viernes, abril 19, 2024

Caamaño, desde abril a febrero

Por Alfonso Tejeda
El pasado jueves 16 de este mes se cumplieron 50 años de la ejecución premeditada del líder de abril, Francis Caamaño, 14 días después del desembarco por playa Caracoles, y, como cada año desde entonces, grupos progresistas y organizaciones de izquierda rememoraron el frustrante acontecimiento casi tal cual, con la apenas perceptible insinuación de pedir castigo del crimen.

Desbrozaba febrero de 1973, cuando en las nieblas de su segundo día arribaron en una intempestiva acción guerrillera un puñado de hombres, despertando un maremágnum de sorpresa, que, si en un principio pudo aprovecharla, sucumbió ante la incredulidad suscitada por tan temeraria empresa, restándole el respaldo y apoyo con que pudiera contar, aunque el momento político apuntara a lo trágico como resultado más posible.

Entre abril del 1965 y febrero de 1973, Caamaño vivió una transformación política al pasar de verdugo del pueblo a líder del mismo pueblo, y de ser un oficial de las fuerzas represivas a convertirse en uno de sus principales enemigos sobre el que enfocaron toda su atención hasta ejecutarlo violando todos los códigos: de guerra, ético, humano, religioso, y culturales que norman las disputas aún entre contrarios.

Esa transformación hizo del "Coronel de abril", como resultado de una radicalización, un "nuevo" Caamaño, que desde la misma, y deslumbrado por otro enfoque, lo convirtió en el Comandante Román, epónimo bajo el que cayó "comandando un desperdigado" y reducido grupo, en una aventura que muchos advirtieron era ya improbable, y que había naufragado antes del desembarco en playa azuana.

Evaluar ahora esta decisión resulta fácil, hasta para un lego como quién garabatea estos párrafos, pero que por la osadía "que nutre la ignorancia" lo lleva a cuestionar hasta cuándo los grupos y organizaciones que cada 16 de febrero "resaltan" esa acción y la glorifican, en vez de evaluarla como parte de los esfuerzos dolorosamente padecidos por el pueblo dominicano en su larga, afanosa, e irrenunciable lucha por lograr la libertad plena, la merecida vida con dignidad, y la alegría.

Caamaño, tal como dijera Amín Abel Hasbún de los revolucionarios ya muertos, tiene que ser ahora la bandera de la lucha por lograr el castigo de sus verdugos, algunos de ellos que hoy son exaltados a espacios que se supone deben servir para desentrañar toda y cualesquiera intríngulis que rodee acontecimientos como la muerte del Coronel de Abril, siendo el Comandante Román

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