viernes, julio 26, 2024

Sinergia entre políticos y técnicos, una condicionante para el éxito de la gestión pública

Por Gregorio Montero

Si hacemos un recorrido en retrospectiva, constatamos que la literatura administrativa registra muchos análisis y párrafos dedicados a entender y explicar la relación que existe entre dos ámbitos de la gestión pública que son esenciales para hacer buenos diseños y aprobación de políticas públicas y alcanzar resultados que impacten en el desarrollo nacional; se trata de los niveles político y técnico que, de forma natural, ocupan espacios diferenciados en la organización y funcionamiento de la Administración Publica, y que, de manera articulada, combinada y colaborativa, deben hacer contribuciones para el logro de los objetivos y metas trazadas conjuntamente. 

El nivel político, en el ámbito del Poder Ejecutivo, se refiere al espacio ocupado, en principio, por aquellos servidores o funcionarios que ocupan los cargos que implican la toma de decisiones políticas, puesto que están vinculados directamente con la estrategia y planes desplegados para el logro y conservación del poder político, lo que los hace acreedores de la plena confianza del primer mandatario de la nación; se refiere a los altos cargos, como ministros y viceministros, directores generales, nacionales y equivalentes, entre otros, los que son seleccionados por la voluntad presidencial, sin que tenga que mediar ningún proceso técnico-científico de verificación de méritos, conocimientos y capacidades técnicas. Los políticos están para aportar, principalmente, el pensamiento estratégico y los métodos de vinculación con la gente, y tomar las decisiones que sean acertadas. 

El nivel técnico de la Administración Pública, en cambio, hace referencia a los espacios ocupados por profesionales y técnicos que se han formado en disciplinas científicas y asuntos relacionados con la gestión pública, y que han sido vinculados a los cargos mediante procesos selectivos que, como los concursos de libre competición,  permiten la verificación de sus méritos, conocimientos, capacidades y competencias para aportar en el diseño, gestión y conducción de las políticas públicas, lo que constituye la fuente que los hace acreedores de la confianza de los políticos y de la ciudadanía. Los técnicos están para aportar conocimientos que sean de utilidad, los sistemas y métodos de trabajo y los datos cuantitativos y cualitativos que permitan a los políticos llevar con acierto los procesos decisionales; a los técnicos les corresponde también asumir la gestión de los procesos administrativos que hacen posible el funcionamiento racional de las instituciones públicas. 

Ahora bien, algunas corrientes de pensamiento administrativo, de forma errónea, han pretendido trazar una línea divisoria, cual raya de Pizarro, entre los dos ámbitos o niveles de la administración en análisis; por fortuna, la conclusión incuestionable a estas alturas es que políticos y técnicos, en el ejercicio de sus roles en la Administración Pública, deben interactuar de forma permanente, de manera sinérgica, es decir, deben actuar en colaboración mutua para que los planes puedan cristalizarse como es debido. Se trata de un juego de actores combinados, en el que cada uno debe reconocer y respetar el rol del otro, y así obtener lo necesario para jugar de forma correcta el suyo; el éxito de las instituciones estatales está determinado por la capacidad que tengan los gobernantes de articular correctamente a los políticos y a los técnicos que las sirven.

De hecho, uno de los desafíos de la Administración Pública del siglo XXI en este renglón, es poder contar con funcionarios que entiendan la dinámica de interacción de las dos franjas, y conozcan de aspectos que atañen a competencias de unos y otros; por ejemplo, los políticos de hoy deben tener por lo menos nociones de principios y análisis jurídicos, planificación estratégica, análisis de políticas públicas, teorías organizativas, gerencia pública, etc.; por su parte, los técnicos deben desarrollar sensibilidad social, entender, además del cómo, el para qué de las políticas públicas, valorar el factor tiempo en la implementación de planes y acciones de gobierno, aprender el valor y la necesidad de la priorización, ponerle rostro y sentimiento  humano a los datos y las cifras, entre otras cosas.   

Por tales reflexiones y realidades se ha llegado incluso a entender que una nueva categoría de funcionario debe emerger, el político técnico, que niegue al tecnócrata y al puramente político, un funcionario que condensa en sí mismo características de un político y de un técnico a la vez; para esto se requiere muchas horas de formación, capacitación y entrenamiento, y de una dosis alta de objetividad al momento de analizar los problemas sociales y tomar decisiones públicas, que afectan a la colectividad. El político técnico, o el técnico político, debe entender perfectamente que las decisiones que se toman en la Administración Pública son siempre políticas, pero que estas decisiones, si adolecen de fundamentos técnicos, no sirven para resolver los problemas de la gente.    

El éxito de un político gobernando radica en que sepa escuchar cuidadosamente a los técnicos; el éxito de un técnico en el ejercicio de un cargo público depende de que este sepa interpretar adecuadamente los objetivos y sentir de los políticos gobernantes, y, a partir de ello, hacer planteamientos de políticas públicas que sean viables y realmente asumidas a corto, mediano y largo plazo. Es preciso tener en cuenta que los políticos son los responsables de conducir las relaciones de poder y de dotar los recursos necesarios, mientras que los técnicos conducen, ejecutan y evalúan los planes y las políticas públicas, es decir, hacen que, en materia de gestión, las cosas ocurran.

Independientemente de que constituyen dos franjas diferenciadas de la Administración Pública, es necesario hacer una pertinente combinación, o hacer que converjan la política y la técnica, pues esto permite la racionalización y humanización de la gestión pública. Esta convergencia debe sustentarse en la premisa de que cuando los políticos y los técnicos asumen con entereza sus respectivos roles, ambos luchan por el bienestar de las personas.

Independientemente de los prejuicios y aprehensiones, incluso de las mutuas descalificaciones históricas, es imprescindible que se entienda que el político tiene mucho que aprender de la técnica y los técnicos mucho que aprender de la política. 

De cada ejercicio sinérgico entre políticos y técnicos que se produzca en la gestión pública, quien obtiene el mayor beneficio es la sociedad.

Gregorio Montero
Gregorio Montero
Es viceministro de Reforma y Modernización de la Administración Pública, miembro de la Comisión de Reforma Educativa de la Policía Nacional, catedrático universitario, y ex Secretario General del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo.

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