viernes, abril 19, 2024

Abinader, el poder y la revolución estética

Por Eloy Alberto Tejera  

En cierta ocasión mi padre me relató que, en su época de mayor apogeo, y durante una gira artística en la tierra de Jorge Eliécer Gaitán Ayala y Gabriel García Márquez, al mítico e inolvidable cantante de tangos, Carlos Gardel, se le ocurrió ponerse un sombrero que tenía características muy particulares. A pesar de que las noticias se transmitían por otros medios, y como en tortuga en infinito desierto se desplazaban, en comparación con lo que sucede hoy, a los pocos días, miles de latinoamericanos y caribeños incorporaban esa prenda a su vestir y lucir diario. Mi progenitor, que tampoco se apeaba uno de fieltro, quizás fue uno de ellos. 

Desde la cima o la cumbre, es que se impone la moda, se determina el curso de los gustos y ciertos acontecimientos. Artistas, políticos, hacen un gesto, y el mismo muchas veces se transforma en un guiño para las masas, para sus seguidores. Desde el poder cualquier decisión o gesto se convierte en un mensaje político. 

Así fue como en los Estados Unidos el triunfo de Barack Obama representó para los afroamericanos e hispanos un hito. A partir de ahí se comenzó a construir otra historia. Tal triunfo influyó en el aspecto sicológico de la “gente de color” (ah el blanco que inventa vainas) y estableció pautas para lo artístico en sentido general. Ya en lo próximo, ver a un presidente negro en una película de Hollywood no sería considerado como una fantasía o una ficción más que escupe un guionista en una borrachera. 

Ese es un ejemplo de lo que es una revolución estética sin hacer una marcha ni lanzar un tiro. Un hombre como Obama se plantó en la Casa blanca y el estereotipo se sacudió, el prejuicio de cientos de años fue puesto contra las cuerdas. 

 En Latinoamérica han estallado algunos casos. En Bolivia, un indígena se convirtió en presidente, en Perú con Pedro Castillo sucedió lo mismo, y en México, Andrés Manuel López Obrador, con sus rasgos indígenas, ha hecho también su parte para derribar mitos, concepciones atrasadas. Casos que podemos decir que también se han constituido en parte de una revolución estética. 

En la siquis de muchos durante largo tiempo se estableció la idea de que para ser presidente había que ser blanco o provenir de las élites. Un tipo de color de epidermis fue impuesto, y con ello se arrimó el pensamiento cotidiano a una determinada estética, se impuso un concepto de cuál debía ser la raza de los que mandaban o el fenotipo de quienes tomaban las decisiones más importantes de nuestras vidas. 

 Pero en la cresta de esta revolución estética hay que situar a Gustavo Petro, que eligió compañera y candidata a la vicepresidencia a una líder indiscutible, a una pura negra: la sin par Francia Márquez. 

¿Qué significa esta revolución?  Epidermis de otro color, otra fisonomía, puede imponerse. 

Después de Ulises Hereaux, Leonel Fernández se constituyó en el primer presidente dominicano que tenía un afro, y que rompía diametralmente con un estereotipo en el que predominaba la fisonomía del hombre blanco, o cuando menos que le pisaba muy cerca los talones a los anglosajones. Sus rasgos obedecían al típico hombre que se ve por estos lares caribeños: labios gruesos, pelo crespo, pese a que la epidermis no era muy oscura. Además, se convirtió en el primer presidente al que se le adivinaba un pasado como dominican-york, antecedente que siempre se vio con menosprecio u ojeriza en la sociedad dominicana, pese a que ese ente ha sido un gran sostén de la economía del país. 

Trujillo, quien no quería ser negro, y usaba afeites para aclarar su epidermis, es otro caso. 

A la actualidad pasemos. El triunfo de Luis Abinader en República Dominicana representó una revolución estética a la inversa. En un país de negros y mulatos que, en su mayoría se desprecian en el fondo, consciente o inconscientemente se ha modelado un gabinete que parece europeo, donde predomina la piel blanca y los rasgos son más bien europeos, incluyendo el de la vicepresidenta. ¿Sería mucho pedir que, por ejemplo, tener un gabinete que se parezca más al pueblo dominicano?   

Esto ha mandado un mensaje, quiérase o no. 

 El presidente Abinader debe tomar el ejemplo de Gustavo Petro, e incluso lo que ha hecho el presidente brasileño Ignacio Lula da Silva de darle preeminencia a negros en su gabinete, y darle un giro, un poco de color a su gabinete, y así enviar un mensaje contundente. Y no es que haya que ser más gardeliano de la cuenta. 

Es simple, viendo que el presidente de los Estados Unidos Joe Biden tiene como vocera a una afroamericana, como forma de pagarle al sector que lo salvó cuando su candidatura estaba a punto a naufragar, Abinader haría un acto de justicia si sigue esa línea, sobre todo sabiendo todos que vivimos en un país donde predominan mulatos y negros. En sus manos o decretos está el iniciar una revolución estética. No se trata de colocar la epidermis por encima de todo, sino de ser justos y equilibrados. 

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