Por Omar Santana
En el corazón de la economía dominicana laten dos sectores neurálgicos: la agricultura y la construcción. Estas actividades no solo sustentan el crecimiento económico del país, sino que también son fundamentales para el bienestar social y la seguridad alimentaria.
Sin embargo, el reciente informe del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo sobre la calidad del empleo expone una realidad: la agricultura y la construcción figuran entre las áreas con mayores índices de precariedad laboral.
A esta problemática se suma otro elemento esencial: ambos sectores están dominados por la fuerza laboral haitiana, especialmente por migrantes indocumentados. Esto abre un debate urgente: ¿es la precariedad inherente a estos sectores lo que desalienta a los dominicanos a asumir estos trabajos? ¿O es el sistema el que perpetúa las condiciones para que sigan siendo ocupaciones marginalizadas?
El Ministerio de Economía mide el nivel del trabajo en el país a partir del “Índice de Calidad del Empleo" (ICE). En el caso dominicano, el ICE utiliza una metodología que combina diferentes variables para proporcionar una visión integral del mercado laboral. Este índice evalúa seis dimensiones clave:
- Ingresos: La capacidad del trabajador para generar un salario digno.
- Seguridad social: Acceso a beneficios como salud, pensiones y seguros por accidentes laborales.
- Beneficios sociolaborales: Incluye derechos como vacaciones pagadas, licencias médicas, entre otros.
- Horas de trabajo: Evalúa si las jornadas laborales son adecuadas o excesivas.
- Tipo de contrato: Considera si el empleo está formalizado o es informal.
- Estabilidad laboral: Analiza la permanencia del trabajador en su puesto.
Cada una de estas dimensiones recibe un peso específico en el cálculo del índice. Según el informe, la seguridad social y los ingresos son los factores más determinantes, ya que concentran un peso combinado del 55% en el ICE.
Desigualdades estructurales y desafíos pendientes
A pesar de los avances, los niveles de precariedad siguen siendo alarmantes en sectores como la agricultura y la ganadería (88.6% de empleo precario), construcción (83.4%), transporte y comunicaciones (75.8%).
El informe también señala la situación crítica de los trabajadores independientes. Aunque sus ingresos son comparables a los del sector privado, carecen de acceso a la seguridad social, lo que les deja desprotegidos frente a imprevistos y sin una previsión para la vejez.
Otro grupo particularmente afectado es el de las mujeres dedicadas al servicio doméstico. Este sector enfrenta deficiencias significativas en ingresos y beneficios sociales, perpetuando un ciclo de vulnerabilidad que dificulta el acceso a una calidad de vida digna.
Agricultura: el sustento que no sostiene
Sin embargo, a los fines de este artículo analizaremos la agricultura dominicana, que representa uno de los pilares históricos del desarrollo nacional y actualmente la base de la denominada seguridad alimentaria. Sin embargo, detrás de la búsqueda de esta seguridad se esconde una cruda realidad: el 88.6% de los trabajadores en este sector ocupa empleos considerados precarios.
El informe resalta varios factores que perpetúan esta precariedad:
- Informalidad generalizada: Una gran parte de los trabajadores agrícolas no tiene acceso a seguridad social ni contratos formales. Esto los deja desprotegidos frente a accidentes laborales y enfermedades.
- Bajos ingresos: Los salarios en el sector agrícola suelen estar por debajo del promedio nacional, una situación que apenas garantiza la subsistencia de los trabajadores y sus familias.
- Ausencia de beneficios sociolaborales: Las jornadas extensas, la falta de licencias remuneradas y la ausencia de condiciones básicas de trabajo reflejan un panorama alarmante.
Construcción: levantando el país desde la precariedad
La construcción ha sido un motor de desarrollo urbano y de infraestructura en República Dominicana, que se refleja en grandes edificios, túneles, elevados, líneas del metro y carreteras. Pero según el informe, que el 83.4% de los trabajadores en este sector también enfrenta condiciones laborales precarias.
Al igual que en la agricultura, la informalidad domina el panorama. Muchos trabajadores carecen de contratos formales y beneficios como seguridad social, vacaciones pagadas o licencias médicas. Además, las condiciones de seguridad en el trabajo son alarmantes, con un alto índice de accidentes laborales debido a la falta de regulaciones efectivas y supervisión.
En ambos sectores, la mano de obra haitiana desempeña un rol predominante, especialmente entre los migrantes indocumentados. Según diversas estimaciones, miles de trabajadores haitianos se emplean en la agricultura y la construcción, aceptando salarios más bajos y en condiciones más duras que sus contrapartes dominicanas.
En ambos casos, son los sectores que han pegado el grito al cielo mucho más alto con las políticas de migración del Gobierno dominicano, que debido a la situación en Haití, ha parado la entrega de visados y documentación que faciliten la estancia legal y regular de haitianos al país; al mismo tiempo que se ha propuesto la meta de deportar 10 mil haitianos cada semana.
La alta concentración de migrantes en estos sectores parece reforzar la percepción de que son trabajos "de segunda categoría". Por otro lado, los bajos costos laborales que ofrece esta fuerza de trabajo precarizada se convierten en un incentivo para los empleadores, perpetuando las condiciones actuales.
Mientras, el Gobierno ha lanzado dos propuestas que parecen quimeras: mecanizar la mano de obra y dominicanizarla.
¿Es la precariedad laboral la razón por la cual los dominicanos evitan estos empleos? El informe del Ministerio de Economía no aborda directamente esta cuestión, pero sus datos sugieren que las características de estos trabajos (bajos salarios, informalidad y falta de beneficios) son factores determinantes en su baja aceptación entre la población local.
Las raíces de la precariedad
Entender por qué la agricultura y la construcción están atrapadas en un ciclo de precariedad requiere examinar factores estructurales y culturales:
- Modelo económico: Ambos sectores han dependido históricamente de prácticas intensivas en mano de obra barata, sin inversiones significativas en tecnología o mejoras laborales.
- Ausencia de regulación efectiva: Aunque existen leyes laborales que protegen a los trabajadores, su aplicación es débil, especialmente en zonas rurales y proyectos de construcción pequeños.
- Estigmatización social: Los trabajos agrícolas y de construcción suelen ser percibidos como actividades de bajo estatus, una percepción que desincentiva a los dominicanos a considerarlos como opciones viables de empleo.
- Migración y competencia laboral: La disponibilidad de mano de obra haitiana, dispuesta a aceptar condiciones menos favorables, ha reducido la presión sobre los empleadores para mejorar las condiciones laborales.
Impacto económico y social
La precariedad en estos sectores tiene implicaciones profundas:
- Desigualdad social: La falta de ingresos dignos y beneficios sociolaborales perpetúa la pobreza entre los trabajadores agrícolas y de construcción, exacerbando las desigualdades en el país.
- Fuga de talento: La percepción negativa de estos sectores y las condiciones laborales desalentadoras empujan a los jóvenes dominicanos a buscar oportunidades en otras áreas, reduciendo la sostenibilidad a largo plazo de estas actividades.
- Dependencia de la migración: La agricultura y la construcción han llegado a depender de la mano de obra haitiana. Si las políticas migratorias se endurecen, estos sectores podrían enfrentar una crisis de disponibilidad laboral.
- Competitividad limitada: La falta de inversiones en tecnología y capacitación limita la productividad, manteniendo a estos sectores en un ciclo de bajos ingresos y escasa innovación.
¿Una oportunidad para el cambio?
El informe del Ministerio de Economía destaca que mejorar la calidad del empleo en estos sectores es esencial para garantizar un desarrollo sostenible. Algunas de las recomendaciones incluyen:
- Formalización del empleo: Implementar políticas que incentiven a los empleadores a formalizar los contratos y ofrecer beneficios básicos como seguridad social y vacaciones pagadas.
- Mejoras salariales: Establecer mecanismos que garanticen un salario mínimo digno, ajustado a las condiciones específicas de cada sector.
- Educación y capacitación: Introducir programas de formación técnica y profesional que mejoren las competencias de los trabajadores, aumentando su productividad y empleabilidad.
- Inversión en tecnología: Modernizar los procesos agrícolas y de construcción para reducir la dependencia de mano de obra barata y aumentar la competitividad.
- Regulación migratoria equilibrada: Diseñar políticas que protejan los derechos de los migrantes sin excluirlos del mercado laboral, al tiempo que se fomenta una mayor participación de los dominicanos en estos sectores.
Diferencias entre empleo público y privado
Una de las conclusiones más importantes del estudio es la disparidad entre el empleo público y privado. El sector público domina en la proporción de empleos de calidad debido a la formalización y la estabilidad laboral que ofrece. En contraste, el empleo privado, especialmente en pequeñas y medianas empresas, enfrenta mayores desafíos de informalidad y escaso acceso a beneficios sociolaborales.
El informe también destaca la diferencia en los beneficios sociolaborales. Mientras los empleados públicos tienen acceso a vacaciones pagadas, licencias y seguridad social casi universal, muchos trabajadores del sector privado carecen de estos derechos, especialmente en actividades como comercio y agricultura.