Por Alfonso Tejeda
La próxima semana, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) celebrará el 487 aniversario de su fundación, instituida entonces como la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomas de Aquino, en 1538, que fue la primera de su género en establecer por la corona española en el continente, hoy herencia resaltable de aquel extraviado encuentro de unos marineros de su ruta original pero con crecientes ansias de apropiación sin límites, condiciones estas, extravío y ansias, que parecen normar el derrotero de la academia.
Octubre y abril son dos meses marcados en la historia de la institución: el primero, forjándole la nueva concepción a partir de las movilizaciones juveniles y populares que en 1961 tuvieron escenario en Ciudad Nueva, cuando reclamando el Fuero Universitario como acción base para la autonomía de la academia, y abril del 1965,a partir del cual se compactó lo que sería un año después el Movimiento Renovador, que a decir de Jesús de la Rosa -uno de sus integrantes- la transformó de elitista a una popular, democrática, participativa.
“En síntesis, la Universidad Autónoma de Santo Domingo después del Movimiento Renovador, no fue lo que muchos pensaron que debió ser, pero, al menos, dejó de ser lo que por más de treinta años había venido siendo”, concluía De la Rosa en un artículo del 2018, en el que recordaba a muchos de los participantes: Josefina Padilla, Jacobo Moquete, Marcelino Vélez Santana, Hugo Tolentino Dipp, Andrés María Rafael Kasse Acta; Julio César Castaños Espaillat, Andrés y Antonio Avelino García, unidos a los líderes estudiantiles Luis Ibarra Ríos, Cayetano Rodríguez del Parado, los Antonio y Narciso Isa Conde, Asdrúbal Domínguez, Josefina Lora Iglesias, Amín Abel Hasbún, Virgilio Bello Rosa, Romeo Llinás, Franklin Almeyda, Teobaldo Rodríguez, profesores y estudiantes que apenas hoy son referentes de ocasión.
La UASD de este ahora es una lastimera entidad que apenas influye en los acontecimientos nacionales, y cuando se menciona, casi siempre es desde las quejas, desde la frustración de pretensiones que se les concedían como posibilidades que marquen su accionar cotidiano en las discusiones, propuestas y participación de los temas del país, cambiando su agenda por la inmediatez de los beneficios de los grupos internos y las prácticas para alcanzarlos, sin inmutarse.
Llama la atención que la academia propicie ferias para la adquisición de vehículos a sus empleados y profesores y que se desconozcan cuáles aportes ha hecho para solucionar el grave problema que es hoy el tránsito en las ciudades y el transporte en el país, así como haber auspiciado -en una especie de “garatas sin puños”- por esa trastocación de objetivos, convertir la diversidad y amplia concentración de recursos naturales que era Engombe, en una abigarrada zona de concreto, destruyendo una gran reserva ambiental.
Es mandatario reconocer que la UASD sigue siendo la mayor posibilidad de que los sectores populares encuentren un espacio para alcanzar un título universitario, título mismo que es de los más devaluados entre las principales cinco universidades del país, resultado del extravío de su misión principal, aquella que hace 59 años asumió, y que hoy ni siquiera parece en disposición de enmendar, sin que tenga que “morderse la cola”.