Por Omar Santana
El huracán Helene, que azotó el sureste de Estados Unidos la semana pasada, ha dejado una huella de destrucción con al menos 93 muertos, de acuerdo con el New York Times, y daños estimados entre 15 mil millones y más de 100 mil millones de dólares.
Después de tocar tierra en Florida como una tormenta de categoría 4, Helene continuó su trayectoria destructiva a través de Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y otros estados, y dejó millones de personas sin electricidad en sus viviendas y negocios y paralizó ciudades y comunidades enteras.
Balance de los daños
Florida
Helene tocó tierra en la región de Big Bend, en la costa del Golfo de Florida, como una de las tormentas más poderosas jamás registradas en el área, con vientos de 140 millas por hora (225 km/h). El huracán rompió récords de marejada ciclónica, alcanzando alturas de hasta 15 pies (4.5 metros) en algunas zonas, inundando ciudades costeras y destruyendo hogares que habían permanecido en pie durante décadas.
La comunidad de Cedar Key fue devastada, con informes que describen la zona como "completamente destruida". En Keaton Beach, las autoridades locales confirmaron que el 90% de las viviendas fueron arrasadas por la marejada ciclónica. Estos hechos siguen a una serie de huracanes que han afectado la región en los últimos años, lo que ha dejado a muchos residentes cuestionando la viabilidad de seguir viviendo en áreas propensas a estos fenómenos.
Carolina del Norte
Carolina del Norte ha sido uno de los estados más golpeados por Helene, especialmente la región occidental. La ciudad de Asheville y otros condados, como Buncombe, sufrieron una de las peores catástrofes en la historia reciente de la región.
El sheriff del condado de Buncombe, Quentin Miller, informó que al menos 30 personas murieron en el área. "Es una catástrofe de proporciones históricas", afirmó el gobernador Roy Cooper a CNN, al señalar que muchas personas en las montañas de Carolina del Norte nunca habían visto algo semejante.
Las lluvias torrenciales y los deslizamientos de tierra causaron el cierre de más de 400 carreteras, dejando aisladas a comunidades enteras. Las estaciones de servicio agotaron sus reservas de combustible y los residentes tuvieron que esperar horas en fila para poder obtener gasolina. Además, muchos habitantes se quedaron sin servicio de telefonía móvil, lo que dificultó aún más los esfuerzos de rescate y comunicación.
La situación en Carolina del Norte ha sido particularmente difícil, ya que la restauración de los sistemas de agua potable en Asheville podría tardar semanas, según las autoridades locales.
Destrucción en todo el Sureste
El huracán no solo dejó su marca en Florida y Carolina del Norte, sino que también provocó destrucción en Georgia, Tennessee, Carolina del Sur y Virginia. En Georgia, se reportaron 17 muertes, mientras que en Carolina del Sur se confirmaron 25 fallecidos, incluidas dos muertes de bomberos voluntarios que fueron alcanzados por un árbol mientras respondían a emergencias.
En Tennessee, el diluvio amenazó con derrumbar la presa de Nolichucky, mientras que helicópteros fueron llamados para rescatar a decenas de personas atrapadas en el techo de un hospital en medio de las inundaciones. En Atlanta, aunque la ciudad no fue golpeada directamente por la tormenta, varias áreas residenciales sufrieron inundaciones y unos 100,000 hogares quedaron sin electricidad.
Repuestas del Gobierno Federal
Ante la magnitud de la destrucción, el presidente Joe Biden declaró desastres mayores en Florida y Carolina del Norte, y emergencias en otros estados, como Tennessee, Georgia, Carolina del Sur y Virginia.
Fueron desplegaron más de 1,270 rescatistas de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) para asistir en las operaciones de búsqueda y rescate. Biden también informó que viajará a las áreas afectadas esta semana para evaluar los daños.
Equipos de rescate de 19 estados y del gobierno federal están trabajando para llevar alimentos y agua a las comunidades aisladas, así como para restablecer los servicios esenciales.
La vulnerabilidad histórica de las regiones del interior de EE. UU.
Aunque las áreas costeras suelen soportar la mayor parte de los daños de los huracanes, el huracán Helene y tormentas pasadas revelan cómo las comunidades del interior también están en gran peligro. En las montañas del oeste de Carolina del Norte, los remanentes de huracanes anteriores han causado inundaciones catastróficas. Los datos históricos muestran que, incluso lejos de la costa, Asheville y otras partes de la cuenca del río French Broad han sufrido graves daños por ciclones tropicales. Craig E. Colten, profesor emérito de Geografía, Universidad Estatal de Luisiana, destaca los desafíos únicos que enfrenta esta región.
En 2004, los huracanes Frances e Ivan generaron lluvias intensas en Carolina del Norte, haciendo que los ríos en el área de Asheville se desbordaran, causando destrucción generalizada.
La región se inundó nuevamente cuando los remanentes del huracán Jeanne la golpearon poco después. En 1916, tormentas tropicales consecutivas causaron inundaciones récord, y el río French Broad subió más de 23 pies, arrasando puentes, viviendas y negocios. Aunque la preparación para desastres ha mejorado desde entonces, el huracán Helene demuestra que la amenaza de inundaciones en el interior sigue siendo significativa.
¿Por qué ocurre esto y cómo se incrementa con el cambio climático?
A medida que el clima se calienta, huracanes como Helene se espera que sean más intensos, trayendo consigo lluvias más fuertes incluso cuando avanzan hacia el interior, señala el profesor Colten.
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), el 2024 podría ver hasta 25 tormentas con nombre, de las cuales entre ocho y 13 podrían convertirse en huracanes.
La amenaza de tormentas múltiples que toquen tierra en rápida sucesión está aumentando, al igual que su impacto devastador en las regiones del interior que no están acostumbradas a este tipo de clima extremo.
Colten señaló que Helene es un recordatorio sombrío de que los registros históricos ya no son suficientes para guiar la planificación ante desastres. El oeste de Carolina del Norte ha comenzado a tomar medidas para abordar estos desafíos. El condado de Buncombe, donde se encuentra Asheville, ha modificado sus planes de mitigación de riesgos para incluir los peligros de huracanes, y se han implementado medidas de prevención de inundaciones.
Las nuevas construcciones en áreas propensas a inundaciones ahora deben ser elevadas, y se están mejorando los sistemas de gestión de aguas pluviales para hacer frente a las lluvias más intensas. Pero, como señala Colten, estos esfuerzos pueden no ser suficientes.
Con temperaturas oceánicas más cálidas y húmedas en la atmósfera, es probable que la escala de futuras tormentas supere todo lo que hemos visto hasta ahora. Las comunidades en todo el sureste de EE. UU., tanto costeras como del interior, deben repensar sus enfoques para la preparación ante huracanes como Helene.
En Asheville, por ejemplo, se han creado espacios verdes a lo largo del río French Broad, y se han ampliado las presas para retener más agua de tormentas. Estas medidas representan un importante avance, pero los costos de renovar la infraestructura existentes son inmensos y muchas áreas aún son vulnerables, según advierten los expertos.