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martes, diciembre 2, 2025
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Radiografía a los accidentes de tránsito: la muerte acecha en las vías provinciales

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Por Octavio Santos

Los números están ahí, fríos. Pero detrás de ellos hay cascos rotos, familias en salas de espera y carreteras que se han convertido en un territorio donde la vida se apuesta todos los días. La infografía oficial de Seguridad Vial revela una verdad incómoda: en este país, subirse a una motocicleta es exponerse a una ruleta rusa moderna. Y aun así, es la forma de moverse para cientos de miles de dominicanos.

La República Dominicana mantiene una tasa de 20.02 muertes por cada 100 mil habitantes, una cifra que no es solo estadística: es un vacío acumulado, uno que se reparte de forma desigual, según la provincia donde uno nazca o viva. Samaná, La Altagracia y San José de Ocoa encabezan el mapa de la mortalidad. En Independencia, Santo Domingo y el Distrito Nacional, el panorama cambia, pero no lo suficiente para hablar de seguridad, solo de relativa suerte geográfica.

Cada punto del mapa tiene una historia, y la mayoría termina igual: una motocicleta destrozada en un arcén, una sábana sobre el asfalto, un grupo de curiosos y una sirena que llega, casi siempre, demasiado tarde.

Porque siete de cada diez muertos en accidentes de tránsito son motociclistas. Son repartidores, estudiantes, obreros, madres que regresan del trabajo nocturno. Son, sobre todo, hombres. El 87.91 % de los fallecidos son hombres, una cifra que no sorprende a quienes recorren las salas de emergencias un domingo en la noche.

En esas salas también se reconoce el patrón de edad: el 53 % de las víctimas tenía entre 15 y 34 años. Todavía jóvenes, todavía con la vida adelante, todavía con planes. Pero en el país donde la movilidad pública no alcanza y la motocicleta resuelve, la estadística se convierte en destino.

Las carreteras —no las grandes autopistas, sino las rutas provinciales que conectan comunidades— son el escenario principal de las tragedias. El 40 % de las muertes ocurrió allí, seguidas de las calles urbanas y avenidas, donde la vida diaria no exime del riesgo.

La infografía lo resume en una cifra que habla más de cultura que de azar: el 58.81 % de las infracciones registradas están vinculadas a acciones que afectan directamente la seguridad —conducir sin casco, violar la luz roja, circular sin licencia, exceder la velocidad, transitar en sentido contrario. Nada que una nueva señalización pueda corregir; todo que una decisión individual (y colectiva) podría evitar.

Si se busca el momento en que la muerte encuentra más oportunidades, el calendario es claro: el domingo. El 25.4 % de las muertes ocurre ese día, seguido de lunes y sábado. Tres días que concentran la recreación, el desahogo y, también, la imprudencia. Tres días que representan el 58 % de las muertes.

A estas alturas, la historia de los accidentes de tránsito en la República Dominicana ya no puede contarse como una colección de tragedias aisladas; es una estructura, un patrón que se repite con precisión matemática. Hay un perfil claro de la muerte en carretera: hombre, joven, en motocicleta, fin de semana, carretera provincial.

Y mientras esa ecuación no cambie, el país seguirá escuchando el eco de los frenos que no alcanzaron, las ambulancias que no llegaron a tiempo y las voces que repiten la misma frase en todas las esquinas del mapa: “Fue otro accidente”.

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