Por Alfonso Tejeda
Tal vez pudo ser el diestro de David Ortiz, al que su corpachón le facilitaba esos descomunales jonrones que el toletero se disfrutaba con esa amplia sonrisa y esos gestos fáciles que tanto contagiaban a los fanáticos, o tal vez pudo ser Karl Anthony Towns, el baloncestista gigantón que con destreza se desplaza entre sus iguales, pero sucedió que cuando tal vez él pudo llegar al estadio o a la cancha, pisar el terreno o el tabloncillo como protagonista, era más difícil por las oportunidades que la época ofrecía, aunque se pudiera tener las condiciones físicas y el talento, este que sí tuvo para hacerse un espacio desde el que es reconocido, recordado.
De René Rodríguez Soriano es dable decir que su vida fue un cabalgar entre épocas, que les tocaron varias, como esa que lo situó como posterior en unos -y precursor de otros, tal la generación de los ’80s- " movimientos literarios" , que como el de la postguerra y anteriores a este, en los que nombres como los de Norberto James, Alexis de la Rosa, Mateo Morrison, Andrés L Mateo, Jeannette Miller y René del Risco y Bermúdez, entre otros/as comenzaron a caminar desde el final de una Era que prometía lo más que esperaban ellos/as, también el conglomerado: Libertad.
Entonces sin tal vez, ellos/as batallaron cada palabra, cada frase, cada oración, cada párrafo, para consagrar esa Libertad en cada escritura, en cada género, desde sus oficios hasta más allá de su entorno, como posibilidad amplia que pudiera disfrutar el conglomerado, resarciéndolos y resarciéndose con la apropiación plena de los resultados de esa libertad, que todavía se escribe en minúsculas, pero a la que se pretende con Mayúscula.
A René le tocó esa época en que la Era continuaba con otros disfraces, con la pretensión de ser impertérrita, disfraces y pretensión que ya comenzaban a desteñirse y a erosionarse cuando él, desde la poesía y el periodismo – primero-, se arrimaba junto a Rafael Peralta Romero, Raúl Bartolomé, Aquiles Julián, Denis Mota y otras/os, para desde la escritura, el periodismo y la publicidad, cantar y contar entonces los contornos de una esperada esperanza de la que destellan aspiraciones posibles, entre estas la de lectura, ésa que él estimaba como un "puente hacia la libertad primera".
Cuando él salía de la escuela de Comunicación Social de la UASD, a mediados de los ’70s del siglo pasado, donde se encontró con Juan Manuel García, Nita Adames, Sandra Meyers, Quiterio Cedeño, Claridania Moronta, Octavio Estrella, Miguelina Crespo, Osvaldo Santana, Margarita Marmolejos, etc., entraba yo para allí juntarme con muchos y muchas, Eli entre ellos, quien me compartió desde ese entonces su hermandad con Ramón -"una joven promesa de la poesía"- desde la que cabalgó hacia la prosa entroncando con René narrativas "a cuatro manos", y a mí, la oportunidad de acercarme al autor de "Días de radio".
Ya en el retiro, David Ortiz parece haber perdido "la mecánica" de seguir la bola para hacer el contacto demoledor que lo validara entre los mejores, Karl Anthony Towns despierta la ovación fanática y René, que desde “Burrito" -aquel periodiquito escolar en que se inició-, como El Quijote en Rocinante, cabalgó por lugares y aventuras que narra con el desenfado del "Caballero andante", pero con el tino y pertinencia del escudero acompañante.