domingo, noviembre 24, 2024

La izquierda y el desafío democrático

La izquierda dominicana surgió tarde, en una sociedad que hacía un recorrido desde la montonera, pasando por la ocupación extranjera hasta la dictadura. Las ideas que le influyeron llegaron con los exiliados españoles y encontraron abono en la coyuntura de la segunda guerra mundial y el avance ruso, que posibilitó la conformación del Partido Socialista Popular, rápidamente perseguido y desarticulado por las huestes de la tiranía trujillista.

En el exilio, los opositores a Trujillo bebieron las influencias de los movimientos de izquierda de América y, en especial, de Cuba, después del Asalto al Cuartel Moncada, en 1953, y después de la llegada del grupo guerrillero, en 1956, lo que se afianzó luego del triunfo de la Revolución, en 1959.

La Revolución cubana, liderada por Fidel Castro, influyó en forma tan determinante que cambió la agenda táctica de casi todo el movimiento de izquierda en América Latina.  Los aires revolucionarios se insuflaron y la consigna pasó a ser la insurrección y la meta el socialismo. La agenda democrática perdió importancia y se abandonó el terreno de la lucha política, lo que allanó el camino para el avance más decidido del autoritarismo.

En nuestro país, mientras los grupos revolucionarios se radicalizaban y comían sin masticar la experiencia de otras naciones, se abortaba la posibilidad de una gran alianza de transición democrática en las elecciones del 1962, que procurara dejar atrás el trujillismo. La izquierda asumió la postura abstencionista dejando brechas a la incubación de una nueva versión autoritaria, que cobró concreción luego del golpe a Juan Bosch, instalándose en el Palacio Nacional bajo la denominación de Triunvirato.

Después del golpe de Estado vino el intento guerrillero de Las Manaclas, liderado por Manolo Tavárez. Muchos sueños libertarios y más heroísmo, pero total desencuentro con el curso de los acontecimientos. El saldo del desastre fue la pérdida de un acumulado político y un liderazgo que estaba llamado a jugar papeles estelares en la transición democrática.

El reclamo de retorno a la democracia se jugó en los cuarteles.  El estallido del 24 de Abril del 1965 sorprendió a los radicales y los colocó en roles marginales, en lo que concierne a la planeación y desenlace, aunque de primer orden en los combates y la resistencia. Bravura y heroísmo nunca ha faltado, así lo reiteran los hechos que se produjeron, incluyendo la resistencia a más de 42 mil marines extranjeros.

El saldo de la guerra, aunque nunca lo hemos querido admitir, fue una derrota estratégica al proyecto de cambio revolucionario que encarnaba la joven izquierda. En tanto se imponía la dictadura y la guerra sucia, oculta tras la simulación democrático-electoral, exhibiendo sin muecas los instintos criminales más bajos, la izquierda no logró zafarse del fantasma insurreccional y siguió intentando “repetir la Guerra de Abril”, en vez de organizarse para disputar los escenarios de poder, en el mediano plazo, construyendo las alianzas políticas y sociales que fueren necesario.

La izquierda, en ese ínterin, sin disminuirle un milímetro al heroísmo y bravura de leyenda, fue diezmada y la confusión y falta de horizonte político la empujó a refugiarse en disputas ideológicas y seguidismos internacionales, que la fragmentaron y mellaron su incidencia en el pueblo, que no entendía de Mao Tse-Tung o de Stalin y que sólo aspiraba a vivir mejor. 

En el presente, es bonita la aspiración de unir todo el archipiélago de siglas y reductos de izquierda en un frente, pero es insuficiente para encarar los desafíos democráticos del presente. El radicalismo no convoca ni genera la flexibilidad política que se requiere en la coyuntura. El impulso de una gran alianza con los sectores productivos, con las clases medias que soportan el peso de los tributos sobre sus hombros, con los cristianos y los sectores populares, levantando un programa inclusivo, es lo que está a la orden del día para recobrar la senda política e impulsar la profundización de la agenda democrática del país.  Otra ruta mantendría a la izquierda poniendo el foco en el discurso moral, pero sin filo político.

Fidel Santana
Fidel Santana
Fidel Santana: Sociólogo y político con maestria en Metodología de investigación. Desde el año 2007 imparte docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde también ha ocupado en diversas funciones de dirección en áreas administrativas. Entre los años 1999 y 2007 fue uno de los principales líderes y voceros de los movimientos sociales dominicanos. Es autor de los libros “Amín Abel: un gigante dormido” y “Resistencia y Colectivismo en los Convites Campesinos de San Cristóbal”. Fue Diputado Nacional en período 2016 al 2020, en cuyo órgano legislativo presidió la Comisión de Derechos Humanos, entre 2016 y 2020.

2 COMENTARIOS

  1. Al hermano Fidel le faltó decir que esa gran alianza debe ser independiente de los partidos tradicionales. Y que el movimiento progresista no puede seguir a la cola de la partidocracia.

    • Al hermano Fidel le faltó decir que esa gran alianza debe ser independiente de los partidos tradicionales. Y que el movimiento progresista no puede seguir a la cola de la partidocracia.

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