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Por Federico Pinales
El núcleo familiar es un estado en miniatura , rodeado de fronteras peligrosas, de las cuales sus integrantes deben protegerse cuidadosamente, como si se tratara de una gran nación.
Los matrimonios, como ejes fundamentales de los núcleos familiares, son los responsables de cuidar, proteger y administrar esa miniatura de Estado, como el primer embrión de la gran sociedad, para alimentar a esta con productos sanos y bien terminados.
Es responsabilidad de las parejas matrimoniales evitar la contaminación que provocan supuestas amistades y familiares tóxicos, que con apariencias de buenos samaritanos, se introducen sigilosamente y terminan envenenando el ambiente, hasta lograr introducir el germen de la discordia entre ellos, lo cual luego se traduce en violencia doméstica intrafamiliar, envolviendo a esposos, hijos y familiares cercanos.
Ningún matrimonio debe permitir que padres, madres, hermanos, compadres y supuestos amigos se acerquen con la intención de trazar pautas y a dar consejos que no les han solicitado.
Si surge algún conflicto interno sin la intervención previa de factores externos, no confíen sus intimidades a nadie que no sea un profesional especializado en asuntos matrimoniales. De lo contrario, estaría dando cabida y armas a los enemigos encubiertos, que promueven y provocan conflictos matrimoniales para sacar algún beneficio económico o sentimental, de uno de los dos o de algún otro miembro del núcleo familiar.
Los supuestos amigos y amigas, salvando raras exclusiones, en la mayoría de los casos son los responsables de muchas desgracias matrimoniales e intrafamiliares. De ahí la necesidad de cuidar las fronteras de ese pequeño Estado Sagrado, para evitar que de allí salgan los delincuentes y crimínales del futuro.
Si los padres se pelean delante de los hijos, les están enseñando a ser violentos, si mienten les están diciendo que mentir es normal y si roban, peor aún.
Si un hombre golpea a su esposa o a sus hijas delante de los hijos varones, los está enseñando a reproducir esa mala conducta y les está diciendo a las hembras que deben ser sumisas ante sus futuros verdugos.
Él tiene derecho a corregir y a disciplinar, como jefe de familia y administrador del Estado en miniatura, lo cual no le da derecho a maltratar ni a humillar a nadie, para no crear sentimientos de odios, que luego se multiplican como la verdolaga en perjuicio de toda la sociedad, porque cuando esos muchachos crezcan, se casen y tengan hijos, van a tratar a las mujeres y a sus descendientes como lo hacían su progenitores.
Si queremos acabar con la violencia intrafamiliar, debemos empezar a atacar el problema en sus raíces más profundas y esa es una de ellas.