sábado, abril 20, 2024

Entre confusión y temores

En otros textos he planteado que el Internet y las redes sociales que lo diversifican  han venido a cumplir con aquella demanda del Nuevo Orden Informativo, que con mayor énfasis desde los años 80/90 del pasado siglo propuso la Unesco como vía para hacer del acceso y la participación en la comunicación una política pública que beneficiara a las grandes mayorías, entonces marginadas de lo que se entendía  -y todavia lo es- un derecho ciudadano y una responsabilidad social de los medios de comunicación. Ya el acceso es una realidad y la participación, con todo y la brecha digital, son “pan de cada día", y que  Ignacio Ramonet -de los estudiosos más conspicuos del fenómeno-,  define las redes como "una auténtica democratización” que también “han multiplicado al infinito las capacidades de manipulación de las mentes”. 

Vuelvo sobre el tema porque en los últimos días, en diferentes redes han proliferado tres videos sobre mementos y hechos que tienen en común la presencia de haitianos en el país: dos de ellos presentan a mujeres haitianas en situaciones incómodas, una bañándose en una transitada esquina del polígono Central y  la otra defecando en una calle no identificada, y el tercero mostrando una hilera de vehículos cubiertos con lonas que llevan a decenas de haitianos -que se suponen indocumentados- hacia la frontera en vía hacia Haití. Los de las mujeres buscan exacerbar el paroxismo y el de los camiones alcanzar ese “paroxismo histérico” que tanto persiguen los anti haitianos dominicanos, que es la casi totalidad de  la población,  increíblemente. 

Los de los camiones -que me recuerdan aquellos vehículos similares en los que durante el Holocausto transportaban a los judíos (primero porque después se fueron muchos otros/as) cuando ya los trenes no daban abasto-, es aplaudido en esas mismas redes con un entusiasmo y fervor que ojalá se produjera ante otras de las tantas carencias sociales que acogotan a la mayoría de los dominicanos, esa mayoría que desconoce, o que a propósito pretende ignorar,  que la presencia de haitianos en el país es una necesidad, pues son imprescindibles en todas y cada una de las actividades económicas en las que participan y que sin ellos no se realizarían. 

Indiscutible es que cada país tiene el derecho y la potestad de diseñar, establecer y administrar su política migratoria, que es una prerrogativa irrenunciable, pero tomar solo eso en cuenta muchas veces propicia situaciones y acciones que desconocen la realidad social, anulan la solidaridad y decencia humanas y se prestan para abusos y arbitrariedades que llevan a desafecciones y a establecer distancias. El presidente Luis Abinader, quien, hay que reconocer, está abrumado por las tareas que le han tocado en esta gestión, ha insistido en convencer a organismos internacionales y países en el compromiso de una solución adecuada a la crisis haitiana, que garantice a ese pueblo otras maneras de vida y que permita un ambiente de convivencia más llevadero. 

Esa prédica internacional de colaboración ha sido diferente  a la aplicada a lo interno, donde se impone la hostilidad hacia los haitianos residentes, carente de la solidaridad y  respeto que postula la Socialdemocracia, y en cambio se ha decantado por asumir  ( o permitir) una actitud y un accionar deplorable, inhumano, que se regodea en sacar de un hospital público a parturientas por ser haitianas, montarlas en camiones y deportarlas sin agotar el debido proceso legal; permitir que hordas fanatizadas agredan a manifestantes en plazas públicas porque aquellos creen que son haitianos  o que favorecen a ciudadanos de ese país, envalentonarse y decir que se incrementarán las deportaciones cuando en Haití la situación es incontrolable,  resulta inhumano regresarlos en estos momentos, aun estén los mandatos legales y asista el derecho internacional.  

Mi entrañable La Morena Salazar, quien  radiografía los vericuetos del diario vivir dominicano con una agudeza y gracia envidiables, insiste en que “el poder” de los “Nazionalistas”, un miniminísculo grupito que se manifiesta a través de las redes sociales , en la realidad son incapaces de reunir mil gente en una manifestación, ha doblegado al gobierno haciéndolo más conservador que en sus orígenes, una realidad que entiendo reduce las perspectivas de Abinader, lo suma a quienes pudieron ser -y dudo que de continuar así- serán, frustra las esperanzas de que otra realidad es posible. 

David Álvarez Martín, un articulista que es un oasis en ese erial que hoy es esa actividad en los medios de comunicación dominicanos, en un texto titulado “Como se fabrica un fanático” sintetiza que estos son resultados de la “pobre educación y los grandes miedos”. Y tiene razón: cuando usted ve cómo se expresa una gran parte de los dominicanos en las redes cuando del tema haitiano se trata; una confusión que afecta hasta a un hombre del nivel del doctor José Joaquín Puello, cómo se expresa en un video sobre la asistencia a las parturientas haitianas en los hospitales dominicanos, desconociendo sus contribuciones a la economía nacional de esos ciudadanos por décadas.

En fin, asistimos a un momento de confusión y temores infundados que conjugados barren con el sentido de solidaridad que siempre ha caracterizado a los dominicanos.

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