miércoles, septiembre 25, 2024

Un viaje inolvidable: Pedernales, algo más que bahía

Fotos y texto Osvaldo David Santana
Después de una travesía de 9 horas, recorriendo los paisajes más bellos y disfrutando de las aguas más frescas de la República Dominicana, llegamos a nuestro destino a las 6 de la tarde: Pedernales. Esta fue nuestra quinta visita a la playa de Bahía de las Águilas, pero la primera vez que exploramos el pueblo de Pedernales. Esta visita se convirtió en la más especial, ya que tuvimos varios días para conocer un poco más sobre esta joyita de provincia.

Nos instalamos en una residencia acogedora cerca del parque central, en la amplia calle Mella. Justo al lado había un hotel con restaurante en su tercer piso, perfecto para gozar la noche fresca. Sin planearlo, disfrutamos de un rico mofongo con camarones, pasta con mariscos, pescado frito, tostones y bastones fritos de cepa de apio, acompañados de salsa tártara. Lo último resultó ser una agradable sorpresa. La variedad de platos en la zona es limitada, pero la gastronomía local, rica en mariscos y pescados.

A la mañana siguiente, mientras el grupo dormía, aproveché para conocer la Playa Pedernales. ¡Wow! Imagina una playa de arenas blancas y aguas azul turquesa a solo unas esquinas de tu casa. A esa hora, la playa era perfecta para tomar los primeros rayos del sol y la brisa fresca, mojarse los pies y hacer una pequeña caminata. 

Aunque la playa es un paraíso, solo encontré un pequeño restaurante y varios chinchorros donde los lugareños y obreros bajan a desayunar. Es una pena que los habitantes no aprovechen más esta hermosa playa, ya que no cuentan con un malecón que les permita ofrecer actividades y atracciones a los visitantes y para ellos mismos.

Después de recargar energías (dosis de los tres golpes) y tomarnos un cafecito, partimos hacia el Hoyo de Pelempito. Saliendo del pueblo por la Fortaleza Enriquillo y tomando la izquierda en la carretera de Cabo Rojo, iniciamos el empinado recorrido hasta el observatorio del parque. Nos asombró el repentino cambio de la vegetación y cómo descendía la temperatura a medida que avanzábamos. El bosque desértico se convirtió en un bosque de pinos, y al dejar la carretera principal para entrar al parque, nos encontramos con asombrosos pedregales que se levantaban al borde del camino.

Tuvimos un pequeño percance y dejamos nuestro vehículo, pero no nos detuvimos y caminamos alrededor de 30 minutos. Este inconveniente resultó ser lo mejor, ya que antes de llegar a la caseta del observatorio, atravesamos un trillo con ilustraciones y fotos de todas las mariposas que pueden ser encontradas en el parque. Gracias al inconveniente, las vimos casi todas. Llegamos al observatorio y la panorámica, el silencio, la paz y la tranquilidad fueron indescriptibles.

Nuestro plan del día incluía una visita a Bahía de Las Águilas, pero por la caminata en Pelempito nos quedamos cortos de tiempo. Para no dejar pasar la tarde, regresamos, compramos refrescos y agua, y decidimos visitar el río El Mulito. La fortaleza de nuestro desayuno nos permitió continuar el recorrido hasta ese oasis en las montañas de la Sierra de Bahoruco. Disfrutamos de sus aguas frescas y nos encontramos con unos jóvenes que se balanceaban de las lianas que colgaban del risco, cual Tarzán en su selva.

A las 5 de la tarde, la Policía Nacional, en su labor de protección al ciudadano, nos sacó del río y comenzamos a sentir hambre. Sorprendentemente, encontramos una pizzería en Pedernales, donde disfrutamos de una pizza con aceitunas negras, pollo desmechado, jamón, queso y pepperoni, quedamos alucinados. Nos fuimos a descansar y preparar para el día siguiente y el gran destino: Bahía de Las Águilas.

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