Por Octavio Santos
Guillermo Moreno se la juega todas en este proceso electoral.
Moreno, el líder de Alianza País, echó a un lado sus pretensiones a la presidencia de la República para conformarse con la senaduría por el Distrito Nacional.
Moreno, asumido ahora como el candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM), sepulta con su decisión a su Alianza País, que ha pasado al olvido, y solo él sobrevive, pero como una posibilidad.
Si gana
Pero esa posibilidad podría convertirse en el fin de su carrera presidencial. Si gana, ahí termina, como senador, y si gana el presidente Luis Abinader, como un hombre a su servicio en el Senado, sin certeza de que podría constituirse en presidente de ese órgano, sin antes librar una guerra de disminución con sus nuevos compañeros perremeístas.
La derrota
La otra posibilidad, la derrota ante un joven profesional y dirigente político, el diputado Omar Fernández, vería terminar su carrera política. Quedaría aniquilado como dirigente de su propia organización, donde resultaría humillado, con una debilitada autoridad política y moral, sometido a cuestionamientos de sus compañeros.
Incluso, derrotado, corre el riesgo de perder totalmente el control de su organización, donde ya tuvo dificultades por una cuestión que no viene a cuento discutir, o porque no pudo cohabitar con el liderazgo de Minou Mirabal.
Y obviamente, sus aspiraciones presidenciales se irían rotundamente a pique. Sus posibilidades de convertirse en algún momento en presidente de la República se tornarían imposibles, a lo sumo, remotísimas.
En pocas palabras, en estas elecciones, Guillermo Moreno se juega más que lo que podría ganar, la senaduría, sino su propia carrera política.
Siendo así, se trata de una apuesta peligrosa, a la que, para muchos, no debió jugar, gane o pierda.
Porque se le veía como una posibilidad para liderar un sueño: un fuerte movimiento de izquierda o de corrientes liberales que catapulten el progresismo en República Dominicana, a través de un canal en su momento idóneo: Alianza País.
