Lito Santana
La tradición cultural dominicana recuerda la celebración de las fiestas patronales, como un escenario ideal para el impulso de las buenas costumbres, la religiosidad popular y el folclor auténtico.
Era que estas fiestas llegaban bajo el influjo de las parroquias municipales a las que se sumaban los clubes deportivos, asociaciones juveniles, fundaciones culturales y hasta los liceos secundarios y escuelas primarias.
Se trataba de actuar en estos días en base a las características del Santo o la Santa Patrona, que servían de referencia a la celebración.
Así llegaban las patronales de la Virgen de la Altagracia, San Juan, Santa Rosa, San Antonio, Nuestra Señora del Rosario y así decenas de estos servidores de Jesucristo o la Iglesia Católica.
Otra características de esas fiestas era que regularmente se programaba para el verano, a excepción de la Virgen de la Altagracia, que es patrona nacional y está fechada el 21 de enero.
La composición de los comités de fiestas patronales permitía la elaboración de programas con actividades religiosas, deportivas, culturales, teatrales y educativas, dependiendo de la vocación de sus gestores.
Ya no es así.
Entre los promotoras de las bebidas alcohólicas y los auspiciadores del teteo han cambiado los santorales que ahora se llaman San Brugal, San Barcelona y Santa Presidente, para inundar las comunidades con potentes díscolos o musicales, arrasando con la cultura religiosa, popular u deportiva
No celebran ningún Santo o Santa, ni organizan actividades. De repente llegan estas personas, abren sus carpas y tarimas, colocan su música y prepárese para tener 11, 15 o 21 días de teteo, sin consultar ni pedir permiso a nadie.
Lo hacen en contra de la autóctona fiesta patronal, el comercio local, que debe cerrar sus puertas mientras ellos están encendidos y contra la paz comunitaria.
Son gentes sin escrúpulos que no tienen negocios registrados, que pueden iniciar este desastre en un cruce de carretera, en un play o en un patio sin ningún tipo de supervisión o de horarios.
Los pleitos a tiros, botellazos o pedradas suelen ocurrir sin ningún tipo de consecuencias.
Es tiempo, por Dios, de que las autoridades del Gobierno presten atención a esta barbaridad, llamada Fiestas Patronales.