Miguel J. Escala
Ya casi termina mayo, y nos encontramos con un nuevo Papa: León XIV. Nos alegra su elección, no solo por lo que representa para la Iglesia y el Mundo (“la paz esté con ustedes”), sino también por su vida pastoral comprometida. Un amigo reaccionó a la noticia con sorpresa al decir: “Me asusta pensar que el Papa es más joven que yo”. Tiene razón. Hasta ahora, los Papas eran adultos mayores que nos llevaban años de ventaja. Con León XIV, de 69 años, muchos lectores, al igual que yo, experimentamos por primera vez ser mayores que el Papa. Sin embargo, confiamos en que este Papa “tan joven” presidirá con sabiduría la V Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, convocada por su predecesor, Francisco, para el próximo mes de julio. Bajo el tema: “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza”, esta jornada nos invita a reflexionar sobre la importancia de mantener viva la esperanza, definida por la Real Academia como “sentimiento que surge al percibir la posibilidad de que se haga realidad algo que se desea”. Perderla puede ser señal de que algo no está bien.
En un contraste inevitable, lamentamos profundamente la partida de José Mujica, cariñosamente conocido como "Pepe". Después de una larga enfermedad, decidió enfrentar su condición con valentía, dejando atrás los tratamientos cuando el cáncer avanzó. “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso”, expresó. Mujica, al igual que el Papa Francisco, fue un maestro de sencillez y honestidad. Aunque no era creyente, vivió con esperanza y dignidad, recordándonos al “cristiano anónimo” de Karl Rahner, el influyente teólogo jesuita de la segunda mitad del siglo XX.
Las señales de nuestra salud pueden tanto alterar como revitalizar nuestra esperanza de vida. Es sabio escuchar al cuerpo, comprender sus mensajes y actuar en consecuencia, como lo expresó mi amigo, quien ante los signos y síntomas de su enfermedad reflexionó: “Hay algunos que tienen el ciclo más largo que otros; ese no parece ser mi caso”. En contraste, otro amigo decidió luchar con esperanza, apoyado por asesoría médica, para vencer su enfermedad.
Aportes de los lectores
Las reflexiones del artículo anterior han suscitado interesantes comentarios entre lectores y amigos. Willy Carmona destaca el rol del Estado en la atención a los adultos mayores, enfatizando que “lograr la atención médica adecuada, paliar los síntomas degenerativos propios de la edad y garantizar una vida digna es la tarea más importante de un Estado organizado y humano”.
José Medina Bairán, médico, ofrece una valiosa perspectiva: “En nuestro paso por la vida, no necesariamente porque estemos envejeciendo, encontrar un balance entre la vigilancia médica y la tranquilidad emocional es esencial. Vivir atentos a nuestra salud no significa caer en la hipervigilancia ni en la ansiedad por cada síntoma menor, pero tampoco debemos ignorar señales persistentes que podrían indicar algo serio. Consultar a tiempo, sin caer en el exceso, permite mantener calidad de vida, autonomía y paz mental. La clave está en escuchar al cuerpo con criterio y apoyarse en profesionales confiables”.
Sandra González aporta que encontrar un equilibrio entre la obsesión y la negligencia no es tarea fácil: “A veces no se escuchan las señales del cuerpo ante tanto ruido y demandas, y, por otro lado, hay tanto bombardeo en las redes sobre hábitos que adoptar y suplementos que ingerir, que es para volverse loco en este intento de ser una adulta mayor saludable”.
Freddy Contín, médico, complementa esta idea al señalar: “Es sumamente importante lograr el nivel de conciencia adecuado para identificar cuándo el cuerpo nos da señales de alerta para buscar la ayuda médica necesaria, sin caer en excesos que alteren nuestra estabilidad mental y emocional”. Finalmente, Sergio Cruz concluye: “La disposición mental, el balance en nuestras vidas y la capacidad de escuchar a nuestro cuerpo son claves para mantenernos saludables”.
En resumen, estos testimonios nos invitan a reflexionar sobre el delicado arte de vivir con esperanza, equilibrio y atención consciente, sin dejar de lado la importancia de un entorno social y estatal que facilite el cuidado digno de todos, especialmente en etapas avanzadas de la vida.
La lectura de la piel
El dermatólogo Antonio Giráldez me compartió una reflexión que condensa la sabiduría adquirida en años de práctica médica: “La piel es el órgano vigía y el único que expresa tanto las situaciones clínicas como las emociones”. No emite sonidos, pero ofrece señales visuales reveladoras. Algunas corresponden a enfermedades propias de la piel.
En una ocasión, desempeñé el rol de pre-diagnosticador de culebrilla o herpes zóster. El episodio comenzó mientras estaba fuera de la ciudad. Experimenté un dolor en el brazo derecho y noté la aparición de una ampolla en la sangradura, esa articulación opuesta al codo. Poco después, apareció otra ampolla en el brazo, cerca de la muñeca. Este conjunto de síntomas me llamó la atención, y cuando visité al doctor Giráldez, le dije directamente: “Creo que tengo culebrilla”.
Él examinó los signos, relacionó el dolor con las lesiones, y confirmó el diagnóstico. Gracias a la intervención oportuna y al tratamiento antiviral, la enfermedad fue controlada y, en una semana, ya era cosa del pasado. Este caso ilustra la importancia de estar atentos a las señales de nuestro cuerpo y de buscar atención médica sin demora.
Sin embargo, lo que plantea el Dr. Giráldez trasciende las enfermedades cutáneas específicas. La piel es también un espejo de nuestra edad, con cambios como la flacidez y las manchas, especialmente visibles en las manos. Además, puede revelar signos de otras enfermedades o situaciones emocionales.
Según el dermatólogo, la piel puede reflejar afecciones como enfermedades vasculares (por ejemplo, aterosclerosis), diabetes, cardiopatías, enfermedades hepáticas, deficiencias nutricionales, obesidad, reacciones adversas a medicamentos e, incluso, estrés. En estos casos, un dermatólogo puede recomendar consultas con otros especialistas, lo que convierte a la piel en un punto de partida clave para abordar problemas de salud integralmente.
Consultar fuentes como Medline Plus confirma esta visión: la piel no solo protege el cuerpo, sino que también actúa como un valioso indicador de nuestra salud física y emocional. Tal vez esto nos invite a dar mayor énfasis al examen clínico directo de los pacientes y a moderar la dependencia de los estudios de imagen. Si bien estos últimos son útiles para identificar señales importantes, a veces pueden restar protagonismo a la riqueza del tiempo médico-paciente, un aspecto esencial para una atención integral y humanizada. Esa práctica médica complace más al adulto mayor.
Sumamente interesante, más cuando se esta atento al transcurrir del tiempo, lo que ha sido y lo que será, sin descuidar el que es. Los jóvenes de hoy suelen estar muy enfocados en el que es y descuidan lo que ha sido y no les preocupa el que será, mientras los entrados en edad, que no dejan de ser jóvenes, si tomamos como referencia el principio Chino que dice que el Ser Humano llega a su plenitud humana a los 1000 años, todos morimos muy jóvenes. Pero la esperanza nuca muere ni ha de miriry por eso debemos cuidarnos y cuidarla observando nuestro estado de salud.
De acuerdo Miguel con tus observaciones, corroboradas por el especialista y dermatólogo Dr. Giráldez…!!!
Ahora bien, con solo el alto costo de la factura de querido amigo Dr. G…se van todos los síntomas y evidencias mostradas en la piel, como reflejo de males internos.
Por otro lado, para muchos humanos pasan desapercibidos estas expresiones de nuestro interior en la piel…”algunos analistas y pensadores de la arquitectura, concluyen que una casa, una edificación cualquiera, no es más que una extensión de la piel en nuestro medio ambiente “…!!!
Comparto los criterios que expones en tu artículo, como médico siempre insisto en la importancia del método clínico donde escuchar con atención lo que nos refiere el paciente " síntomas de alerta" y realizar un correcto exámen físico nos permite orientarnos adecuadamente ante un problema de salud que posteriormente podemos corroborar o no con los complementarios que en muchas ocasiones son costosos e innecesarios. Durante esta etapa de la vida podemos conocer los cambios propios y de interés en nuestro cuerpo y comprenderlo nos ayuda a mantener un modo de vida más saludable