Por Emiliano Reyes Espejo
-“Parece que nos llega otro caso de Hombre Globo”, dijo una de las médicas –una dinámica mulata de salero e inteligencia natural- mientras me atendía en la Emergencia de CEDIMAT. Acudí allí con dolores fuertes en el abdomen, dificultad para defecar y orinar, lo que hacía “a cuentas gotas” cada cinco o diez minutos, “con un dolor insoportable”.
El término Hombre Globo no lo había escuchado antes. Ni tampoco lo había leído en los escasos textos de medicina o artículos que uno suele leer del ámbito de la ciencia médica. Parece, sin embargo, que se trata de un término de uso en la cotidianidad de los profesionales de la medicina.
Entré a Google a olfatear sobre este término médico, encontrándome con un lejano referente de esta enfermedad de Hombre Globo entre los siglos XVIII y XIX, o sea, a finales de los años del 1892.
Se trató del curioso caso de un paciente en el hospital homeopático Hahnemann, que le creció el colon de manera enorme. En el artículo se muestra una foto del mismo “antes de morir con 29 años cuando intentaba defecar”.
El artículo titulado “El hombre globo que no podía defecar”, que publicó el blog “Resolviendo la incógnita”, presentó este caso como una curiosidad de la medicina, ya que aquel infortunado paciente ni siquiera tenía un tumor que le causara el impresionante crecimiento abdominal.
“El (paciente) “hombre globo” o la “bolsa de viento” nació con normalidad, sin mostrar nada anómalo hasta los 18 meses, exceptuando un gran abdomen, irregularidades intestinales y estreñimiento”, explica la publicación digital.
Y añade:
“Conforme crecía, también lo hacía el tamaño de su abdomen, irregularidades intestinales y estreñimiento. Conforme crecía, también lo hacía el tamaño de su abdomen y su estreñimiento. A los 16 su colon pudo pasar un mes sin exhibir movimiento y a los 20 se exhibió en un Dime Museum…”.
“Los médicos sabían-agrega el texto-que no tenía un tumor, sino un colon defectuoso, pero la cirugía era muy peligrosa, posiblemente por el riesgo de infección en una zona tan peligrosa”.
Pero no se asusten, libérense de cualquier preocupación al respecto, no es mi caso. No soy –Dios me libre-el “Hombre Globo” o el “hombre de viento” de esta triste historia. En todo caso, hubiera sido el “hombre de líquido” por la cantidad de orina que tuve acumulada en mi vejiga.
Ha sido por esto último que mi urólogo me dijo que algunos médicos usan el término “Hombre globo” para referirse a casos de pacientes que llegan a las emergencias con las vejigas y próstatas infladas de líquidos, o sea, con una “inflamación vesical”.
Según el portal digital MedlinePlus-la biblioteca nacional de medicina- “la vejiga es un órgano hueco en la parte inferior del abdomen donde se almacena la orina”.
Dicho órgano, según esta publicación especializada, puede sufrir “afecciones que pueden afectar la función de la vejiga”. Se refiere específicamente, a “la cistitis, una inflamación de la vejiga, en general, causada por una infección” y a la “incontinencia urinaria” que es la pérdida del control de la vejiga.
También cita a la “vejiga hiperactiva”, una afección que causa que la vejiga expulsa orina cuando no tiene que hacerlo; “cistitis intersticial”, un problema crónico que causa dolor en la vejiga y urgencia de orinar, y el “cáncer de vejiga”.
El tratamiento depende de la causa del problema. Puede incluir medicinas y, en casos severos, cirugía”, precisa MedlinePlus.
Todavía no sé realmente cuál fue mi problema. Los médicos realizan estudios para determinar realmente qué fue lo que me pasó. En tanto, está claro que no soy el “Hombre Globo” a que hago referencia en este trabajo, a pesar de que el término se utilizó mientras era atendido en la emergencia de Cedimat y a que realmente estaba bastante inflamado.
En emergencia
Cuando llegué a emergencia estaba desesperado por el dolor, la inflamación y la incontinencia urinaria, todas juntas. Tuve que acudir varias veces al baño más cercano en lo que esperé a que me atendieran. Las doctoras de turno-muy hermosas, cordiales y atentas- consolaban a mis hijas y al nieto que me acompañaron, comunicándoles que me atenderán lo más rápido posible, mientras se referían entre sí sobre “otro caso de hombre globo”.
Parece ser que a estas emergencias acuden con frecuencias pacientes con estos síntomas, los mismos que yo tenía: retención de orina e inflamación de la próstata y de la vejiga, dando lugar a un crecimiento inaudito y doloroso de las paredes intestinales y el bajo abdomen. No se lo deseo a nadie.
Todo ocurrió mientras daba seguimiento desde mi hogar al paso de la tormenta Franklin sobre el territorio nacional. Al parecer reduje el consumo de agua y comencé a sentir una reducción en la micción, en la cantidad de la orina. En tanto, estoy siguiendo en la cotidianidad un tratamiento urológico, específicamente prostático preventivo.
Y como no pude acudir a mi urólogo por la misma situación climática que causó la tormenta Franklin, quise superar el problema con “remedios caseros”, recomendaciones encontradas en Google y sugerencias personales. Pero el mal siguió agravándose, cada vez la micción era menor, los dolores al orinar eran más fuertes y el abdomen siguió creciendo, inflamándose.
La sonda vesical
Desde que me vieron en emergencia las médicas, entre ellas una que otras pasantes, plantearon que había que ponerme una sonda, me explicaron el procedimiento y dijeron que era algo rápido. En eso vino un galeno, el especialista en la materia, y procedieron a instalarme el citado dispositivo.
La colocación de esta sonda fue algo dolorosa, pero una vez instalada, comenzó a vaciar la orina acumulada en la vejiga, luego sentí un gran alivio. Era tal la cantidad de orina que emanaba de mi vejiga que el bolso de la sonda vesical, que “es una sonda que se coloca en el cuerpo para drenar y recolectar orina de la vejiga”, se llenó varias veces.
Estando un poco relajado porque comencé a sentir la desaparición del dolor, comenté a las jóvenes médicas que me atendieron que en ese momento había perdido mi pudor, ya que yo no era dado a dejarme ver desnuda esa parte de mi cuerpo, ni a mis hijas. Ellas rieron de mi ocurrencia, y comentaron:
-“Pero eso no importa, son sus hijas, su familia; eso no hace nada…”.
En mi hogar, reflexionando sobre este problema de salud, atino a hacer una sugerencia que creo necesaria, en razón de que no me gustaría ver repetir ese doloroso drama en nadie, ver otra persona pasar por este padecimiento: Por eso, en problema de la vejiga, no se automedique, no siga instrucciones de alguien que pasó por algo igual, no; definitivamente no.
Por encima de la tormenta, localice su médico y si no lo logra, acuda al área de emergencia de una clínica o un hospital donde usted entienda que van a ayudarle; pero haga todo eso, antes de que se agraven sus sufrimientos, como en mi caso.
*El autor es periodista.