Por Alfonso Tejeda
Participación Ciudadana, esa agrupación cívica creada previo a la crisis de 1994, y que ha soportado los embates de sectores que se resienten y resisten a la auscultación de una conducta diáfana, transparente y democrática, pidió al presidente Luis Abinader que suspenda La Semanal, un espacio en que cada lunes, el mandatario y funcionarios plantean temas que les interesa resaltar en su agenda gubernamental de realizaciones.
La entidad cívica, desde 1994 ha desarrollado una actividad en pro del desarrollo democrático del país.
Nunca se ha retraído de lo que es su misión:
fortalecer el sistema democrático representativo y participativo, garantizar derechos políticos y humanos y legitimar decisiones gubernamentales, siempre y cuando sean avaladas por la equidad, la transparencia y la legalidad.
Blanco de las críticas de quienes estiman sus decisiones deben serles favorables, Participación Ciudadana ha vadeado todo un vendaval de cuestionamientos sobre sus funciones, propósitos, intereses y responsabilidad social en la que la ignominia y perversidad destacan, por un lado, y la incomprensión y el “apropiamiento” , por el otro, sitian a esa entidad.
Su evaluación del proceso electoral, del que hizo severas y puntuales críticas a los actores, de manera enfática a las autoridades oficiales, y su petición directa al presidente Abinader de que suspenda La Semanal porque es una situación de desigualdad frente a los/ as demás candidatos/ as presidenciales, son pruebas de la conducta imparcial y ética que ha normado la vida de esa entidad que cuenta con el reconocimiento de instituciones internacionales que depositan en ella la confianza de avalarla como prístina y confiable en la valoración que hace de los asuntos públicos y de gobernanza.
Por ese caudal de prestigio que ostenta Participación Ciudadana, supuse que el presidente Abinader iba a atender de manera positiva la petición de esa entidad, que sin necesariamente estar conectada con los valores que muestran la mayoría de las encuestas electorales, pero con estas como soportes, muestran la desproporcionadas ventajas que a su favor tiene el candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM) frente a sus contrincantes.
En favor de Abinader, comentaristas de arraigada intuición, capacidad analítica y experiencia electoral, han resaltado la decisión del candidato-presidente a debatir con sus pares, a los que supera por más de 40 puntos porcentuales, hecho del que resaltan su vocación democrática por valorar la confrontación de ideas en provecho de una mayor oferta para que los electores elijan con mejores criterios.
Oír a Abinader decir en La Semanal de este lunes recién pasado que seguirá con esa actividad, y justificar esa disposición en que en cualquier lugar su condición de Presidente de la República le garantiza la presencia de los periodistas y la difusión de sus actividades, me parece una respuesta insuficiente a la petición de Participación Ciudadana.
Es cierto lo que dice el presidente de la República, pero también lo es que es diferente convocar a los periodistas al Palacio Nacional, símbolo del Poder, que hacer una declaración por allá por El Granado, provincia Bahoruco, donde llegar requiere un desplazamiento de cientos de kilómetros a recorrer y desplazarse en un tránsito que es un desafío emocional y un riesgo existencial.
Iluso yo, me imaginé que La Semanal de este lunes sería la convocatoria habitual en la que el presidente Abinader se hacía acompañar de doña Milagros, directora de Ética, y tras la salutación de rigor decir: “Dada la solvencia moral y el aval democrático que ostenta Participación Ciudadana, me inclino ante su petición y asumo esta como una muestra de equidad y transparencia en la competencia electoral próxima de la que deben salir electas autoridades con el aval de la legalidad, legitimidad y dignidad que las hagan representar a los y las dominicanos/as, sin menoscabos al respeto de su decisión, sea cual sea el color de su voto”
