Por Osvaldo Santana
Hemos planteado que en 2024 tendremos una batalla de personalidades, porque los aspirantes a la presidencia de la República por las tres principales fuerzas políticas no muestran diferencias ideológicas importantes, por no decir que no tienen. Siendo así, ¿en base a qué construirán sus discursos y propuestas?
Probablemente, el discurso del oficialismo se centrará en la estabilidad macroeconómica, en la “rápida recuperación de la economía” tras la covid-19, la relativa estabilidad del peso, la transparencia de la Administración, las obras en desarrollo y las realizadas, y quizás también, a la política de construcción de viviendas y a la lucha contra la corrupción, lo mismo que la expansión del turismo y la creación de nuevas plazas de trabajo.
La oposición necesariamente tendrá que hablar de los altos precios de los alimentos, es decir, el alto nivel de inflación que padecen los dominicanos, la pérdida del poder adquisitivo del peso, el deterioro de la producción agropecuaria, los indicadores de desempleo, el consistente incremento de la deuda pública, el aumento de la nómina pública, la inseguridad ciudadana, la falta de solución al transporte público, una débil política de prevención de enfermedades endémicas como el dengue, y ahora el cólera, y el deterioro de los servicios hospitalarios. También los altos costos de la atención médica y los medicamentos, y la necesaria reforma de la ley 87-01 de seguridad social.
Todos por la defensa del territorio
Es seguro que todos los aspirantes competirán en presentarse como fieros defensores del territorio nacional y vibrantes apostadores a una política migratoria dura, especialmente contra los ciudadanos ilegales procedentes de Haití.
Quizás, y vaya paradoja, una constante que estuvo muy presente en la campaña de 2020, y que usualmente se ha invocado en los procesos electorales dominicanos, como la experiencia de Estado, pierda importancia, toda vez que los contrincantes con mayor potencial tienen alguna experiencia en la administración pública. Uno de ellos gobernó el país durante tres períodos; otro ejerce el poder y aspira a continuar y el tercero tiene una dilatada carrera en el servicio como legislador, en el tren judicial y en la administración municipal.
Asimismo, el combate al narcotráfico ha perdido importancia durante las campañas electorales. Apenas se refiere cómo ha permeado a los políticos. Ese hecho ha contribuido a que algunos no lo enarbolen como eje de campaña. Los partidos han sufrido pérdida por la participación del narco en sus filas, y en el caso del oficialismo, en las pasadas elecciones varios individuos, incluso candidatos elegidos, fueron identificados con vínculos con el narcotráfico.
En ese panorama, no sería raro que se recurra a la llamada campaña sucia, más ahora, cuando las redes sociales son una vía expedita y propiciadora, donde se fabrica cualquier mentira para posteriormente mostrarse la falta de autenticidad. En el pasado, la campaña sucia fue un recurso muy extendido contra los candidatos de la oposición. Incluso, en un mismo partido, contra el compañero opuesto al continuismo de quienes ostentaban el poder.
Por todo ello, no está demás preguntarse precisamente de qué hablarán los candidatos, cuáles serán las nuevas ofertas y ofrecimientos. ¿Obras, mayúsculas realizaciones? Mejorías para los pobres cada vez más aletargadas, qué traerán de nuevo que pueda de verdad influir en mejorar la calidad de vida de la gente, que les permite facilite el acceso a la alimentación segura, a servicios de agua potable, mayor calidad de los servicios de salud y la educación, y una reforma fiscal más equitativa para los de abajo. Que quienes menos tienen paguen menos y quienes tienen más paguen más. Que las riquezas alcancen al mayor número de ciudadanos. Y que la justicia ordinaria sea de verdad accesible para quienes no cuentan con los medios para agenciarse un buen abogado.
¿Cuáles serán los discursos honestos y sinceros que serán construidos y levantados para ganar la adhesión de quienes piensan y aspiran a un país donde impere la justicia, el bienestar social y económico, la seguridad y la paz?
Lo más probable es que haya una dura competencia por la calidad de la producción visual y televisiva, alta eficiencia en técnicas de persuasión y calidad artística de los mensajes, que llenen cabalmente la misión de convencer, no importa lo que se diga, sino cómo se diga, y para quiénes se diga.