Por Osvaldo Santana
Estados Unidos podría jugar un extraordinario e inconmensurable papel en favor de la paz mundial si cambiara la forma de ejercer su liderazgo, y en vez de pretender gobernar y establecer un determinado orden global conveniente, jugara un rol de mediador y promotor de la convivencia.
Las tensiones de hoy y del ayer han estado bajo el influjo dominante de los Estados Unidos, como vigilante o controlador de la “seguridad global”, llámese transporte entre los países, con las rutas de suministros, desde materias prima energéticas o alimentos. Como vigilante también de un determinado orden mundial al estilo occidental.
Así, en las zonas críticas interoceánicas en Asia o en el Oriente medio, ahí está Estados Unidos, celoso “guardián” en regiones tan sensibles como el circuito de estrechos clave para la transportación y el comercio, como el canal de Suez, el Mar Rojo, el estrecho de Mandeb, el estrecho del Bósforo, el estrecho de Ormuz, en el Oriente Medio; o el estrecho de Taiwán en el sudeste asiático. Zonas claves para el comercio y las comunicaciones marítimas globales, también de alta sensibilidad, porque envuelven conflictos regionales o reclamos nacionales, que para Estados Unidos forman parte de sus “intereses estratégicos”.
En Medio Oriente, Estados Unidos juega un protagónico y decisivo papel en pro de Israel en su guerra devastadora con los palestinos en la Franja de Gaza, no solo proveyéndole armas y apoyo logístico, sino en el cuido del transporte en las cercanías de los estrechos a través de los cuales les llegan los suministros.
En el estrecho de Mandeb, o en el mar Rojo, en el golfo de Adén, buques considerados suplidores o vinculados a Israel son atacados por los rebeldes hutíes de Yemen, que apoyan la causa palestina.
Ahí está Estados Unidos, cuya Armada ya ha lanzado ataques al grupo rebelde. Lidera una operación “multinacional 'Guardián de la Prosperidad' para "garantizar la seguridad de la navegación comercial" cerca de Yemen.
En la segunda semana de enero, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se reunió con socios árabes para presionar por ayuda para sofocar los “temores” de que la guerra de Israel contra Hamás en Gaza pueda propagarse en la región. Habló con el emir de Qatar y el rey de Jordania. Previo al ataque masivo que se perpetraría junto al Reino Unido y Países Bajos contra el territorio yemení.
Desde una perspectiva algo moderada, algo “diferente” al respaldo militar a Jerusalén desde el primer día del ataque, EE. UU. planteó a gobernantes árabes la necesidad de que Israel ajustara sus operaciones militares a fin de reducir las víctimas civiles y aumentar la cantidad de ayuda humanitaria a Gaza, y sobre la necesidad de preparar planes para el futuro posconflicto del territorio palestino, diezmado ya por los bombardeos israelíes.
Igual, Estados Unidos juega a su papel de policía internacional en el sudeste asiático en tensión, de nuevo por las elecciones presidenciales en Taiwán, el pasado 13 de enero. China considera a Taiwán parte integral de su territorio, frente a las tendencias en la isla que apuestan al separatismo, alentadas precisamente por Norteamérica, mediante acuerdos de suministros militares, promesas de protección, mientras igual reconoce “una sola China”.
En esa misma región, Estados Unidos alienta a las Filipinas en su diferendo con China continental por los derechos de soberanía sobre el Mar de China.
El pasado 6 de este mes de enero, altos funcionarios de asuntos exteriores de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur se reunieron en Washington y emitieron una declaración conjunta un día después de la inauguración del Diálogo Indo-Pacífico Trilateral Estados Unidos-Japón-Corea del Sur entre el subsecretario de Estado de EE. UU. para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, Daniel J. Kritenbrink, el viceministro/director general de Japón, Kobe Yasuhiro, y el viceministro de Corea del Sur, Chung Byung-won.
Esos países, en víspera de las elecciones en Taiwán, advirtieron sobre “los riesgos a la paz en el sudeste asiático, específicamente, en el Indo-Pacífico, incluida la reciente escalada de comportamiento peligroso de China en relación con reivindicaciones marítimas sin fundamento jurídico en el Mar de China Meridional”.
Según una declaración de Taiwán, “los funcionarios reafirmaron la importancia de la paz y la estabilidad a través del Estrecho de Taiwán como indispensables para la seguridad y la prosperidad de la comunidad internacional, y se opusieron a cualquier intento unilateral de cambiar el statu quo por la fuerza o la coacción en cualquier punto de las aguas regionales”.
Latente y por momento más que manifiesta la tensión entre Corea del Norte y Corea del Sur. Igual, Estados Unidos en el centro, con sus bases y en el mismo corredor de la línea divisoria.
En Europa, la guerra entre Rusia y Ucrania, que nunca debió comenzar, pero el papel protagónico de Estados Unidos condujo al segundo país a desconocer los acuerdos de Minsk de 2014.
Esos acuerdos garantizaban un alto el fuego en las regiones de Donetsk y Lugansk, una descentralización del poder mediante una ley ucraniana que implicara un régimen de gobernación local para los ruso parlantes y el respeto a sus derechos, una vigilancia permanente de la frontera entre los dos países, verificada por terceros, como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), etcétera.
Si se mira hacia América, ahí está Estados Unidos, que tiene un favorito en el conflicto entre Guyana y Venezuela por la región del Esequibo. Y no afloja el bloqueo contra Cuba, con una economía cada vez más disminuida, y no representa una amenaza para la “seguridad” de Estados Unidos.
Y el liderazgo por la paz…
Claro, si Estados Unidos, en vez de pretender controlarlo todo, asumiera un rol mediador, promotor de la paz entre los países, sin pretender arrastrar a unos y a otros para la defensa de sus particulares intereses, las tensiones globales disminuirían, se atenuarían o desaparecerían.
Un Estados Unidos promotor de la paz podría ser un ente de mediación válido en Oriente Medio, (pero opta por Israel y busca aliados para su causa); lo mismo podría ocurrir en el sudeste asiático, si actuara como interlocutor entre China y Taiwán, (pero le resulta más rentable un aliado incondicional justo al lado del país que considera una amenaza y mayor competidor). Igual papel podría jugar en el diferendo de China con Filipinas, por el Mar del sur de China.
Bueno, si efectivamente ejerciera un liderazgo constructivo, ajeno a la política de subyugación y dominación conveniente, contribuiría junto con Europa a una solución en Ucrania, y ni hablar de las pequeñas cosas en su traspatio del continente americano sobre el que se arroga derechos.
Pero pensar de esa manera, es ignorar la historia de todos los imperios, desde la antigua Macedonia de Filipo II y su hijo Alejandro Magno; desde el imperio romano, o los mongoles-tártaros, que dominaron a los pueblos eslavos durante más de 200 años, o los persas en su momento, o las naciones colonialistas la Europa feudal, o Japón…
Sería pedir demasiado para las esencias del imperialismo de todos los tiempos.