Por Santo Salvador Cuevas
"Quemar las naves", es más que una expresión del lenguaje, equivale a la determinación de un guerrero a iniciar el combate y hacerlo sin retorno, sin importar los reveces, ni las dificultades del camino.
Para avanzar en la empresa (militar y/o político) con la audacia y la determinación de no volver atrás, lo primero que debe hacer el guerrero es dar la orden de "Quemar las Naves" y marchar con fe y decisión hasta el final.
La frase "Quemar las Naves" es atribuida a dos figuras y por tanto a dos hechos históricos acontecidos en lugares distintos y en épocas separadas en el tiempo por miles de años.
Hay quienes atribuyen "Quemar las Naves", al Conquistador de México Hernán Cortés, en el siglo XVI (1521), sus tropas al vislumbrar la superioridad numérica de los nativos, se amotinaron, amenazando con retroceder y abandonar las filas.
Hernán Cortés, previa recomendación del mando, ordena "hundir todas las naves" (no quemar) sembrando en las tropas la determinación de resistir hasta el final o morir.
La otra versión de "Quemar las Naves", se atribuye a Alejandro Magno en el siglo III o IV antes de la Era Cristiana.
En su libro: "Alejandro Magno. La excelencia desde el liderazgo", Manuel Campuzano narra que, al llegar a las costas de Fenicia, Alejandro Magno observó la gran superioridad en número de las tropas enemigas, lo que sembró el pánico y el olor a derrota.
El líder macedonio dio doble orden: 1. Desembarcar; y 2. Quemar todas las naves.
Reunió las tropas y le mostró cómo ardían las Naves, les dijo: "No hay vuelta atrás".
La única vía para retornar a casa era por el mar, arengó a sus tropas señalando las naves que ardían, y diciendo:
"Si queremos el reencuentro con nuestros seres queridos, tenemos que avanzar, destrozar al enemigo, tomar sus naves y en ellas vamos a retornar a casa".
En la política como en la guerra, no se juega al "amagar y no dar". Si la batalla por la conquista del poder va en serio, (entonces) no mandes “sí o no”, sin importar los reveces y las consecuencias, salga al frente, presente su plan de ataque y queme las naves, para no retornar hasta vencer o "morir".
En el encuentro del miércoles 3 de diciembre, Gonzalo Castillo estaba en capacidad de llenar de gente el Centro Olímpico, y lo digo en serio, no por sus condiciones materiales, sino por su fuerza moral, su capacidad de convocatoria y porque su candidatura "está de moda".
Puedo afirmar, como un acontecimiento novedoso, que no hubo en ese encuentro la famosa logística que ha primado en las últimas décadas la vida política nacional.
Los que asistimos de todo el país, lo hicimos con nuestro propio peculio, y afirmo que con igual voluntad se quedaron en las provincias cientos de compañeros protestando porque "no se les invitó".
No soy asesor de Gonzalo Castillo, apenas un humilde seguidor, pero aprecio que la próxima jornada por su candidatura presidencial debe estar presidida por él, mandar a otro a repetir lo mismo no ayuda y genera que la tasa de rechazo (por muy mínima del vocero' se le atribuya directamente al candidato.
No le veo sentido a decir "Gonzalo va" y ser otro quien lo diga y no Gonzalo.
Quemar las naves, equivale a enviar una carta al Comité Político del PLD asumiendo el reto del proyecto presidencial.
Quemar las Naves, es igual a crear la estructura provincial y municipal del proyecto.
Si vamos a quemar las naves, no mandemos. Salga con su equipo y ponga arder la primera nave.





