viernes, mayo 17, 2024

Los motoristas dominicanos desafían a Saramago

Por Alfonso Tejeda

Sin saber quién fue José Saramago, los motociclistas dominicanos parecen desafiar su irónica y tragicómica novela “Las intermitencias de la muerte”, pues como un “hecho absolutamente contrario a las normas” de la regulación de tránsito, la sensatez y el comedimiento, cuál si fuera una conducta suicida, los accidentes que protagonizan y provocan esos conductores, resultado la mayoría de las veces de la irresponsabilidad, el consumo de alcohol y el desprecio a la vida, parece que transitan en competencia para determinar cuál llegará primero a la muerte.

Tal vez, esos “muertohoritas” ( como muchos los llaman por la frecuencia en que mueren, víctimas de accidentes) buscan “certificar” la pretendida elaboración teórica de Freddy Beras Goico, -que de casi todos se burlaba y todo lo convertía en chiste- quién decía que las motocicletas son un instrumento fabricado por Japón para vengarse del mundo por las muertes provocadas con el lanzamiento de bombas nucleares contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en 1945 , las que destruyeron también importantes bienes y recursos.

Y es que contrario al argumento de la novela, donde la muerte se suspendió, en República Dominicana, cada día se conocen y confirman informaciones que dan cuenta de las víctimas de colisiones, deslizamientos y variadas situaciones en las que motociclistas y acompañantes resultan muertos y/o heridos/as, tal  como ocurrió recientemente en el Higuito, en la carretera que lleva a Barahona, donde cuatro jóvenes murieron (tres de ellas mujeres con menos de 30 años cada una) y salió herido un quinto del grupo de viajeros iban sin bombillas delanteras, chocaron de frente durante la noche, lo que terminó como una tragedia desconcertante en la comunidad de Fondo Negro, donde vivían las fallecidas.

Si en la novela de Saramago concitó preocupación -hasta convertirse en un problema de Estado- lo que se llamó “la huelga de la muerte”, que llevó a familiares de algunos que ansiaban y, por tanto clamaban se definiera definitivamente la situación, a inventarse quisondas como las de cruzar fronteras para llevar a sus parientes al  lado donde la muerte no los alcanzaba de inmediato, los motoristas dominicanos, en cambio, buscan la muerte sin necesidad de subterfugios, pues con su manera de conducir sus vehículos les sobran incidentes y accidentes, los que llevan “al otro mundo”, o resultan heridos.

Las estadísticas más recientes -de agosto de este año- dan cuenta “que de las 2,921 personas que en 2022 perdieron la vida en accidentes de tránsito, 1,670 viajaban en motocicletas, lo que convierte a los vehículos de dos ruedas en el medio de transporte más mortal en la República Dominicana, con un 57 % de los fallecimientos reportados”, según el organismo responsable del tránsito terrestre en República Dominicana, donde los últimos accidentes han sido más catastróficos, tal como los sucedidos en la zona este del país.

Aunque en esa evaluación se anota una pequeña disminución de muertes por accidentes en relación al año 2021, el país se ha colocado en el quinto lugar en el mundo donde más accidentes de vehículos con saldos de víctimas/población, que es para llamar la atención de las autoridades, las que, sin embargo, poco han hecho para enfrentar el problema que también produce cuantiosas pérdidas en recursos económicos, demanda de hospitalización por los heridos y que también lastra a decenas de personas que pierden miembros de sus cuerpos .

Que desconozcan a Saramago es hasta exonerable -y me atrevo a aventurar que si el novelista hubiese conocido a los motoristas dominicanos, el argumento de su novela fuera otro, porque estos les desafían “la huelga de muerte”, lo que es ya incomprensible es que los motociclistas sigan conduciendo de la manera como lo hacen, sin importarles las consecuencias de su temeraria actitud; como es inaceptable que las autoridades hayan dejado que ese problema sea de difícil solución -por la entronización que ha alcanzado- donde todo parece guiarse bajo el régimen de “ laissez faire laissez passer”.

Esa desatención de las autoridades a tan peliagudo problema social, y la irresponsable conducta de los motociclistas, hasta ahora “garantizan”, lamentablemente, que la afirmación: “al día siguiente nadie murió”, con la cual Saramago inició la novela. En el caso dominicano se convierte en una pregunta: ¿cuántos serán los muertos mañana?

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