martes, octubre 22, 2024

No todo lo brillante, es oro o diamante

Por Federico Pinales

La Justicia Americana, al igual que la democracia, ha sido proyectada y promovida como la mejor del mundo.

Por eso muchos le temen, especialmente los que no tienen recursos para costear sus complejos y costosos procesos burocráticos.

Son muy pocos los poncha tarjetas que pueden pagar los servicios de un buen abogado, honesto y responsable, para llevar un caso en los tribunales en contra de un poderoso o de una empresa violadora de los derechos de los trabajadores.

Hay situaciones en las que las cortes les asignan abogados de oficio a ciertas personas de escasos recursos, para defenderse de algunos tipos de acusaciones de tintes criminales, pero en la mayoría de los casos, esos mismos abogados del Estado, para no trabajar mucho, les recomiendan a sus “clientes” que se declaren culpables, a cambio de una pena reducida.

En estos casos, esos acusados no tienen que delatar a nadie, como sucede con los criminales de alto perfil y los traficantes de drogas.

Sin embargo, al obligarlos a acepar “sus culpabilidades,” por crímenes o un delitos que no cometieron, obedeciendo a esos tipos de chantajes de parte de sus abogados, en el sentido de que si no lo aceptan pueden ser condenados a una pena mayor, se está cometiendo una injusticia moral y espiritual, al mandar a la cárcel a personas inocentes, además de dañarles sus récords para siempre.

En el caso de los que hacen un esfuerzo macro para contratar un abogado privado, sucede algo peor, porque si el caso es un poco complejo y a los afectados se les terminan los recursos, el profesional del derecho los abandona o les recomienda que se declaren culpables, a cambio de una pena mínima.

Cuando se trata de casos civiles, donde hay mucho dinero por el medio, se da el típico caso del pleito entre el huevo y la piedra. El más poderoso termina comprando al abogado de la parte más débil. Y si el abogado de la parte más débil no se deja comprar, entonces el demandado refuerza su equipo jurídico para explotar a su contendor, valiéndose de todas las triquiñuelas que permite el ejercicio del derecho, para vencer al oponente por cansancio o falta de recursos, como le sucedió a este servidor, en la Universidad Católica Saint Jhon, de Nueva York, donde presté servicios, como supervisor, por más de 15 años, y de donde renuncié en el año 2009.

Luego de mi retirada, demandé a la Compañía Compass GRUP por un millón de dólares, acusándola de una serie de delitos que probé hasta la saciedad.

Cuando se sintieron perdidos, contrataron tres abogados, lograron sacar el caso de la Corte Estatal y llevarlo a la Federal, donde sabían que para mí era económicamente imposible seguir peleando.

Aún así, le seguí dando la batalla, hasta que lograron neutralizar a mi abogado, al cual, irónicamente, tuve que pagarle tres mil dólares para que retirara el caso. Y firmarle un documento a la compañía, mediante el cual me comprometía a no volver a demandarla jamás.

Esas mismas artimañas les han permitido a grandes delincuentes salir airosos y burlarse del sistema y de toda la sociedad.

En conclusión, para mí , la justicia tardía es injusticia y es efectiva para los adinerados o para el gobierno cuando quiere aplastar a alguien, chiquito o grande, plebeyo o famoso.

 

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