Por Antonio Isa Conde
El 14 de febrero ha perdido su esencia. Lo que fue símbolo de amor y amistad hoy es un negocio. Pero lo más preocupante es cómo la humanidad ha cambiado: más individualista, menos solidaria, más indiferente ante el dolor ajeno.
Vivimos en un mundo roto: guerras, corrupción, desigualdad, odio. La verdad es silenciada, la riqueza se concentra en pocos, mientras millones sufren. La tecnología, que prometía progreso, se usa para dividirnos y manipularnos.
Pero aún hay esperanza. Una minoría resiste, lucha, se niega a aceptar el deterioro como destino. Porque amar no es solo sentir, es actuar. Es rebelarse contra la injusticia. Es encender luz en la oscuridad.
A quienes aún creen en un mundo mejor, los abrazo. No bajemos la guardia. Sigamos luchando. Que nuestro amor sea acción, que nuestra voz resuene con la fuerza de la justicia.
Porque el verdadero amor no se compra. Se construye. Se entrega. Se vive.