Por Omar Santana
El reporte oficial de daños del Centro de Operaciones de Emergencias (COE) se queda corto ante la realidad del disturbio tropical del 18 de noviembre de 2023. Certificadas por las autoridades, ya son 25 las personas fallecidas, 22 las viviendas destruidas, 37,060 las personas trasladadas a áreas seguras, 45 comunidades incomunicadas, ocho carreteras afectadas, 965 personas en albergues y cinco puentes caídos, de acuerdo con el boletín del 21 de noviembre.
El informe no cuenta, todavía, las tareas de tierra de producción agrícola inundadas, los animales de la agropecuaria ahogados, los vehículos que quedaron inservibles, las calles donde el asfalto fue levantado. Tampoco los daños provocados en apartamentos, estacionamientos y condominios afectados, cuyas tuberías de agua y gas fueron impactas. Esos pasan desapercibidos.
Las acumulaciones de lluvias por el disturbio tropical en el Gran Santo Domingo, Ocoa, San Cristóbal, Monte Plata, Barahona, Independencia y algunas zonas de Hato Mayor alcanzaron los 450 milímetros. Una precipitación desbordante que hace colapsar a cualquier ciudad del mundo, según los expertos.
El presidente Luis Abinader reconoció el pasado 20 de noviembre que estos fenómenos serán recurrentes: “El país tiene que estar consciente de que este impacto, este cambio climático es real y es una realidad con fenómenos imprevistos, intensos y fuera de temporada”. Añadió, además, que “están saliendo muy caros a la República Dominicana”.
Ante la situación, hay que plantearse qué hace el país. Las primeras medidas de ayuda a las personas con pérdidas materiales como viviendas destruidas o afectadas parcialmente están en marcha. También la distribución de alimentos y el levantamiento de información en los lugares donde hubo daños mayores, como el desplome de la pared del paso a desnivel de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez.
Estos son cuidados paliativos como los que se les prestan a un paciente herido. Más allá de esta reacción, República Dominicana debe estar mejor preparada para mitigar los daños de los fenómenos naturales.
Si los fenómenos naturales salen caros ¿por qué no nos aseguramos?
El catedrático Rafael Piña, coordinador de la maestría de Seguros, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMMM) dice que la cultura y educación sobre seguros en la República Dominicana es muy pobre.
Piña reveló que la superintendencia de Seguros actualmente trata de concienciar entre los funcionarios del gobierno acerca de la necesidad de asegurar las obras estatales con la finalidad de reducir el impacto de los costos de la reconstrucción en el presupuesto nacional.
Piña señala que “el mercado de seguros en nuestra economía apenas representa un 1.67% del Producto Interno Bruto (PIB), y si le sumamos la seguridad social, el seguro rondaría el 3%, que todavía es bajo comparado con los países de América Latina, donde oscila entre un 4% y 5%, algunos países alcanzan el 6%”.
Piña advierte que el sector más asegurado es el empresarial, porque existe una mayor conciencia de los efectos de una calamidad en el patrimonio de una empresa y lo que representa como medio de producción, pero ni en la ciudadanía ni en el Estado hay conciencia, y todo se debe a la falta de educación en la materia.
“La seguridad social es una obligación para que nosotros nos cuidemos, porque nosotros (los dominicanos) no nos sabemos cuidar. Nos obligan a ahorrar un mínimo posible para que tengamos de qué vivir cuando lleguemos a una edad no productiva. Lo mismo pasa con el ‘seguro de ley’, lo tenemos porque es de daños a terceros. Se compra porque es obligatorio, y la mayoría tiene ese seguro para mostrárselo al Digessett, porque en materia de cobertura en la realidad es muy bajo, no te da para contratar a un abogado. No es un seguro para cuidar su vehículo. Lo mismo pasa con la vivienda. La gente tiene un seguro porque el banco te obliga a proteger la garantía del préstamo, pero no es un seguro para ti, es un seguro del banco”.
Este desconocimiento, sostiene, se traslada al Estado.
“Haití, que es un Estado mucho más pobre y menos educado que el nuestro, a pesar de que nos va muy mal en las pruebas PISA, tenía cuando ocurrió el terremoto, un seguro paramétrico del Estado, que le cubrió cinco millones de dólares de los daños ocurridos con el terremoto. Es muy poco, cierto, pero era lo que podía pagar. Nosotros como Estado, que somos más ricos, más grandes, con más representación de seguros, no tenemos”.
¿Qué se hace con el drenaje?
Silvio Carrasco, exdirector del Indrhi y Director de la Unidad de Agua de la PUCMM, aclara que “una ciudad nunca estará preparada para una crecida extraordinaria, que son aquellas generadas por eventos imprevisibles como el fenómeno estacionario que se generó el pasado 18 de noviembre”; pero advierte inmediatamente que “sí debe estar preparada para una crecida normal y Santo Domingo y ninguna otra ciudad del país está preparada para una crecida superior a los 100 milímetros de lluvia en 24 horas”. Son consideradas ordinarias las crecidas por precipitaciones inferiores a 200 milímetros de agua.
Considera que esta falta de preparación ocurre a pesar de que la ciudad de Santo Domingo tiene un drenaje natural, gracias a una diferencia de altura de 70 metros a cero hacia el mar, que constituye una pendiente de desagüe; sin embargo, no cuenta con un diseño que se beneficie de la pendiente.
Carrasco apunta que él no se refiere al cambio climático, porque “eso no está probado”. Argumenta que “las lluvias ocurren por factores puramente aleatorios, por cambios continentales que es muy difícil asociarlos al cambio climático, sino a elementos naturales que han ocurrido toda la vida y van a ocurrir toda la vida. Lo que pasa es que la ciudad, al crecer más y aumentar el número de edificios, y el número de obstrucción de los drenajes, por el mismo desarrollo urbano. tú provocas la crisis. Yo no hablo del cambio climático, y los académicos no hablamos por oído, eso tiene que estar demostrado. Lo que ocurrió el pasado 18 de noviembre fue una lluvia extraordinaria, eso sí”.
Añade que las lluvias ocurridas el pasado fin de semana, aún deben compararse, pero es posible que se trate de un fenómeno de uno en más de 100 años, “lo que no quiere decir que pasará uno cada cien años”.
Reveló que en los próximos días la universidad presentará a la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (CAASD) un máster plan para hacerle frente a la situación del drenaje pluvial, consistente en tres fases de pequeño, mediano y largo plazo.
Filtrantes o redes pluviales
El ingeniero Julio Suero Marranzini señala que antes del alcantarillado pluvial hay que hablar del sistema sanitario que en Santo Domingo no existe, con la gravedad de que en el Distrito Nacional no existen los espacios para hacer plantas de tratamiento. La solución del drenaje sanitario en la capital estaría apoyado sobre los emisarios al mar, tuberías que envían los desperdicios a las profundidades marítimas para su disolución. Los espacios donde irían están diseñados y ya existe tecnología que permite su instalación sin la necesidad de “romper la calle”.
En cuanto al sistema pluvial dijo que se pueden hacer líneas pluviales, pero a su entender la ciudad de Santo Domingo favorece la construcción de filtrantes porque Santo Domingo, mayormente, está construída sobre piedra caliza, la que es porosa y permite la filtración de las aguas, además de que las lluvias alimentan los acuíferos que están en el subsuelo.
Señala que a su entender es preciso crear una unidad o equipo que de manera constante pueda mantener limpios los drenajes e imbornales, “porque la gente no va a dejar de lanzar basura y mientras se tire basura eso se va a tapar”.
Suero Marranzini propuso que en Santo Domingo se debe trabajar con la población para educarla y reducir la cantidad de basura que se lanza a la vía pública y de manera conjunta “tener un equipo que se mantenga 24/7 limpiando imbornales”.
“La ciudad tiene un sistema natural privilegiado porque está sobre roca caliza que es porosa y el agua se va rápido. El problema fundamental es que se llena de basura. Estamos trabajando, desde antes de estos acontecimientos, con el equipo de Carolina Mejía, un análisis de los puntos críticos del sistema pluvial y dónde se necesitan esos filtrantes”, dijo.
El impacto de la basura en las calles
El profesor Martín Meléndez, encargado del Laboratorio de Hidráulica y Mecánica de Fluidos del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) sostiene que para prepararse ante estos fenómenos naturales “lo más importante es dejar de lanzar basura a las calles, porque si bien es cierto que cayeron precipitaciones extraordinarias en el Gran Santo Domingo, la mayoría de los imbornales estaban tapados”.
La segunda parte del problema es la deuda que se tiene con la ciudad en los sistemas de agua potable, residual y pluvial. “Lo que pasa es que ese tipo de construcción, en vez de dar votos quita votos, porque para poder hacer ese tipo de obras hay que romper las calles y tenemos que estar por lo menos una semana con un hoyo que te impide no poder entrar a tu casa”.
Propuso que en las avenidas Winston Churchill, Lincoln y Máximo Gómez se construya un sistema que recolecte las aguas pluviales y que las envíe al mar Caribe.
¿Y los planes de la salud?
El infectólogo Clemente Terrero advierte que en este año el Ministerio de Salud Pública ha “estado dormido”. Dijo que es necesario activar las acciones preventivas de inmediato.
Terrero recuerda que este año ha sido “de mucho dengue”, por lo que ante la cantidad de agua caída el país está en riesgo de que los casos de dengue se disparen, así como el resurgir de la malaria, dos enfermedades que se transmiten a través de la picada de mosquitos.
“Parte del plan de emergencia debe enfocarse en salud. Todavía no se ha informado nada. En estos tipos de inundaciones, recordamos al huracán Georges, la leptospirosis tuvo un incremento importante luego de aquella ocasión (1998) que hubo un brote grandísimo, por consiguiente hay que orientar a la ciudadanía y enfocarse en ella, y dar apoyo a los equipos de salud provinciales y a las personas que han sufrido inundaciones se les debe dar una terapia preventiva”, indica.
Sobre las enfermedades gastrointestinales, Clemente advierte que Barahona fue una de las provincias con mayores acumulados de agua y ya era escenario de un brote de cólera en el que se han identificado oficialmente 16 casos de cólera, mientras que 10 personas murieron con “síntomas gastrointestinales agudos”, por lo que llama a prestar “mucho más atención”.