transporte, la ralentización de los suministros fundamentales como materias primas para la alimentación y la industria, inevitablemente provocan desencantos, con la consecuente inflación, necesariamente Abinader ha perdido popularidad, pero en lo que significa el ejercicio del poder, asimismo ha debido ganar adhesiones: los anuncios e inauguraciones de obras, emprendimientos y promesas continuas, concesiones a sectores y vecinos, con tantas necesidades postergadas; el ejercicio de cercanías calculadas para provocar identidades en ciudades y pueblos. Hasta las celebraciones de fiestas patronales se convierten en plataformas de promoción de la figura del presidente de la República.
La conducción de la gobernanza en términos llevaderos, sin errores demasiados graves, pese a la crisis, sin que se hayan desatado oleadas de protestas, sugiere que debe mantener una aprobación social importante.
Asimismo, muestra coraje frente a sus opositores, clara demostración de que desea reelegirse. Su discurso agresivo contra los gobiernos pasados durante la asamblea de juramentación de las autoridades del PRM sorprendió a muchos. Mostró garras en un escenario y un momento que no parecieron adecuados para ataques tan encendidos. Era además un acto en el que confirmaba que las amenazas serpenteantes de sectores internos críticos acababan de ser superadas.

Danilo Medina en una actividad reciente en Dajabón.


PLD y Fuerza del Pueblo
El PLD trata de recuperar las pérdidas anteriores a las pasadas elecciones tras la salida de Leonel Fernández. Sigue a la defensiva frente al gobierno, aunque la apertura de “la consulta” para elegir el candidato presidencial, más las juramentaciones de “nuevos miembros” por su presidente Medina, propicia su movilización.
Habría que ver si esas juramentaciones no compiten con el accionar de los precandidatos. Danilo como eje del partido es un arma de efecto incierto. Aparentemente útil para la cohesión interna, puede opacar al nuevo liderazgo y en algún momento la imagen misma del partido. Pero solo la evolución de los acontecimientos permitirá evaluar su papel actual.
Como quiera, el PLD tiene encima las persecuciones por corrupción de los parientes del expresidente Medina y de otros colaboradores, y el histórico sambenito de que un partido expulsado del poder difícilmente pueda recuperarlo cuatro años después.
La Fuerza del Pueblo continúa en un proceso de constitución y crecimiento. A dos años de las pasadas elecciones, trascender el porcentaje obtenido entonces, un redondeo del 5%, para aproximarse a cifras mayores, que les permitan colocarse en una posición ganadora, constituye una tarea ciclópea.
Tiene a favor el liderazgo de Leonel Fernández, su gran activo, que sobrevivió a los ataques más diversos de sus antiguos compañeros, con su experiencia de tres períodos de gobierno, con el tiempo y las circunstancias a favor. Sometida su experiencia de Estado al rasero de la crítica, quizás pese más en la población el efecto de recordación de sus obras que las descalificaciones de sus adversarios más enconados. Su reto sigue siendo agregar amplios núcleos sociales, más allá de las fugas del PLD.
Ahora, su meta parece centrada en calificar para competir en una segunda vuelta, propósito que no pudo alcanzar en el 2020, cuando compitió aliado a Abinader y el PRM en las elecciones municipales y congresuales.
Para ese propósito no podrá mantener una línea de confrontación con el liderazgo de su viejo partido. El arranque inicial de Fernández fue a expensas del PLD, pero persistir por esa vía, alimentarse de despojos morados, solo estimularía resentimientos. Más bien, debería pensar en encontrar un punto de convergencia. La imagen en que aparece con Abel Martínez durante la recepción de la embajada de los Estados Unidos por el día de su independencia fue del agrado de verdes y muchos morados.
Peledeístas y fuercistas están obligados a competir para impedir que Abinader triunfe en primera vuelta. Para conseguirlo, lo primero sería evitar canibalizarse más, unos y otros.


Abinader y el PRM
Sofocadas las amenazas internas, Abinader y el PRM deben acrecentar su aprobación social. Cuentan con la plataforma que da el poder y la omnipresencia del presidente de la República, pero no será suficiente. Es una ventaja llena de riesgos. Deben gobernar bien y mantener en alto las banderas que les sirvieron para ganar. Si logran vadear el río revuelto de la crisis económica, se vislumbra como la fórmula a vencer, con la mayor posibilidad de seguir en el poder.
El PRM, que ganó con un PLD dividido, sometido al descrédito, la crisis del COVID-19, y el hartazgo social, con las sumatorias de coaliciones, no tiene ahora esos factores que le permitieron construir una mayoría. Tendrá que ampliar su base de apoyo en la sociedad que juzgará la obra de Abinader.

Pero todo va a depender del desarrollo de la crisis, de las destrezas y eficacia del equipo gobernante y un sólido trabajo orgánico y de masas del PRM. Todavía faltan dos años para saber hacia dónde girarán unos electores ante un panorama claramente sombrío.

El PRD COMO ESPEJO
Los peledeístas y fuercistas ahora en competencia por la representación de la oposición, están obligados a mirarse en el espejo del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) desde 2004, a partir de la derrota de la reelección de Hipólito Mejía, la salida de Hatuey Decamps y las confrontaciones en los sucesivos procesos electorales, hasta la conformación del PRM. Sistemáticos desacuerdos entre los grupos de Mejía y el presidente del PRD Miguel Vargas Maldonado, que devenían en obstrucciones que favorecían la permanencia del PLD en el poder hasta el 2020.

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

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