domingo, diciembre 1, 2024

La presencia haitiana en la agenda política y la latente amenaza de la repetición de una matanza como en 1937

Por Osvaldo Santana

No falta mucho para que se cumplan los 100 años de la brutal matanza de 1937 contra  miles de haitianos en la República Dominicana, por una orden directa del dictador Rafael Leónidas Trujillo, y es poco lo que queda, tanto tiempo después de esos horribles hechos en la memoria nacional. A fin de cuentas, para muchos, lo mejor sería el olvido, pero aquellos pueblos que ignoran u olvidan su historia terminan repitiéndola dramáticamente, con consecuencias gravísimas.

Pero quienes han estudiado aquellos acontecimientos, o leído algunos trozos sobre lo que ocurrió, o han podido escuchar algunas narraciones de voces de quienes vivieron esa época, deben inquietarse ante algunos conatos de intolerancia que por momentos se producen en la República Dominicana, con el aliento de los denunciantes irracionales, sobre la presencia haitiana en estos tiempos.

En San José La Mina, en Santiago, un grupo de hombres y algunas mujeres salió a las calles para reclamar que saquen a los haitianos de la zona, porque están “cansados de los constantes robos y atracos perpetrados supuestamente por haitianos”, recogió el Listín Diario el pasado 11 de abril. 

“Los dirigente comunitarios dieron un plazo de 48 horas a las autoridades de Migración de Santiago, para que inicien los operativos de deportación de los indocumentados haitianos, ya que, según ellos, se han apoderado de los barrios San José y La Mina. De lo contrario, se verán en la obligación de iniciar con la expulsión forzosa de cada uno de ellos” (Listín Diario).

En la misma fecha, los medios recogen el horror de una menor haitiana de 14 años que, según denuncias de sus familiares, fue violada por un agente de la Dirección Nacional de Migración en Verón, provincia La Altagracia.

También en el Centro Histórico de Santiago, un sargento de la Policía Nacional, negro, fue agredido a palos por tres agentes de la Dirección General de Migración (DGM) que lo “confundieron con un ciudadano haitiano”.

El alistado Onesis Solís Contreras, de 30 años denunció en la Fiscalía de la ciudad que sin mediar palabras los agentes de Migración le cayeron a palo, sin pedirle documento ni nada. Simplemente, lo vieron con características que los hicieron presumir que era haitiano.

En el Distrito Nacional, cientos de “nacionalistas” de una denominada “Antigua Orden Dominicana”, marcharon el domingo 14 de abril con mensajes alusivos a la lucha contra la supuesta instalación de campos de refugiados haitianos en República Dominicana.

Hace 87 años, “… solamente en Santiago, el Ejército capturó entre mil y dos mil haitianos, los encerró al igual que un rebaño dentro de un patio contorneado por dependencias del gobierno, y se entregó a la tarea de decapitarlos sistemáticamente con machetes, siendo utilizada esta arma todas las veces que fue posible con preferencia a las de fuego, con el fin de simular un ataque espontáneo de parte del enfurecido campesinado haitiano.

“En Montecristi otro numeroso grupo de haitianos fue obligado a marchar a punta de bayoneta, con los brazos atados, hasta la extremidad del muelle, donde fueron ahogados mediante el sencillo expediente de empujarles a las profundas aguas. En Dajabón, sobre la orilla del Masacre, miles de haitianos fueron derribados a machetazos y a tiros de rifle cuando trataban de refugiarse… Los cadáveres obstruían el río. Miles de ellos se amontonaban en los oscuros vallejos, en las calles de las aldeas, en los caminos vecinales y en la apacible campiña. Regueros de sangre corrían por los polvorientos caminos rurales de un lado a otro de la frontera…” relata Robert D. Crassweller, en su obra “Trujillo, la Trágica Aventura del Poder Personal”.

Aquella vez, fue la decisión de un hombre, Trujillo, que ordenó la matanza contra civiles inocentes haitianos en una operación brutal que comenzó en la franja fronteriza y se extendió a todo el territorio, excepto en los campos cañeros del Central Romana en el Este del país.

Ahora, el gobierno primero, antes y después de la iniciativa haitiana de construir el canal sobre el río Masacre o Dajabón, desató una campaña de “defensa de la patria”, de la nacionalidad, del territorio nacional, mientras, miles de haitianos atraviesan cada mes la frontera.

La oposición, que ha visto cómo el gobierno ha capitalizado la campaña contra la migración de los haitianos, igual se ha agregado al rechazo de las migraciones ilegales. El centro de la cuestión ahora es la idea volantera de que se construirán campamentos para haitianos del lado dominicano de la isla.

En pocas palabras, la pasión anti haitiana ha sido elevada al máximo, primero por el oficialismo en campaña, y luego, la oposición que se ha plegado a la misma, bajo el entendido de que puede resultar de alta rentabilidad política. 

Ambas partes ignoran el proceso histórico durante el cual cientos de miles de haitianos, quizás ya dos millones, se han establecido en República Dominicana con la tolerancia de todas las administraciones, después del fin de la tiranía de Trujillo.

Con la crisis en Haití, cuando la migración se ha expandido, y es tema de la campaña electoral, más que nunca, la “presencia haitiana”, se cierne como una amenaza para la paz pública, estimulada sobre todo por los nacionalistas conservadores, ahora con el aval de algunos “progresistas”.

Una mirada a la historia debe ser útil como advertencia acerca del riesgo de que la población civil, estimulada por la campaña irresponsable de los políticos, sobre todo del oficialismo, devenga en persecuciones contra los haitianos.

En estos momentos, a nadie se le ocurre que en República Dominicana puedan repetirse las escenas vividas durante la matanza de 1937, pero el aliento del anti haitianismo, el racismo y los bajos instintos, fundados en un falso nacionalismo, puedan empujar a lo peor.

República Dominicana no sería el primer escenario de horrores como los que se viven en otras latitudes. Ya lo protagonizamos… una tragedia de mayores dimensiones no sería ajena a la historia nacional.

Los haitianos residentes legal o ilegalmente de este lado, que son parte de la realidad dominicana, requieren de una política de Estado seria, que aborde nueva vez el problema, que revise la política de regularización de 2018, que registre, de acuerdo la ley, a los miles de nacidos en el país, que no tienen nombre ni documentación, y que sea encarada la presencia irregular y se implante un sistema de control riguroso por parte del gobierno.

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

1 COMENTARIO

  1. Me identifico al 100% con la intención y el fondo de este trabajo de Osvaldo Santana, Además, agregarle una recomendación a quienes tratan el tema irresponsablemente, por ignorancia ó por demagogia. Y es que revisen los documentales de René Fortunato, en la parte que se refieren al papel que jugaron los comandos haitianos, en Ciudad Nueva durante la guerra de Abril de 1965, en favor de la causa dominicana, del lado de los constitucionalistas.
    Sólo los dominicanos que vivimos fuera de nuestra patria, como exiliados económicos, vendiendo nuestra fuerza de trabajo a explotadores inhumanos, entre ellos muchos empresarios dominicanos, podemos ponernos en los zapatos de los vecinos que vienen a nuestra patria, a someterse a una esclavitud moderna voluntariamente, para sobrevivir a los horrores de su país.
    Si nosotros, con varios océanos por el medio, hemos invadido pacíficamente, a medio mundo con y sin documentos de inmigración, imagínese que hubiera pasado si sólo nos dividieran fronteras terrestres, como sucede con República Dominicana y Haití.

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