Por Federico Pinales
El 23 de junio es el Día Nacional del Abogado en la patria de Simón Bolivar, Venezuela, primer país sudamericano que tuve el honor de conocer, en 1979, mientras representaba a mi patria, la República Dominicana, ante el Segundo Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
Desde ese momento le tomé tanto cariño a ese noble pueblo y a su gente, que luego me convertí en promotor turístico, llevando grupos de turistas a conocer a Caracas y a la Isla Margarita.
O sea, primero fui como periodista y luego como empresario turístico.
Ahora, un conjunto de sentimientos me conectan con esa noble, heroica y sufrida nación, ubicada al norte del continente sudamericano.
El primero de esos sentimientos es el familiar, representado feliz y orgullosamente, por una prima hermana carnal, que coincidencialmente es abogada, no solamente porque estudió derecho en la Universidad, sino porque lo lleva en la sangre y lo ejerce con dignidad, decoro y un alto sentido ético, lo cual me satisface y me hace sentir totalmente orgulloso de ella.
Estoy hablando de la excelente abogada Ana Romero, hija de mi tía materna Gloria Romero.
A través de ella quiero felicitar a todos los abogados venezolanos, que se colocan la toga para defender lo más sanos intereses de los seres humanos, independientemente de los volúmenes de las carteras de sus clientes.
