jueves, abril 25, 2024

Bad Bunny no es responsable de la descomposición social

Por Abraham Méndez Rosario

Recientemente, de la mano del empresario del entretenimiento Gamal Haché, se presentó en la República Dominicana Benito Antonio Ocasio Martínez, conocido como “Bad Bunny”, aglutinando en dos días consecutivos “sold out”, a más de 100 mil personas en el Estadio Olímpico Félix Sánchez, que cantaron, lloraron y expresaron su diversidad indumentaria en el histórico “World´s Hottest Tour”, con una acumulación actual de ingresos, por venta de taquillas, de más de US$ 200 millones. 

Este concierto provocó una ola de opiniones, comentarios y señalamientos interminables, desapareciendo de la opinión pública los temas políticos, económicos y sociales. De algún modo, trayendo paz mental al infinito debate de problemas gubernamentales sin solución por décadas. 

Bad Bunny, originario de Vega Baja, Puerto Rico, proveniente de una familia trabajadora y católica, tuvo siempre inspiración por la música, especialmente influenciado por Daddy Yankee y Héctor Lavoe. De pequeño fue miembro del coro de la iglesia a las que asistía y luego de adulto trabajó como “Bagger” (empacador de compras en supermercados), en centros comerciales de Borinquen, recibiendo apenas la tímida dádiva de los clientes, sin imaginarse el éxito que le esperaba, además de los empleos directos e indirectos que su carrera profesional establecería. 

En ese sentido, Benito, aclamado así también por sus adeptos, ha alcanzado el éxito de una forma vertiginosa, colocándose en los tabloides anglosajones más importantes, escenarios que antes eran muy limitados para artistas latinos. Llevando la música latina a todos los rincones del mundo, cosa que no ocurría con frecuencia, más bien era discriminada y socialmente castigada por la burguesía moderna. 

Sin embargo, como señala en la canción “El apagón”, “Ahora todos quieren ser latinos”, abriendo las puertas del mundo a toda una generación de nuevos artistas, sobre todo, caribeños. Sin fronteras, uniendo culturas y reduciendo la brecha entre las clases sociales.

En relación con esto, es importante reconocer lo injusto y, por supuesto, desproporcionada, cómo la sociedad anhela lavarse las manos como Poncio Pilatos, y se empeña en responsabilizar a Bad Bunny, como el “núcleo u origen” de la descomposición social a través de su música.

De forma rápida podemos meditar lo siguiente: políticos hoy cuestionados e investigados por la justicia por corrupción y extorsión; asesinos seriales; dictadores, responsables de genocidios en masa; sectas extremistas que han atentado contra la vida de miles de personas inocentes; el narcotráfico y las redes de tráfico de personas que han llevado tristeza a cientos de familias y las grandes corporaciones que explotan sus empleados con horarios extensos y vergonzosos salarios; las naciones y sus “retrógrados líderes”, que violan los derechos de las mujeres y los niños hoy en día. 

Ninguno de esos, responsables de estas aberraciones, jamás ha escuchado o conoce a Bad Bunny, (con apenas 6 años de carrera artística), por tanto, la fiebre no está en las sábanas. Es romper la soga por lo más fino culpar a este artista de problemas sociales que existían incluso antes de él haber nacido y que todavía no son solucionados. 

Bad Bunny es la vía más expedita, una excusa viable, para los actores políticos y la sociedad civil, para eludir el rol que les corresponde para emprender acciones en favor de la sociedad y los más vulnerables, para alcanzar una transformación humana idónea. 

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