martes, abril 30, 2024

Donde quieres que estés… Leonora

Por Alfonso Tejeda
No recuerdo cómo ni cuándo ni dónde pero sí que desde ese entonces su atildado desgarbo, su comedido desparpajo, su sonrisa siempre refrescante coronando su espontáneos y afilados decires que sus lentes prematuros confirmaban la indagación sustentados y ese permanente solícito por interesarse en el otro, me arrimaron a ella desde ese entonces que su correspondiente, Julio me la presentara.
Ya entonces se habían matrimoniado en una ceremonia en el San Juan de su origen, al que llevó a Julio desde la calle 8, del ensanche Espaillat en la que él y yo éramos los dos más "discretos" ( por no decir el término con que se define a los nuestros), y que las fotos me hacían burlarla con aquello -me arriesgo a escribir consciente del repruebo feminista- de " él la ayudó".
Sus inquietudes y afanes se me hicieron cotidianos cuando en los primeros años ' 90s coincidimos en el diario Última Hora, dónde su calidad profesional destacó y su espontaneidad se clasificó con la de la maestría de Sara Savarín y la ríspida con que nos sorprendía la discreta Vivian Jiménez, siempre "remolina" ante los destornillantes embates de Aristófanes Urbáez (Babú), Leoncio Comprés y Frank Núñez ( El Porta).
Los cuatro últimos, junto con Emilia Pereyra, Tony Pérez y Elina María Cruz, llegaron desde el periódico El Siglo, en su primera crisis, para reforzar la edición dominical a cargo del cuidadoso Juan Deláncer, en un intento del vespertino por captar la que se estima era mejor rectoría.
Tras una pausa, nos volvimos a encontrar en El Siglo, cuando el periódico retornó por más tiempo a su oferta inicial, ahora bajo la dirección ejecutiva de Osvaldo Santana, compañero de escuela y de afanes de Bienvenido Álvarez Vega, fundador y primer director de ese magnífico diario que su atadura a los bancos comerciales potenció y también finiquitó.
Su "rebeldía ecuánime", resultado de su inteligencia, su autoestima y sus efluvios epocales, las llevaron al periódico Hoy, acuciada por la templanza de Álvarez Vega, quien en un pie de foto le cambió erróneamente su segundo apellido por un españolizado "Solchaga", con el que desde entonces la llamaba.
La última vez que la vi fue el pasado año, cuando murió Conde Olmos, otro de su estirpe, de esa que dota a algunos/as de tantas y abundantes cualidades que reparten entre sus cotidianos y les alcanza para siempre.

Su condición última me paralizaba, y aunque me inquietaba su estado, el temor que este martes sacude, hacía que fuera parco con ella, y por distintas vías me informaba de su condición, y después del 24 de marzo, día de su cumpleaños, apenas hablamos dos o tres veces.

Su último gesto hacia mí fue, como siempre, un agrado: en esta su más cruenta gravedad, sonrió cuando la solidaria Altagracia Ortiz le presentó un libro que le envié. Ese era uno de nuestros vínculos, con el que ella atizaba mi modorra.
"Temprano levanto la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
No perdono a la tierra ni a la nada".

Con tu amado Joan Manuel Serrat, -que se vale para todo y todas/os, de ese a quien tu veneraba, Miguel Hernández, también te digo:

Sí, Solchaga, tú no te merecerías esa muerte prematura,
Nosotros, tampoco!

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