sábado, abril 27, 2024

Filosofía callejera: “se sabe de hoy” 

Por Eloy Alberto Tejera 

La ciudad está repleta de pedigüeños. El relato que sigue es el encuentro con uno de ellos. Para introducirse, él dice unas palabras, las que retratan el origen de su desgracia, lo que provocó que él estuviese ahora en un “hoyo negro” o en una oscuridad que solo a lo profundo besa. Al lado de él anda un niño (bien podría pensarse en el Lazarillo de Tornes o el personaje más indefenso de una de las películas del individuo del más universal bigotillo). Ese Chaplin, que además de la pantalla, hasta en la sopa salía. En el autobús público, al atravesar suavemente el torniquete, primero entra en fila india, el niño, luego el bastón y por último el ciego. Al ver la escena no puedo dejar de pensar y amortiguar con la frase: hoy en día hasta la mendicidad va sobre ruedas y en su velocidad debe de montarse. 

El mendigo, quien anda con gafas negras, carga un radio. Lo lleva abrazado como si fuese una amante. Luego lo enciende y el individuo deja que sea éste que se dirija a la concurrencia: se escucha la voz de una periodista, y da paso a un reportaje que se le realizó en el programa “El informe con Alicia Ortega”. Más o menos, si a uno le da por sintetizar, ocurrió lo siguiente: A Rafael, el susodicho, lo atracaron, le quitaron el vehículo y le echaron un líquido que lo dejaron ciego”. 

Lo dramático, vecino de lo perverso, fue que uno dijo: “No lo mate, déjalo ciego”. 

“Uno sabe de hoy pero no sabe de mañana”, dice Rafael Antonio Jiménez, quien suena con un tono filosófico. 55 años tiene sobre la espalda, y explica que los atracadores lo dejaron con daños en la córnea. Y, claro está, necesita dinero para poder volver a ser el que antes era. Lo que todo, los ex ricos y muchos ancianos quieren. 

“Usted sabe de hoy pero no de mañana”. Dos veces la ha repetido, pero esta última vez empieza a caminar con ella, y pide que le ayudan con lo que sea. Se va agarrando para desplazarse e ir recolectando los donativos, y aprovecha para decirle al niño que le acompaña que tenga cuidado cuando con él abandone el autobús. 

-Una ayudita para el ciego. Coopere con lo que pueda. 

Varias personas obtemperan al drama o al discurso del ciego que viene caminando y del cual se destaca su vistosa gorra roja.  Él le habla al niño. Reconoce la parada, dice unas frases que suenan repetidas. El niño responde con palabras que suenan más sinceras, menos ensayadas. Es más, suenan como la de un niño curtido por los sinsabores y la calle. Suena a Lazarillo, no hay dudas. 

Los que siguen montados ni miran de reojo al que irá a pisar las calles con bastón. El chofer del transporte público aprovecha y sube el radio, no hay que olvidar que República Dominicana es sinónimo de bulla en cualquier contexto. 

“Parece un ciego reciente”, dice una persona que está a mi lado. A mí me parece lo mismo pues he observado como que camina a tientas, como si estuviera aprendiendo a desplazarse entre estas duras calles y realidades.  

Viendo el niño ir detrás del ciego, observando y maravillándome de que no se calla, de que le responde con vivacidad y hasta locuacidad infantil (esa tan terrible y que se parece a la de las  mujeres viejas) todo lo que éste le dice, me quedo pensando en que la ciudad empolla cosas: como delincuentes, pedigüeños, políticos vagabundos, y más que todo. modernos lazarillos.  

Mañana será otro día. Pienso en la frase que dijo y que seleccionaré para más arriba (para el titulo) y me digo que mañana podría encontrármelo de nuevo. A este pedigüeño le ha cogido con hacer esta ruta, y yo he optado por coger el camino, no de Santiago, sino el de los antiguos chicharrones, de Villa Mella. 

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