Por Santo Salvador Cuevas
Desde nuestra vida adolescente, no sólo fuimos atentos observadores del devenir coyuntural en la vida político-social del país, sino también que formamos parte de una generación inquieta, militante, y comprometida con ideales de cambio y progreso.
Desde muy joven aprendimos que una columna básica de la democracia son los partidos políticos, su arraigo, la diversidad y también su unidad de contrario.
Desde la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina el 30 de mayo de 1961, hasta el 26 de marzo del 2023, el local de ningún partido de oposición jamás fue agredido ni su entorno atacado con bombas lacrimógenas, ni siquiera en los 12 años de represión y muerte que encabezó el doctor Joaquín Balaguer Ricardo, que es mucho decir, porque durante esa etapa vimos toda clase de abusos y atropellos, pero nunca jamás fue agredida la columna vertebral de la democracia que la constituyen la diversidad de partidos políticos existentes, más si se trata de estructuras partidarias reconocidas y financiadas por el mismo Estado dominicano.
En los 12 años de Balaguer, tanto don Juan Bosch como José Francisco Peña Gómez, fueron objetos de represión, de calumnias e intimidaciones, pero los locales del PRD y el PLD jamás fueron vejados.
Hay embriaguez de poder
Los medios escritos, radiales y tecnológicos son testigos de que el Comité Central del PLD fue convocado a reunión en su Casa Nacional para dar respuesta como partido a la solicitud de la Junta Central Electoral (JCE) que ha pedido definir el método para escoger los candidatos a cargos electivos de cara a las elecciones generales del 2024. A esa reunión fueron convocados más de 1,300 miembros de ese organismo con derecho a voz y voto.
La fecha coincidió con la audiencia en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva en donde se conocerían las medidas de coerción solicitadas por el Ministerio Público contra los acusados y detenidos en la llamada Operación Calamar.
Sin mediar ni profundizar, la Policía Nacional atacó con bombas lacrimógenas a los congregados en el local del PLD, con la intención de dispensarlos, aprecio yo, para que no llegaran en masa hasta el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva.
El caso es que mientras se pretendía evitar a los morados que se manifestaran contra lo que califican como una agresión política a sus dirigentes, en cambio, los miembros de Participación Ciudadana y de la Marcha Verde llegaron temprano con pancartas y banderas hasta el Palacio de Justicia para concentrarse masivamente en apoyo a las medidas coercitivas del Gobierno. Para estos últimos no hubo bombazos ni obstáculos que les impidiera llegar al palacio de Justicia.
Es lo mismo que pasa con la tan cacareada lucha contra la corrupción, 23 escándalos grandes de corrupción en esta gestión (y al más alto nivel) sin que para ello exista el más mínimo interés de al menos indagar qué pasa.
Estamos ante un poder con corruptos y manifestantes favoritos; con ciudadanos impedidos de protestar y ciudadanos con luz verde para expresarse, suficiente como saber de qué lado está, si del Gobierno o de la oposición.
Se confirma en el tiempo lo que Montesquieu decía: "Es una experiencia eterna que todo hombre revestido de poder siente una inclinación a abusar de él, yendo hasta donde encuentre límites".
De esa manera se confirma entonces aquello que decía Lord Acton: "El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente".
Si no se entiende la lógica del poder, la imparcialidad y tolerancia al actuar, se pueden soltar los demonios y empezar a ver la destrucción de avances sociales en orden de la democracia y el derecho que con tanto sacrificio este pueblo ha construido.
