Por Emiliano Reyes Espejo
Entre la trivialidad y la tragedia, entre la indiferencia y la desgracia, así marcha el pueblo dominicano. Una sinrazón deslumbrada por cifras y estadísticas sorprendentes. Nos aferramos a datos que ilusionan como “canto de sirena” y enarbolan un progreso que más que vivirse, se sufre, ya que solo se percibe, y a veces es hasta insufrible.
Parodiando el paradigmático libro “El hombre en busca de sentido” del psicólogo judío Viktor Frankl, nos aventuramos a reclamar que, ante los duros golpes recibidos, ante la fatalidad de la pandemia del Covid-19 y ahora ante la tragedia de la discoteca Jet-Set que nos ha dejado más de 231 víctimas mortales, que el país trabaje de manera aunada, con una sola voz para que seamos “una nación en busca de sentido”.
¿Acaso no tenemos sentido como nación? La pregunta se lanza al viento. No parece que carecemos de sentido como Estado, aunque sí; pero en caso de se tenga la esperanza de que no sea verdad, que no sea cierto que lastimosamente andemos sin sentido, entonces nos arropará una gran pena. De ser cierta la premisa del sin sentido, es un deber afrontar todos los factores que hagan pertinentes superar esta cruda realidad.
El autor de “El hombre en busca sentido”, Viktor Frankl, nos alecciona y escribe con su obra luego de vivir un calvario, después de padecer sufrimientos extremos en los campos de concentración nazi. Pero ¿quién es Viktor E. Frankl (1905-1997)? Se trata de “uno de los referentes más destacados de la psicología del siglo XX” y por demás un mártir de las maldades del régimen de Adolfo Hitler, en Alemania.
Sus biógrafos narran que Frankl se graduó de doctorado en Medicina y Filosofía por la Universidad de Viena, fundó la logoterapia, denominada “tercera escuela vienesa de psicoterapia”, entre otros méritos que acumuló después de resistir el holocausto.
“En 1942, en pleno apogeo del régimen nazi, él y su familia fueron hechos prisioneros e internados en campos de concentración. Fue precisamente esta experiencia la que lo llevaría a desarrollar su teoría psicológica basada en el existencialismo. Tras sobrevivir al Holocausto, fue profesor de Neumología y Psiquiatría en la Universidad de Viena y obtuvo la cátedra de Logoterapia en la Universidad Internacional de San Diego, California”.
Fue galardonado con numerosos premios, impartió conferencias en todo el mundo y 29 universidades le otorgaron el título de doctor honoris causa.
La vida de Frankl nos cautiva no solo por la grandeza de sus aportes a las ciencias médicas y psicológicas en el siglo XX, sino también por sus sufrimientos en los campos de concentración. Su vida constituye “un símil de sufrimiento y superación” en comparación con los padecimientos del pueblo dominicano desde los inicios de su existencia.
La existencia de RD
Desde un principio el pueblo dominicano ha atravesado por innumerables vicisitudes y padecimientos. La opresión por parte de extranjeros, especialmente por la ocupación haitiana, ha sido una constante desde antes de la declaración de independencia a cargo de patriotas al frente de los cuales estuvo el patricio Juan Pablo Duarte.
En nuestros posteriores procesos históricos, hemos padecido de todo, igual que sufrió Frankl en su cautiverio en la ergástula nazi. “Él, que todo lo había perdido, que padeció hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles”, se narra en el libro de Frankl.
¿No ven ustedes algunos parecidos de esos sufrimientos que padeció el eminente psiquiatra a lo que soporta, sobrelleva, el pueblo dominicano? Y que como lo hizo el doctor Frankl los dominicanos sabremos superar todas las dificultades que se nos presenten, y de paso buscarle un sentido a la vida como nación.
Históricamente, vimos que el pueblo dominicano superó la ocupación haitiana, la intervención de Estados Unidos, la tiranía de Trujillo, el ciclón San Zenón, el incendio de la cárcel de Higüey, la explosión en la empresa Poliplas de Villas Agrícolas, el desastre de San Cristóbal, y ahora la tragedia del Jet-Set, entre otras desgracias.
Al igual que Frankl, que sufrió las ilusiones y que psicológicamente estas lo llevaron a él y a sus compañeros a ser afectados “por un humor macabro”, como nos ocurre a los dominicanos, y lo cual nos llevó a plantear como salida que el hombre se dedique a buscar el sentido de su vida. “Ese humor –afirma- lo provocaba la conciencia de no tener nada, excepto nuestra ridícula existencia desnuda”.
La existencia desnuda, desprovista de ser ¿es lo que conmueve a los dominicanos ante la magnitud del desastre acontecido en la discoteca Jet-Set? Y tal como lo hizo Frankl en la prisión nazi que resistió al máximo su sufrimiento, el dominicano también se aferra a su existencia, frente a la impotencia que impone la impunidad ante tan dura realidad, no obstante la trascendencia de este trágico hecho.
¿Nación con sentido?
En ese tenor, corresponde a los distintos sectores analizar la cadena de sufrimientos por la que ha atravesado nuestro país y como respuesta proponerse, de manera definitiva, la meta de trazarse “una nación en busca de sentido”.
Necesitamos hacer un trazado a la marcha que lleva nuestra nación, enderezar sus malos pasos y visualizarnos con un futuro próspero. Y es por eso que debemos:
-Despojarnos de los instintos que enarbolan los políticos tradicionales y enfocarnos en la preparación de un programa con sentido de nación para el año 2050.
¿Podría ocurrir el milagro de que la clase política decida aprovechar el dolor que padece el pueblo dominicano para reunirse, aunar fuerzas y trazarse en conjunto un plan de nación que nos evite futuras tragedias?
*El autor es periodista.