Hace unos días fui testigo de una conversación entre un comerciante minorista y una cajera de un almacén.
Aunque todo ocurrió con mucha tranquilidad y no hubo palabras groseras, me llamó la atención el tema.
El dueño del colmado, factura en mano, fue a reclamar a la cajera del almacén que lo estaban engañando.
Mostraba que hacía apenas unos días que compró un producto y lo vendió al precio establecido en esa fecha y que ahora estaba en problemas.
“Joven, debe haber un error, porque yo vendo este refresco a 20 pesos y ahora reviso y me sale a 21 pesos aquí en el almacén, eso es una dificultad muy grande", expresaba el señor.
Con mucha amabilidad la señorita le pidió la factura y pudo comprobar que era original y hasta tenía su firma.
"Es cierto caballero, pero ese precio ya tiene más de un mes así. Parece que usted no estaba chequeando el valor de los artículos al momento de pagar su factura", le dijo con toda la calma del mundo.
La respuesta no complació al cliente que sacó como conclusión que había vendido los refrescos por debajo del precio que lo había comprado, lo que le generaba pérdidas.
Aunque la cajera no tenía solución al caso, los presentes y el pequeño comerciante aprendieron la lección: "como están los precios en el comercio hay que abrir los ojos con estas subidas constantes y ajustar sus facturas”.
El mismo señor comentó que si eso estaba pasando con otros productos, él estaba perdido y botando el capital de su pequeño colmado.
Esta situación debía ser explicada a todos los minoristas y más a los tradicionales, que han perdido el ritmo de cómo van las cosas, en medio de esta inflación que el Gobierno trata de controlar, pero que al parecer tiene pérdida la batalla.
