Por Nelson Cuevas Medina
Durante un tiempo guardé silencio. No fue una renuncia a la palabra ni al análisis, sino una pausa necesaria. Hoy retomo la escritura en este espacio, porque hay momentos en que el contexto obliga a volver a pensar en voz alta; y porque, en esa misma dirección, el estímulo del director de este medio y de lectores atentos terminó de confirmar que el silencio ya no era la mejor opción. Volver a escribir exige, al menos, una breve explicación; no sobre quién soy, sino desde dónde escribo.
Nunca he creído en la neutralidad fingida, esa que se disfraza de objetividad para evitar el compromiso intelectual. Escribo desde una formación profesional concreta y desde convicciones claras. Mi mirada está atravesada por el Derecho, la Educación y la reflexión social; por el análisis jurídico riguroso y por una preocupación constante por la democracia, la justicia y la dignidad de las personas.
Soy Licenciado en Derecho, con estudios de posgrado en Derecho Civil y Procesal Civil, y formación en Derecho Notarial a través de un Diplomado de la Escuela Nacional del Notario; pero también Licenciado en Educación, mención Desarrollo Agrícola y Rural. He realizado estudios en Áreas Silvestres y Áreas Protegidas en la Universidad Estatal de Colorado, en los Estados Unidos. Esa combinación -que para algunos puede parecer dispersa- es, en realidad, el eje de mi forma de pensar; el Derecho como norma y estructura, la educación como herramienta de transformación y el territorio como espacio donde las políticas públicas impactan, o fracasan, en la vida real.
Desde hace años trabajo en el ámbito social como fundador y director ejecutivo del Centro de Investigación y Educación Popular, Inc. (CIEPO), una asociación sin fines de lucro de la provincia Independencia. Ese trabajo, lejos de los reflectores, ha reforzado una convicción fundamental: las decisiones políticas, jurídicas y administrativas solo tienen sentido cuando se traducen en bienestar, derechos efectivos y oportunidades reales para la gente.
En el plano político, me defino como un pensador de izquierda democrática. Abogo por la justicia social, la transparencia, el rechazo a toda forma de opresión y el respeto irrestricto a la voluntad popular, sin importar a quién beneficie en un momento determinado. Mi militancia actual nació, precisamente, como negación a prácticas antidemocráticas que, en una experiencia política anterior, fueron desplazando principios y valores hasta volverlos irrelevantes. No concibo la participación política como obediencia ciega ni como disciplina acrítica, impuesta. Por esa misma razón, he sido -y seguiré siendo- un crítico firme de toda acción que contradiga los principios democráticos, incluso cuando provenga de los espacios a los que pertenezco.
Escribo, entonces, no para provocar polémicas ni para acumular adhesiones emocionales. Escribo para analizar, cuestionar y aportar elementos de reflexión. Me motiva saber que un texto es leído, que circula, que encuentra lectores dispuestos a pensar, aunque no genere reacciones estridentes ni debates públicos inmediatos. Creo en el impacto silencioso de las ideas bien argumentadas.
Este artículo no pretende ser un punto de llegada, sino un punto de reencuentro. Los textos que siguen mantendrán la misma línea. Análisis jurídico y político, crítica responsable y compromiso con la democracia. No prometo complacencias ni verdades absolutas; sí rigor, honestidad intelectual y respeto por el lector.
