sábado, noviembre 23, 2024

En Brasil se mostró una derecha que deja la sombra cuartelaria para ir a la calle a reclamar

Por Osvaldo Santana

El dato resaltante en la gobernanza de América Latina de estos tiempos es cómo se establecen gobiernos identificados como de “izquierda” o “progresistas”. México, Colombia, Chile, Bolivia, Brasil, y algo matizados, Argentina y Perú. Y ya en el pasado menos reciente, Venezuela y Nicaragua, producto del voto popular, pero con una deriva autoritaria. Lo que no se advierte es cómo la derecha tradicional viene ganando la calle y asume un papel militante, activo. Deja atrás la sombra de los cuarteles y ahora se afirma en elementos civiles, las masas.

Es lo que acaba de verificarse en Brasil. Después de conquistar el poder con un ex militar como Jair Bolsonaro, ejercer un gobierno marcadamente conservador, perseguir a sus contrarios, manipular la justicia convenientemente, y pretender continuar en el poder  mediante la utilización de los recursos del Estado,  y al final, incluso, resistirse a aceptar los resultados electorales mediante el uso de la fuerza (protestas violentas, atentados, y en extremo un pretendido asalto al poder, con la ocupación de las sedes de los poderes del estado). 

En el pasado, la práctica de la derecha para alcanzar el poder, sin descartar la vía electoral, era el boicot de políticas públicas del grupo gobernante o discretamente, el golpe de Estado. Podía perder unas elecciones, pero a la larga se agenciaba el apoyo de los estamentos militares para impedir que la fuerza negadora de su tendencia completara el ciclo de gobierno. Ocurrió en República Dominicana en 1963, cuando en el proceso electoral anterior fue derrotada y entonces acudió a los cuarteles para recuperar el poder. Algo parecido había hecho el general Trujillo en 1930, que manipuló el sistema electoral y se perpetuó durante 30 años. 

En 1973 el mundo vio caer el gobierno del primer presidente socialista elegido en América, Salvador Allende, cuando Augusto Pinochet se levantó violentamente liderando la Armada, la Fuerza Aérea, el Ejército y los Carabineros. Formó una Junta Militar. Persiguió y asesinó a todo lo que oliera a la Unidad Popular. Fue uno de los episodios más sangrientos del continente en el siglo pasado y uno de los peores atentados contra la democracia en un país considerado el más estable bajo un régimen democrático.

La caída de Allende, quien se suicidó en el palacio de La Moneda, fue fraguada por la derecha más rancia de Chile con el acompañamiento de Estados Unidos, que auspiciaba gobiernos conservadores.

Ahora, después que los actores políticos se han acogido a la convención del sufragio universal para el ascenso al poder, se advierte cómo se recurre en unos casos a “vías institucionales”, como la persecución judicial contra gobernantes (el presidente Pedro Castillo en Perú), la expulsión de Evo Morales del poder en Bolivia (después de declararse ganador de las elecciones en 2019, la oposición de derecha recurrió a la movilización de sus masas y en una clara alianza con los militares, lograron que el presidente renunciara y huyera del país. El propio Morales denunció “un golpe cívico, político y militar”.

El caso más reciente, el derrocamiento de Castillo por una derecha dominante en el Congreso, que lo asedió con múltiples procesos judiciales, hasta provocar la precipitación del presidente Pedro Castillo, que desesperado, intentó cerrarlo, y fracasó. Ahora está detenido y la población se moviliza en reclamo de su libertad, la disolución del Congreso y nuevas elecciones en corto plazo. Más de una decena de personas han resultado asesinada por los agentes de seguridad para contener las manifestaciones de apoyo al presidente encarcelado.

La derecha accionante

Pero el factor esencial sobre el cual llamamos la atención es cómo una derecha antaño pasiva en término de calle se torna accionante en América Latina, con capacidad para auto movilizarse y recurrir a vías de hecho. 

Al mismo tiempo, combina acciones de masas con actos terroristas. El atentado fallido de la vicepresidenta Cristina Fernández de Argentina, igual perseguida judicialmente, es una demostración en esa dirección.

En el pasado, la derecha no recurría a las masas de manera habitual. Se apoyaba en las Fuerzas Armadas y los poderes fácticos, vale decir, grandes empresarios, oligarcas y entes de la iglesia católica. En el caso dominicano varias concentraciones apoyadas por la iglesia constituyeron elementos activos para propiciar la caída de Juan Bosch.

Las movilizaciones de masas de la derecha en Venezuela, contra un gobierno declarado socialista “del siglo XXI”, entonces presidido por Nicolás Maduro, tras la muerte del presidente Hugo Chávez, en 2013, generaron un estado de inestabilidad y confrontación. En principio, se debatía la competencia del vicepresidente Maduro para sustituir a Chávez, y no el presidente de la Asamblea Nacional. A la postre, y al margen de los errores de la administración “socialista” y de la grave crisis económica que se había desatado, sus contrarios recurrieron a vías de hecho, sin embargo, no pudieron lograr sus propósitos. El grupo gobernante esta vez pudo consolidar su dominio con el apoyo de las Fuerzas Armadas. 

En pocas palabras, la derecha del pasado ha dado un paso hacia delante, y ahora ejerce la política más allá de los cuarteles y alienta la acción de las masas. Lo ocurrido en Brasil ha permitido a algunos asociarlo al proceder de la derecha norteamericana después de la derrota de Donald Trump, cuando sus conmilitones asaltaron el Capitolio. Es probable, pero advertimos una tendencia ya histórica de una derecha activa que no se avergüenza de sus posiciones, y decide ejercerla por cualquier vía, esta vez, con el predominio de la participación popular, que fue reino único de los progres.

El papel de EE. UU.

Estados Unidos como soporte de la derecha y manipulador de las Fuerzas Armadas de América Latina y el Caribe durante todo el siglo pasado, fue parte de la estrategia para decidir el rumbo de las naciones mediante los golpes cuartelarios.

Entonces se invocaba la amenaza comunista como argumento para impedir que sectores liberales o progresistas conquistaran el poder o continuaran su gestión como resultado de la voluntad popular. Generalmente utilizaba a las Fuerzas Armadas en combinación con la derecha. Eran los tiempos de la guerra fría, que solo se atenuaron a partir de los inicios de la década del 90, después de la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, tras la proclamación de la Perestroika, bajo el liderazgo de la Unión Soviética de Mijaíl Gorbachov. 

Confirma el accionar de EE. UU.

En agosto del año pasado, en la Asamblea de Industriales y el Congreso de Empresarios en Colombia, el asesor del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, Juan González, afirmó que hace cuarenta años la elección de Gustavo Petro como presidente de Colombia habría estado lejos de ser una realidad. 

“Hace 40 años los Estados Unidos hubiera hecho todo lo posible para prevenir la elección de Gustavo Petro y ya en el poder hubiera hecho casi todo lo posible para sabotear su gobierno (…) “Esas son las políticas de la guerra fría que hasta cierto punto, para algunos, son una justificación de unas perspectivas revisionistas que caracterizan la política de los Estados Unidos dentro de un contexto de la manifestación local de un imperio”, comentó en medio de su intervención. 

Era ese, y no otro, el accionar de Estados Unidos en la región y en el mundo.

ALERTAS SUBESTIMADAS 

La invasión del Palacio del Planalto, el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal (STF) sedes donde se asienta el poder en Brasil, se produjo el domingo 8 de enero, cuando miles de simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro ocuparon la Explanada de los Ministerios, en la zona central de Brasilia y, desde allí, invadieron y destrozaron las instalaciones del Palacio del Planalto, el Congreso y el STF. La invasión se produjo luego de varios llamamientos en redes sociales, como grupos de WhatsApp. Pedían el cierre del Congreso Nacional, la intervención militar y se mostraban en contra de la elección del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Provocaron graves destrozos y dejaron toda clase de desperdicios, incluidos excrementos por todas las instalaciones.

Osvaldo Santana
Osvaldo Santana
Osvaldo Santana es periodista.

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