Por Yoranmi Santiago
SANTO DOMINGO. – Basta ir a un cumpleaños infantil y ver a los niños comer dulces, bizcocho y tomar refresco para darnos cuenta de lo que pasa: se ponen hiperactivos, gritan, saltan, bailan, juegan… y si la fiesta dura lo suficiente seremos testigos de cómo se les acaba la batería.
¿La razón? El azúcar actuó en ellos como hace en los adultos generando un exceso de energía que pronto se agota y necesita más y más ingesta de azúcar para volver a subir. Como pasa con las drogas, porque el cerebro humano responder igual a la droga y al azúcar.
Entendiendo esto y conscientes de su nulo aporte nutricional, cada vez más gobiernos han legislado en contra del azúcar, ya sea forzando la reducción de su cantidad en los productos o castigando su consumo mediante impuestos selectivos.
Hasta 2022, al menos 73 países habían aplicado impuesto selectivo a las bebidas azucaradas. De estos, 21 son de América Latina y el Caribe, entre ellos no figura República Dominicana, a pesar de que en 2021 se contempló este impuesto en el proyecto de reforma fiscal.
Obesidad en República Dominicana
La evidencia internacional apunta a que estos impuestos han tenido como resultado una reducción en el consumo de los productos. No obstante, en el país son pocas las voces que apoyan gravarlos, a pesar de la data científica que relaciona el azúcar con enfermedades como diabetes, hipertensión u obesidad.
Sobre obesidad, la información más reciente en el país es de 2021. Para entonces el ministerio de Salud Pública realizó su jornada nacional de hipertensión arterial, enfocada en la prevención de diabetes y obesidad. En ella encontraron que el 33.6% de las 7,949 personas abarcadas en 100 puntos del país eran obesas y otro 36.5% estaba en sobrepeso. Esto significa que un 70.1% de las personas que participaron en la jornada tenían problemas de peso.
Hace unos años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) le "declaró la guerra al azúcar". Al fijar su posición oficial establecieron que la reducción en el consumo de azúcares libres o añadidas en adultos dio como resultado una reducción del peso corporal.
A pesar de esto, en el país se siguen comercializando sin ningún reparo las bebidas azucaradas (refrescos, sodas, jugos, tes, energizantes, etc.).
Resultados
En 2014, México aplicó un impuesto de 11% a las bebidas altas en azúcar, esto dio como resultado una baja de 37% en el consumo de esos productos dos años más tarde. En este país se estima que el impuesto sobre estas bebidas prevendrá entre 86,000 y 134,000 casos de diabetes tipo 2 para 2023 y en un 2,5% la prevalencia de la obesidad.
Para 2018, Reino Unido aplicó un impuesto a las bebidas azucaradas, forzando así a la industria a reducir el contenido de azúcar de sus productos y reemplazarlo por edulcorantes. Esto dio como resultado que las personas en promedio consumían una bebida azucarada menos a la semana.
Lo mismo hizo Sudáfrica. Un impuesto del 10% en las bebidas azucaradas consiguió la reducción de 29% en el consumo de estos productos y, por consiguiente, un 51% menos de consumo de azúcar.
Proyecciones apuntan a que, en 2030, 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 7 hombres tendrá obesidad, hablamos de aproximadamente 1,000 millones de personas. Para prevenirlo, la OMS ha establecido en 12 cucharaditas el consumo diario de azúcar para los adultos, a modo de frenar la epidemia de la obesidad.
¿Por qué la consumimos si hace daño?
Estudios han demostrado que el azúcar causa en el cerebro el mismo efecto que las drogas al activar el estado de recompensa. Esto hace que cada vez la persona quiera más azúcar, que no se aburra de consumirla como ocurre con los alimentos saludables.
La nutrióloga Betsabé Morillo advierte que el azúcar es “ocho veces más adictiva que la cocaína”. Aun así, el país carece de regulaciones para este comestible que está presente en la vida de los dominicanos desde sus primeros años.
“Si, por ejemplo, eres una persona que consume muchos alimentos altos en azúcares, tu cerebro se va volviendo más lento con el tiempo, lo que significa que la calidad de tu pensamiento cada vez va a ser más desgastada, más deficiente y de pronto estás diciendo: yo tengo problemas de memoria, yo siento que estoy más lenta al tomar decisiones. Y todo esto tiene que ver con tu alimentación”, orienta.
A pesar de que cada vez las personas hacen conciencia de su alimentación y se toman el tiempo de leer etiquetas, la azúcar se disfraza con decenas de nombres, entre ellos: sacarosa, melaza, jarabe de maíz, fructosa, concentrado de jugo de fruta, sorbitol, malitol, hidrolizados de almidón hidrogenados, sorbitol, xilitol, manitol o maltitol…
En la Universidad de California (UCLA) un estudio con ratas demostró que mientras más azúcar consumían los roedores mostraban alteraciones compulsivas muy similares a las que presentan los adictos a las drogas.
De ahí la importancia de encontrar estrategias para reducir su consumo y así frenar el avance de condiciones de salud tan riesgosas como obesidad, diabetes o hipertensión.
Beneficios del impuesto
En su investigación “Impuestos selectivos al consumo de bebidas azucaradas en América Latina y el Caribe” la Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala:
“Se ha dicho que los impuestos selectivos sobre las bebidas azucaradas ofrecen un beneficio triple para los gobiernos, porque 1) mejoran la salud de la población, 2) generan ingresos tributarios y 3) pueden reducir los correspondientes costos de atención de salud y pérdidas de productividad a largo plazo”.
Los puntos 1 y 2 quedaron evidenciados con el informe El impacto del precio en el consumo de bebidas azucaradas en República Dominicana. El estudio fue realizado en 2019 por la OPS, el gobierno japonés y el Banco Mundial.
En sus conclusiones, este estudio estimó que un gravamen del 20% en las bebidas azucaradas reduciría en un 18,5% su consumo. En contraste, implicaría una recaudación entre 7,200 y 7,500 millones de pesos. Estos fondos perfectamente podrían aplicarse a programas de salud preventiva o atenciones médicas a pacientes con diabetes, hipertensión y demás condiciones asociadas a la ingesta de azúcares.
“La aplicación de un impuesto a las bebidas azucaradas es deseable desde el punto de vista de la salud. De implementarse, esto debería hacerse por medio de un impuesto específico, actualizado con regularidad para evitar que pierda su eficacia con la inflación y el crecimiento económico. El monto de este impuesto debería definirse según el contenido de azúcares agregados en las bebidas. De esta manera, las bebidas con mayor cantidad de azúcares agregadas tendrían un impuesto mayor. Esto tendría, al menos, dos efectos positivos. El primero es el de incentivar a los consumidores a dejar de consumir estas bebidas o, al menos, a preferir bebidas azucaradas con menor contenido calórico. El segundo es el de incentivar a los productores a reformular sus productos, para reducir o eliminarlas azúcares”, indica el informe.
A pesar de toda la evidencia internacional, la medida encuentra oposición en el país, apelando a la poca practicidad o viabilidad de su aplicación.
“A pesar de toda esta evidencia no creo conveniente que estos impuestos se adopten en el país, al menos no todavía. El argumento es más bien práctico: con un sistema tributario lleno de figuras impositivas de baja recaudación y de difícil administración, establecer otro impuesto adicional simplemente complicaría más el sistema. En adición, hay muchos bienes que hacen daño a la salud y poner impuestos a uno de ellos abriría el camino para que luego se sigan fijando impuestos a otros rubros. Tal vez se puede lograr el objetivo de salud pública con otras herramientas, como la educación”, expresaba recientemente Magin Díaz.
Para este año el ministerio de Salud Pública tiene prevista una encuesta nacional de salud, para determinar el estado real del país. Probablemente, cuando se tengan estos resultados que se reactive el debate sobre medidas de salud preventiva para cuidar a los dominicanos de sus hábitos alimentarios.
Mientras eso ocurre, queda a la conciencia individual, y en particular, a los padres, cuidar el consumo de azúcar en día a día para una vida más sana.