sábado, julio 27, 2024

La violencia intrafamiliar (2)

Por Federico Pinales

En la zona donde nací y viví hasta iniciar mi adolescencia, había 40 hombres con 110 mujeres, entre esposas, primeras, segundas, terceras y hasta cuartas “queridas”, a las cuales usaban como objetos sexuales, “sirvientas” y esclavas modernas, a quienes maltrataban en todos los sentidos, sin resistencia, por la dependencia económica y social de estas infelices.

Estos hombres, en su mayoría hacendados, caficultores, comerciantes y ganaderos, con propiedades en diferentes pueblos o asentamientos rurales, donde por su posición económica se erigían en los caciques, con “derechos” a las mejores doncellas, a las que les construían un rancho de madera o una casa modesta, de acuerdo a las posibilidades económicas y al nivel social de las muchachas, muchas de ellas menores de edad.

Los padres preferían que sus hijas fueran las terceras o cuartas queridas de un hombre de esos y no la esposa de un obrero. Peor aún, había algunos que sencillamente se las embarazaban con 15 y 16 años, se las dejaban en la casa y nada pasaba legalmente, porque el padre le debía algún favor o era empleado del violador pudiente, a quien nadie osaba someter a la justicia, por temor a las consecuencias.

Todas esas vivencias me causaban repugnancia, pese a mi corta edad. Por eso, desde que salí del campo, cerré filas apoyando las luchas contra los maltratos de los hombres hacia las mujeres, hacia los niños y hacia los animales. 

Tanto es así, que en todos los programas de radio que me tocó dirigir en Radio Clarín y Radio San Cristóbal, le cedía gratuitamente 10 minutos al Grupo “Nosotras”, para que difundieran sus ideas feministas.

Mientras todo esto sucedía, trabajaba internamente dentro de mi núcleo familiar para mediar y evitar la lucha de poderes entre mis progenitores, que se traducía en violencia verbal y física, que a su vez afectaba a los hijos, como ocurre en la mayoría de los hogares, aunque ello no salga a la luz pública.

La universidad de la vida me ha enseñado que muchos hombres siguen siendo abusadores, provocadores, irresponsables y violentos, merecedores de ser sacados de circulación, mediante procesos judiciales, justos e imparciales, no basados solamente en la versión unilateral de una señora interesada en hacerle daño por gusto, venganza, celos o cualquier otro motivo perverso, a veces promovidos y manipulados por terceras personas, del entorno “amistoso” o familiar, para cuyos propósitos el hombre esté siendo un obstáculo.

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