Por Emiliano Reyes Espejo
Los que aspiran, y esperan una escalada militar de Estados Unidos en Venezuela pueden llevarse una desconsoladora sorpresa. Al parecer no ocurrirá el ataque esperado. Parece que no se verán tropas, tanques ni otros vehículos militares sorteando las calles y avenidas de Caracas.
Lamento mucho decir eso porque sé que este enfoque mata el entusiasmo de mucha gente. Comprendo que ello causa pesimismo y mucho pesar, especialmente en la oposición venezolana que espera una solución militar a la crisis latente en la nación sudamericana. También, a la industria de la guerra que verá perderse una nueva oportunidad de incentivar un nuevo conflicto en el mundo para así promover la venta de sus armas y aparatos letales.
Los sectores que han esperado ansiosos que Estados Unidos elimine, de una vez y por toda, el gobierno de Nicolás Maduro, se encontrarán con que es el propio presidente Donald Trump que dará una salida negociada del conflicto con Venezuela. Obvio, después de saturar un ambiente bélico se atribuye el triunfo de llevar la paz a esta nación latinoamericana. Y todos felices, Maduro seguirá gobernando y Trump obtendrá su cuota de la inmensa reserva petrolera venezolana.
Parece primar una realidad geopolítica en la que no es negocio una incursión militar para el desenlace de este conflicto.
Y si contrario a este señalamiento, y por alguna razón se produce la incursión militar, vendrá lo peor. Se sabe que la resistencia armada en el territorio venezolano no será obstáculo, dado el poderío del ejército norteamericano. El problema vendría después, cuando comiencen a liberarse combates en los diferentes frentes de guerra.
Los sectores opositores al gobierno de Maduro apuestan a su derrocamiento y/o apresamiento para ser juzgado en un tribunal de Estados Unidos bajo los cargos de ser el líder del denominado Cartel de Los Soles. Incluso, el gobierno norteamericano ofrece US$50 millones de dólares por la captura o por aportes de informaciones que permitan apresar al mandatario venezolano. En tanto, el propio Maduro y sus funcionarios niegan la acusación y afirman que detrás de la misma está el interés de Washington de apropiarse del petróleo, oro y otras riquezas de los venezolanos.
Lucha desigual
Es previsible que la irrupción militar terrestre de tropas de Estados Unidos encontraría, en primer lugar, la respuesta de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. En segundo caso, se producirían enfrentamientos con organizaciones populares armadas. Sería una lucha desigual, desgarradora. Se librarán en las fortalezas, aeropuertos, oficinas del gobierno, palacio presidencial, infraestructura petrolera y otros frentes. Igualmente, se prevé combates en avenidas, calles y zonas de montañas.
Los bombardeos y uso de misiles, ataques con modernos aparatos de guerra causarán decenas, cientos y hasta miles de muertes. Se destruirán ciudades, especialmente Caracas. Los complejos petroleros, plantas energéticas, refinerías e industrias serán blancos de ataques.
Podría ocurrir que un comando armado incursione hasta el Palacio de Miraflores y capture a Maduro en medio de una refriega letal.
La situación es extremadamente difícil y compleja. En este conflicto se juega la vuelta del dominio de la Doctrina Monroe en América Latina, México y el Caribe.
Un mundo en conflicto
Todo esto está ocurriendo en un mundo que registra en la actualidad “más de 100 conflictos armados o alrededor de 56 conflictos activos, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial, incluyendo guerras internacionales como la de Rusia en Ucrania y conflictos civiles en Sudán, Etiopía, Siria y Myanmar, entre otros”.
A estos “se suman numerosas tensiones y crisis no bélicas (económicas, políticas, sociales) que afectan a casi un cuarto de la población mundial, aunque estas últimas son más difíciles de cuantificar con un solo número”. Se agregan la devastación de Gaza por parte de Israel, la guerra Irán-Israel-Estados Unidos, Cachemira y Yemen, Tailandia y Camboya. Y ahora esos trances bélicos se vislumbran en Venezuela.
La tendencia se trata, según los organismos especializados y los informes de las Naciones Unidas, de un escalamiento de los conflictos, el cual es “claramente superior” a los dos últimos años, o sea, 2023 y 2024.
“Las tensiones internacionales se incrementaron del 23% en 2023 al 27% en 2024 y casi la mitad de las tensiones de máxima intensidad (14 de 32) fueron de carácter internacional”, señala Alerta 2025, un “Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz”.
Muertes por eventos violentos
En tanto, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, una autoridad líder mundial en seguridad global, riesgo y conflictos militares, ha advertido sobre “una escalada de la violencia global”. Asimismo, la Encuesta sobre conflictos armados 2025 del referido Instituto, “revela una escalada de la violencia global, una geopolítica fracturada y el agravamiento de las crisis humanitarias”. Precisa que “el regreso de Trump a la presidencia en 2025 intensificó las tensiones entre las grandes potencias y debilitó aún más el multilateralismo”. Agrega, igualmente, que “los conflictos en Gaza, Ucrania, Sudán y Myanmar persistieron con el surgimiento de un nuevo foco de tensión en la guerra entre Israel e Irán y un aumento del 23% en las muertes por eventos violentos a nivel mundial, hasta alcanzar casi 240.000”.
Zona de paz ¿o de guerra?
Pese a ser declarada “Región de Paz”, América Latina y el Caribe se ven envueltas actualmente en serios escenarios pre-bélicos que pueden desencadenar –y Dios quiera que no- en destructivas guerras. De hecho, Estados Unidos realiza en estos momentos el más grande despliegue de tropas y equipamientos militares que se haya hecho en la región en toda su historia. No solo ha apostado tropas y aviones en Puerto Rico, sino también un portaaviones, un submarino nuclear en aguas marinas cercanas a Venezuela, creando un virtual cerco que ha sido reforzado con el cierre del espacio aéreo venezolano. República Dominicana hace su papel de “gañán” del imperio en medio de la crisis.
Máxima presión
A Venezuela se aplica la “política de máxima presión”, mientras se negocia por debajo. Al parecer, no se persigue realmente combatir el tráfico de drogas en la región, sino derrocar el gobierno de Nicolás Maduro y causar una transición hacia un régimen democrático, al frente del cual estaría la líder opositora y “Premio Nobel de la Paz”, Corina Machado.
Frente a esta tensa situación, aparecen en el umbral geoestratégico Rusia, China, Irán, Nicaragua y Cuba, países que han expresado su apoyo al gobierno de Maduro. China ha pedido a Estados Unidos respetar la libre determinación de los venezolanos, mientras Rusia, a quien se atribuye suministrar poderosos misiles a la nación sudamericana, le advierte que debe evitar un conflicto en Venezuela.
La guerra psicológica y mediática alcanza su más alto nivel. Todo el mundo espera que exploten los tiros en Venezuela. La expectativa creada señala que, por lo menos, se producirá un ataque inminente de comando que capture a Maduro y lo lleve a Estados Unidos donde sería juzgado por narcotráfico, aunque no se haya presentado ninguna prueba al respecto.
Ante este panorama nada halagüeño, algunos analistas ya aseguran que Estados Unidos no invadirá a Venezuela. No porque no pueda, sino porque el gobierno de Trump está atado a una preocupante crisis económica y una realidad geopolítica mundial que se lo impiden.
¿Ganó Maduro otra vez?
Hay realidades que le impiden a Trump abrir un frente de guerra en Venezuela. El extraordinario despliegue militar servirá, en tanto, para meter presión al gobierno de Maduro y retomar la aplicación de la Doctrina Monroe en América Latina y el Caribe, región que la superpotencia del Norte considera y trata como su patio trasero.
El analista y académico en geopolítica, John Mearsheimer, afirmó que para sorpresa de muchos, Estados Unidos acaba de ofrecer un “increíble” acuerdo que involucra a Israel y Venezuela, “con implicaciones estratégicas, energéticas y diplomáticas para el 2025”.
Según John, este movimiento “revela un intento de Washington por estabilizar tensiones en Medio Oriente, mientras asegura recursos clave en América Latina”. Trump negocia con Venezuela para asegurar el suministro de carburantes y con Israel para llevar paz a esa región del mundo.
“Estados Unidos decidió ofrecer a Israel algo que nunca había ofrecido antes, una reducción progresiva del apoyo económico y militar a cambio de que Israel suavice su postura en el Oriente Medio y permita que Washington reorganice su estrategia energética en crisis”. En paralelo, Estados Unidos ofreció a Venezuela algo que hace cinco años sería impensable, acceso gradual a mercados financieros, alivio de sanciones y participación compartida de proyectos energéticos a cambio de algo muy simple: estabilidad”. “No les pidieron democracia, ni reformas ni concepciones ideológicas, les pidieron petróleo y lo hicieron con una urgencia casi desesperada. ¿Te das cuenta de lo que implica eso? No es diplomacia, es supervivencia energética”, apunta John.
El experto dijo que eso genera uno de los elementos más fascinantes de esta historia, la triangulación: “Estados Unidos necesita petróleo venezolano para sostener su estructura económica. Israel necesita garantía política para sostener su estructura de defensa. ¿Qué mejor forma existe de mantener a ambos tranquilos que unir sus intereses, aunque no se soporten? Esa fue la genialidad del acuerdo”, refirió.
En síntesis, si Estados Unidos negocia el suministro de petróleo con Maduro, éste no será derrocado y no habrá invasión. Los opositores que esperaban ver “tropas gringas” en las calles de Caracas, tendrían que esperar otra coyuntura porque esta, la de ahora, al parecer, Maduro la ganó otra vez.
*El autor es periodista.





