Por Osvaldo Santana
Podría afirmarse, en términos muy simples, que ya el presidente Luis Abinader hizo todo lo necesario para reelegirse, o al menos, hizo todo lo que tenía al alcance en su ejercicio del poder.
Ahora habría que ver qué harán sus contrarios para impedir que logre su propósito de continuar en el Palacio Nacional.
Uno de los líderes opositores señaló recientemente que le había concedido al mandatario una gabela de 3 años, que no es poco. Y tenía razón. Desde que se instaló el 16 de agosto de 2020, en medio de la pandemia de la COVID-19, Abinader ha gobernado hasta hace unos meses prácticamente sin oposición, o quizás con una alta tolerancia, sea por la circunstancia en que asumió, o por las acciones que él mismo puso en marcha para lograr ese tratamiento tranquilo.
Dos factores iniciales fueron claves para gobernar sin alguna resistencia importante opositora. Una, el principal líder de ese polo había sido su aliado principal para las elecciones municipales y congresuales de 2020. Además, su partido Fuerza del Pueblo estaba en proceso de construcción.
Abinader se encargó de gestionar la otra parte, y fue mediante un propósito abierto de propiciar la destrucción del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que venía en crisis producto desde la división de 2019. Los conflictos internos que generaron renuncias sucesivas y la andanada persecutoria por cargos de corrupción contra los familiares del expresidente Danilo Medina e importantes dirigentes morados o antiguos funcionarios. En la última andanada, cayeron personajes del primer nivel, como los ministros de Hacienda, Administrativo de la Presidencia, de Obras Públicas y mismísimo candidato del PLD en las pasadas elecciones. Fue una debacle capitalizada en la opinión pública con la mancha de la más extendida corrupción en tiempos inmemoriales, que presentaron a los líderes de esa agrupación como patrón de la peor calaña ciudadana.
Mientras el PLD y Medina trataban de sobrevivir, el gobierno de Abinader se lanzó a conquistar opositores, sobre todo, alcaldes de filiación peledeístas, y otros, que si bien no tenían esa condición, se transaron mediante la creación de movimientos alternativos, como el patrocinado por el exsenador de Santiago Julio César Valentín
Al mismo tiempo, desde el mismo día de su juramentación, el presidente Abinader trazó una línea de comunicación y contacto directo con las comunidades, e incluso, con ciudadanos simples, mediante recorridos sistemáticos por la geografía nacional, los cuales no solo constituían una expresión de la acción del gobernante como tal, sino con vocación política, como si continuara en la campaña que se entendía que había concluido con su juramentación.
En esos incesantes recorridos, desde el primer día de gobierno, Abinader concedió y ofreció. Prometió y promete obras de manera incesante, nuevas promesas y realizaciones, que igual entrega en actos. No solo estaba su presencia en las obras públicas inauguradas, sino que participaba prácticamente en los inicios de la mayoría de los lanzamientos de la empresa privada. El presidente ha sido omnipresente.
Asumió el programa de titulación iniciado por la presidencia de Medina como un empeño propio. No menos de 20 mil títulos de propiedad, en actos con un alto matiz político, a veces bajo el influjo de los aires reeleccionistas.
El más reciente acto, el sábado 20 de enero, prometió a los pobladores de La Victoria, que entregará títulos de propiedad a no menos de 86 mil personas que ocupan predios o solares no titulados, en tierras que la iglesia católica concedió al gobierno, y que aparentemente están registradas a su nombre desde la colonización española.
Igual, en ese período de “gabela”, los programas sociales del gobierno han cobrado otro dinamismo. Precisamente, el presidente declaró que ha duplicado las ayudas sociales, mediante la distribución de “más de dos millones de tarjetas en lugar de un millón de fundas”, que eran los donativos que hacía el Plan Social durante la administración del PLD.
Ahora, no solamente se han distribuido las ayudas de diciembre, continúan los programas solidarios, ahora como Supérate y otros, a los cuales se les aumentaron los montos. Y cíclicamente se ejecutan otros, como “la brisita”, en Navidad, el bono a las familias por estudiantes inscriptos, el cariñito a Mamá el día de las madres, etcétera.
El gobierno ha prestado atención a política de mejoría salarial, como aumentos a los empleados públicos, con énfasis en los solados y los policías, en proceso de una muy publicitada reforma.
Las encuestas
También, dentro del esquema de continuidad, el equipo gobernante ha auspiciado programas de “medición de popularidad”, y en todas las mediciones, el presidente Abinader aparece puntero. La publicación de las encuestas ha sido un mecanismo de promoción para apuntalar la figura de Abinader como estadista de alta valoración y aceptación de manera sistemática.
En todas esas encuestas, Abinader sale con amplia ventaja, lo que, a su favor, es pobremente ripostado por la oposición.
Con todo ese quehacer gubernamental, se alimenta una percepción que podría ser más poderosa que la realidad. La percepción sería de ese modo, la realidad misma. El presidente está arriba y en unas elecciones será simplemente imbatible.
En las últimas encuestas, donde los opositores aparecen en segunda o tercera posición, se refleja una extraña complacencia bajo el argumento de que a medida que se acerque el día de las votaciones surgirá una tendencia que determinará la realización de una segunda vuelta electoral.
Y si en algún momento, la dinámica social refleja indicadores que pudieran generar ruidos en el propósito de continuidad, entonces se desata una campaña nacionalista, como ocurrió el año pasado.
El diferendo con Haití por la construcción de un canal sobre el río Masacre se convirtió en una oportunidad para exacerbar el ánimo “nacionalista” o antihaitiano entre los dominicanos, lo que devino en una recaudación de popularidad para el presidente Abinader.
Si bien el despliegue de tropas, el cierre de la frontera, el trastorno de los mercados fronterizos, irritó a los ciudadanos de esa comarca, al pequeño comercio y a los granjeros del valle del Cibao, estos poco representan respecto al apuntalamiento del liderazgo nacionalista en los grandes centros urbanos.
De paso, a medida que se acercan las votaciones, algún refuerzo no está mal para elevar la cota. Nuevos programas sociales, como el transporte escolar y el seguro de vida para los estudiantes, también contribuyen a la causa.
La semanal
Ahí, casi al cierre del año, vino como anillo al dedo La Semanal, un encuentro del presidente Abinader con los medios, transmitido en vivo. El presidente remata el accionar cotidiano, el ejercicio del fin de semana anterior, y profundiza el silenciamiento del discurso opositor, tan tenue, que pocos esfuerzos necesita para apagarlo.
El PRM
El presidente Abinader salvó, justo el año pasado, el imponderable de la elección del candidato presidencial, que fue solventada con la realización de unas primarias que ganó con más de un millón de votos, unas votaciones nítidas y ejemplares, cuyos resultados impidieron que sus contrarios radicales internos pudieran intentar cualquier cuestionamiento.
Las primarias propiciaron la cohesión del PRM, y en esa dirección, ha apaciguado a sus contrincantes. Ha hecho concesiones a uno de los bandos y el otro ya fue visto en un acto reeleccionista en la región sur, envuelto en un abrazo con el presidente Abinader.
Agresivo
Montado en ese caballo, el mandatario luce cada vez más agresivo frente a la oposición. Comenzó la campaña en octubre pasado con un mensaje por las redes sociales en el que enarboló la consigna de profundización de la transparencia, y con directas a la corrupción pasada.
El sábado 20 de enero, retomó el discurso agresivo, en alguna medida, arrogante: “Ellos deben de aceptar que están derrotados en las municipales y están derrotados también en las presidenciales.
"Están sencillamente desesperados, que dejen su desesperación y que puedan tener realmente un sentido democrático, que el pueblo se exprese y ustedes verán cómo se expresarán, ellos tienen las encuestas que tenemos nosotros y que cada semana seguimos creciendo”, dijo el presidente Abinader.
Y rechazó que se le diera gabela. La oposición durante un año y medio hizo todas las caravanas que quisieron. Y adelantó que las proyecciones lo sitúan al PRM como ganador de 70 y 75% de las alcaldías e invitó a la oposición a aceptar los resultados y permitir que la democracia se exprese, según una información servida por el Centro de Información Gubernamental.
¿La oposición, qué debe hacer?
El presidente Abinader ha hecho y hace lo que entiende necesario para continuar, y la pregunta inevitable es qué hace la oposición para contenerlo.
Hasta ahora, la oposición se afirma en la denuncia del alto costo de la vida y el deterioro de los servicios médicos y fallas en el sistema educativo.
De hecho, reconoce el posicionamiento del presidente, que, según las encuestas, aparece en el primer lugar de aprobación popular, y según los discursos opositores, es manifiesta su apuesta a una segunda vuelta.
Jugar a una segunda vuelta, constituye un reconocimiento de que el presidente registra mejores niveles de aprobación.
Todavía, a estas alturas, aparecen nuevos dirigentes opositores con renuncias, pese a la cercanía de las votaciones para las municipales. Un diputado por aquí y un senador por allá.
Asimismo, la construcción de la Alianza Rescate de RD aún no ha recibido el impulso esperado. Los principales líderes del PLD y la Fuerza del Pueblo en ningún momento aparecieron en el lanzamiento de la misma.
La alianza, la acción más importante de la oposición frente a la reelección, no muestra el nivel de cohesión o empuje adecuado que estimule a las propias filas y genere confianza en la ciudadanía.
¿Qué puede hacer la oposición de aquí al 18 de febrero, que le dé un impulso a su campaña, y que pueda generar lo que ella misma promueve, un voto castigo para el PRM?
Quizás la gabela fue demasiado extendida, y el presidente Abinader la aprovechó al máximo. Caminó solo desde el poder con la oposición divida.
Las votaciones de febrero
Después de todo, las votaciones de febrero medirán el ánimo de la población. Qué tan satisfecha o insatisfecha podría estar con el gobierno o el presidente. ¿Qué secretos pudiera guardarse, que no son perceptibles para los ojos y el tino de los observadores?