sábado, septiembre 7, 2024

¡Fafa Taveras!

Por Alfonso Tejeda

En mi “nube” exigua, esa que ahora se conoce como archivo de datas, localizo rápido aquella declaración oída a un dirigente izquierdista, de que Fafa Taveras era uno de los más inteligentes en el país, pero me baraja una zigzagueante “nebulosa” para pulsar el click adecuado e identificar al autor, quien también dejó un complemento importante: que el beneficiario de esa dote parecía temer cualquier desborde si desplegaba ésta en toda su disposición.

Viene esta cuenta por una reciente conversación con una compinche (por ella advierto el uso del término en su primera acepción del diccionario), sobre algunos de los cambios que, desde entonces, hace más de 40 años, de haber oído la expresión inicial, han ocurrido en el comportamiento del pueblo dominicano, que el sagaz Fafa definía en cuatro elementos principales, tales la política, la religión, la pelota y la lotería, afanes y pasatiempos preferidos de la mayoría, entonces.

En este aquí y ahora, ese cuarteto de indicadores presenta radicales fisonomías muy diferentes a las de antes, así como especificidades particulares a las que estableció, a modo de posible guía para el desempeño político de esa época, en la que se hacía un esfuerzo por darle a esa actividad un contenido creíble como el necesario instrumento que es para hacer de la sociedad ese lugar asequible y disfrutable, con dignidad y equidad, respeto, justicia y garantías para quienes son más.

Éstos cambios han incorporado, potenciándolos, otros que cuando Fafa analizaba la realidad, eran “amortiguadores” -así los definía él- tales las remesas, que apenas satisfacían momentáneamente las limitaciones de familias, pero que hoy, sin descuidar esa misión, con un constante crecimiento y diversificada participación se integran, en desafiante competencia, con cifras que son ya imprescindibles en esa contabilidad, a los principales renglones que componen el producto interno bruto,

Hoy, el ejercicio de la política parece carecer de los modos y maneras de antaño, también de los propósitos y formas de ejercitarla que entonces conocimos, ni qué decir de quiénes la conducían: líderes de raigambres que potenciaban sus talentos y entrega, que comprometían y sacrificaban sus vidas conscientes de la responsabilidad que asumieron al convertirse en esos protagonistas que demandaba el proceso, y del cual algunos soportaron estoicos la crudeza de esa lucha, y hasta la amargura decepcionante de propios que desvirtuaron esos principios conductores.

Retomando otros elementos de los entonces apuntados por Fafa, aunque en vía muy diferente, hoy tiene un mayor peso político, social y económico la otrora vocación al juego de lotería, limitada en ese ayer al ente estatal, sólo los domingos, con los billetes y las quinielas despertaba “la esperanza” de los pobres de ganarse unos pocos pesos para completar el siempre deficiente presupuesto familiar, pero que ahora, esa actividad es una de las dinámicas en la escalera social del país, y de mayor poder para sus promotores los riferos, que tienen el reconocimiento político y poderosa capacidad de influencia económica.

La religión, que todavía era en los 70s y 80s del siglo pasado, la depositaria de una fe casi absoluta de su grey, la que también era salpicada por otras propuestas eclesiales novedosas, hoy, como la actual lotería, es para muchos de sus predicadores y pastores, un negocio del que se benefician abundante, que manipulan sin atisbo de vergüenza y respeto, mientras que la pelota ha cambiado la pasión del gozo reparador para ser parte del mercado en el que se tasa a mayor precio la mejor mercancía.

Todavía Fafa Taveras desliza su inteligencia en comentarios radiales en los que desglosa parte de su vasta experiencia política y de vida, esas y otras que muchos/as aguardamos en la publicación de su memoria, en la que de seguro destacarán por sus detalles y que ayudarán para la contextualización de la que ha sido una vida agitada, participante activa en, y de, los acontecimientos que tienen registros de incorporación a la hora de contar los últimos 65 años de historia del país, como protagonista o como observador de primera línea que ha sido.

 

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