jueves, marzo 28, 2024

Consumismo contraproducente

Sigmund Bauman, uno de los sociólogos que mejor interpretó los cambios que impactaron a la humanidad en las últimas décadas del siglo XX y principios del milenio actual, describió a unos individuos liberados de las ataduras de la comunidad, que habían logrado también escabullirse de los rígidos resortes de la modernidad para hacerse inquilinos de la sociedad de consumidores. 

Esta nueva sociedad en la que el consumo es la ley de la vida, las reglas del mercado definen también las interrelaciones sociales.  En esta nueva modernidad, llamada por él “modernidad líquida”, el despilfarro consumista es el signo del éxito, que opera como única vía hacia el aplauso público y la fama.
En este capítulo de la historia humana los individuos están condenados a consumir irrefrenablemente productos deseables y atractivos que les ayudan a adquirir la valoración social que tienen dichos productos, según el valor en el mercado.  Pero la satisfacción por lo consumido dura poco. No bien el consumidor ha terminado de pagar la mercancía nueva cuando ya se ha hecho obsoleta, requiriendo una nueva versión, para no quedar los adquirientes socialmente devaluados, en un círculo de consumo interminable del que dan cuenta las grandes acumulaciones de basura que inundan el planeta.
El consumismo y el derroche, al pasar a constituir cualidades esenciales para definir el estatus social a escala planetaria, anula consideraciones morales y entierra los parámetros de prestigio fundados en la historia de vida de las personas, lo cual signaba la escala social durante milenios. Hoy el éxito sólo es tangible en función de la capacidad de consumo, transformada la vida misma en el fetiche del derroche.

En paralelo a esta eufórica cosificación de las relaciones humanas, va acumulándose la insatisfacción de los que no han logrado los recursos necesarios para ingresar o sostener esa dinámica. 

El desencuentro y la frustración apenas son manifestaciones de la impotencia de amplísimos segmentos sociales en los que los individuos no han logrado ser alguien, apenas alcanzando a ser dígitos de las estadísticas.  

Las secuelas se cosechan y se acumulan en las cifras crecientes de la criminalidad, mientras el marketing insiste en generar cada vez más ansiedad por consumir para poder ser alguien. La vieja prédica de “pensar para existir” ha caído de bruces ante el imponente eslogan “consume, luego existes”.

Y en esa carrera por constituirse en un ser socialmente valorado, muchos de los que no logran responder a esos imperativos de consumo terminan traumatizados, acomplejados y arrinconados, sobreviviendo precariamente. 

Otros terminan seducidos por los circuitos de la criminalidad, subiéndose en un tren sin retorno de violencia, violaciones a la ley, abusos y crímenes.

Nunca hubo tantas mercancías efímeras para ser consumidas, mientras más precaria es la vida de millones de seres humanos, sin hablar del gran desastre ambiental que es su secuela.

Fidel Santana
Fidel Santana
Fidel Santana: Sociólogo y político con maestria en Metodología de investigación. Desde el año 2007 imparte docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde también ha ocupado en diversas funciones de dirección en áreas administrativas. Entre los años 1999 y 2007 fue uno de los principales líderes y voceros de los movimientos sociales dominicanos. Es autor de los libros “Amín Abel: un gigante dormido” y “Resistencia y Colectivismo en los Convites Campesinos de San Cristóbal”. Fue Diputado Nacional en período 2016 al 2020, en cuyo órgano legislativo presidió la Comisión de Derechos Humanos, entre 2016 y 2020.

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