jueves, septiembre 19, 2024

EN LA CDE, EN EL 2000

El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), gana las elecciones del año 2000, con su candidato, el ingeniero Hipólito Mejía, quien obtuvo una victoria cómoda, frente a su contender licenciado Danilo Medina Sánchez,  del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

En esa ocasión vivía próximo al Comando Central de Campaña del candidato ganador, y aunque me era fácil visitar ese local, no era dados a acudir allí, porque, aunque votamos por este, mi acercamiento en ese partido era con su presidente, el licenciado Hatuey De Camps.

Este acercamiento con el licenciado De Camps, me arruinó las posibilidades de ascender a una importante posición en ese gobierno denominado “con rostro humano”.

Lo mismo ocurría con mis visitas al Palacio Nacional, a no ser que fuese necesario, porque no me sentía cómodo con un área de ese gobierno, incluyendo el entorno del mandatario.

Yo le había manifestado al candidato ganador mis aspiraciones de ser designado en un consulado, no muy lejos de República Dominicana.

En una ocasión, mi amiga Ana Gilma Madera, quien era la secretaria asistente del ingeniero Hipólito Mejía, me pidió que le hiciera un listado de no más de 10 consulados que me interesaran para la designación.

Así lo hice, y a los dos días, la señora Madera me llamó con urgencia y me dijo: “Dice Hipólito que pase por aquí ahora mismo, y si está descalzo, que venga así”.

Acudí a la cita en el antedespacho del comando de campaña del Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), donde había gran cantidad de amigos y periodistas, interesados en ver al presidente electo.

Una vez llegué, ya saliendo del despacho, entro y le entrego al Presidente la lista de los consulados, en la creencia de que cumpliría su promesa. Me dijo: “tú vas para la CDE. Olvídate de consulado, ahí es que yo te quiero peleando como tú sabes pelear, no te vas del país, habla con tu compadre González Fabra”.

El mandatario se marchó, me quedé con el licenciado Fabra, y le dije que eso era un cascarón, que además no sabía quién sería el titular. Ahí iba pasando el que sería nuevo incumbente de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), “Mira, ese flaco que va ahí con el maletín marrón, ese es el ingeniero César Sánchez, ese va a ser el Administrador.

Le dije al licenciado González Fabra que se ahorraran su designación, que yo no la aceptaba. A mucho hablar, le alegaba que trabajábamos como Director de Revistas y Suplementos en el periódico El Siglo y que ganaba un buen dinero.

 “Pero son dos años nada más que tú vas a estar en ese cargo, yo te ayudo con lo que tú quieres”.  En eso quedamos.

Me convenció y me sugirió que podía renunciar del periódico El Siglo, e irme al gobierno. Para mi desgracia.

Osvaldo Santana, que era el director ejecutivo del matutino El Siglo trató de persuadirme, que no renunciara del periódico y que hiciera medio tiempo, le dije que no quería quedar mal en los dos sitios.

“-Bueno tú eres grande, tú eres quien sabe, recuérdate que tú no eres de ese grupo que ganó las elecciones, pero bueno, escribes la renuncia”, me dijo el buen amigo Osvaldo Santana. 

La cuestión es que acepté el cargo de relacionador público de la que pasaría a llamarse Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE). Presenté un plan de trabajo de Relaciones Públicas que nunca se cumplió por las interferencias y la incompatibilidad de carácter con el Administrador, que, aunque llegué a estimarlo, no daba campo para actuar y desarrollar nuevas ideas.

Cada vez que le iba con una iniciativa, venía con otra irrealizable, sin presupuesto y sin el personal que respondiera a sus exigencias. En una ocasión, le dije que renunciaría, porque no necesitaba un relacionista público, si él y algunos de sus colaboradores, querían hacer esas funciones también.

Las diferencias políticas con el licenciado De Camps provocaban discusiones acaloradas con el Administrador y un grupo de asistentes que todo lo aplaudían.

Esas mismas diferencias se agravaron en medio de una situación muy embarazosa que nos reveló un amigo, quien me enteró de algo, para que estuviésemos en conocimiento, y como testigo privilegiado por si acaso algo le pasaba, porque su vida corría peligro. Incluso, en la empresa le pusieron una seguridad privada.

No vacilé en subir al despacho del ingeniero Sánchez a plantearle lo que estaba pasando con ese colega (que me reservo el nombre, por seguridad, aún).  Tal parece que el funcionario conocía los detalles y le dije: “Mire ingeniero, si a ese amigo mío le pasa algo y si esto sucede en este gobierno, ya tengo la embajada donde me voy a asilar, pero en la puerta de esa misión extranjera voy a denunciar al responsable del hecho, si esto pasa”.

El administrador Sánchez se quedó perplejo: “bueno, no va a pasar nada, pero que no jodas…” Le dije: “Bueno, ya le dije, atrévanse”.

En más de una ocasión, pero esta fue muy grave, una de esas prepotentes funcionarias, “pegadas” en el Palacio Nacional, se presentó a la oficina de Relaciones Públicas.

Vi que iban saliendo un camarógrafo y un fotógrafo con la señora en cuestión, dándole ordenes, me sorprendo y le pregunto qué hacían, a dónde van. Me contestan que con esta señora.

Les digo: pueden devolverse y pongan los equipos donde estaban.

Uno de ellos me alegaba la categoría y lo pegada que estaba la funcionaria, y que él iba al servicio. Le dije: “vete y date por cancelado, el gerente aquí soy yo, vete y cuando venga ve a personal a buscar tu cancelación”. Se devolvió.

La dama en cuestión, la esposa de un alto funcionario palaciego y amigo del presidente de turno irrumpió en llantos y tomó el ascensor y subió al quinto piso al despacho del Administrador a denunciarme. 

Como tenía la razón, le dije: “vaya al Palacio, si quiere, pero ese equipo no sale de aquí sin orden mía”.

A pocos momentos, comienza a sonar la extensión de mi Despacho. Noto que se trata del despacho del Administrador, pero no lo tomo.

Luego llaman por la extensión de la secretaria, y la señora Juana Estévez, acude corriendo. “Es el Administrador, que suba urgente.” Le dije: “Tranquila, dígale que subo ahora”.

Nuevamente, suena mi extensión, tomo la llamada y me dice el Administrador: “pero Melton, te estoy llamando, sube a mi Despacho, y le contesto: “Voy ahora”.

A los cinco minutos vuelve y me llama, y le digo: voy ahora. Subo al Despacho, toco la puerta, entro, allí estaba la dama derramada en lágrimas, y con un chisme de todo el tamaño.

Una vez allí, el Administrador me cuestiona y pregunta qué es lo que pasa, Melton.

“Pregúntele a esa dama, si yo he ido algún día a su departamento, de Bienestar Social, ubicado en el Club de la CDEEE, a buscar algún personal sin su permiso, pregúntele.

Y ¿qué pasó?, dice el Administrador.

Le narro la actitud que exhibió y este le dijo: bueno, así no, usted es gerente y él también, no lo vuelva a hacer, aquí hay que respetar, porque el primero que lo hace soy yo”.

Ahí terminó el chisme. 

Otros funcionarios que querían disponer de los periodistas y camarógrafos, sin orden nuestra, me ocasionó un mal ambiente, que resistí hasta mi salida a los tres años del cargo, cuando, forzado, tuve que retirarme a otras funciones en el gobierno.

Se inició la campaña por la reelección del presidente Mejía y como en la primera campaña, coordinábamos un grupo de más de 300 periodistas y camarógrafos, lo que me permitió ganar un prestigio a lo interno de ese gobierno.

En la campaña por la reelección del mandatario, los coordinadores convocaron a una reunión en uno de los salones del Palacio Nacional y me pidieron que llevara mi equipo. No pude convocar ni a 40 de los 300 que controlábamos.

Motivos: en el entorno del mandatario había personas que parecían verdaderos “perros de presa,” que mordían a los descalzos.

En una ocasión, el Colegio de Periodistas (CDP), me pidió intervenir ante el gobierno para la entrega de 18 apartamentos de un proyecto que le había asignado el presidente saliente, doctor Leonel Fernández, y fracasé en mi intento.

Acudí ese 5 de abril, Día del Periodista, al Palacio Nacional, donde el licenciado González Fabra, quien fungía como director general de Relaciones Públicas. Le entregué la lista de los periodistas. Este acudió al Despacho Presidencial. Cuando volvió con la respuesta, el licenciado Fabra me dijo: “Melton, fracasamos”, y me entregó el documento con ese rechazo.

La lista tenía unas palabras en lapicero que decían: “los periodistas no necesitan eso”. El mandatario había puesto este escrito.

No me oían

En más de diez ocasiones, aconsejábamos no hacer determinadas acciones, porque las consecuencias serían fatales para la CDEEE. Se hacían a mi espalda y el fracaso se me quería enrostrar posteriormente.

Es esa situación, aunque trataba de sobrellevarla, era cuesta arriba, pero al ser la cara pública de la institución, mis colegas nunca pensaban que masticaba y tragaba hiel, para no revelar la realidad.

Acordé con la administración retirarnos del cargo para hacer una labor política fuera de la CDEEE. Le pedí que me liquidaran. Me complacieron y en medio de esa salida, uno de sus asesores me armó unas calumnias inadmisibles.

En esa ocasión, me acusaron de “ser protegido de los dueños de las Edes y los españoles de UNION FENOSA y que por eso no pagábamos la energía eléctrica. Esa denuncia falsa fue llevada al “Show del Medio Día”.  Pedí una réplica, me la negaron. No me quedé con esa acusación y demostré con documentos esa falsedad.

 A las pocas semanas cayó en mis manos por parte de un ejecutivo bancario, un documento de alteración de la prima del dólar, para el pago de combustibles que hacia la CDEEE a los generadores, que consistía en que si la prima de la moneda extranjera estaba a 45, se reportaba que estaba a 48. No sé bajo qué mecanismo, perjudicando a la institución y los tres puntos por encima que sobraban eran depositados en una cuenta de uno de los asesores económicos de la CDEEE.

Le llevé la denuncia al Administrador, lo comprobó y sacó de la institución al funcionario. Pero lo nombró en Edesur. Luego supe que ese mismo funcionario negociaba las cuentas millonarias con empresarios, procediendo a borrarlas del sistema y cobrar por esa acción para beneficio propio.

También enteré a la administración de la CDEEE y el funcionario fue cancelado sin mayores detalles, y se nombró a una de las mujeres más serias que había en el área financiera de esa institución.

En el cargo en la CDEEE se me acusó de ser peledeista, debido que me oponía a la cancelación de dos empleadas embarazadas, entre ellas, la esposa de un connotado peledeista, ex funcionario de la JCE, que era directora de Protocolo y cada vez que era amenazada, acudía ante el administrador, el cual solía respetarla.

 La funcionaria tomó licencia pre y post natal, retornó al cargo, y al cumplirse la misma, llegó con la renuncia, y le dije que no tenía que hacerlo, que, si era su decisión, se lo aceptaba, y eso decidió, salir de la institución, pero sin que fuera maltratada.

Una secretaria que encontramos, marginada en la anterior administración, la cancelaban y nunca lo acepté, y esta empleada eficiente, terminó hasta vinculada a nuestra familia, por la responsabilidad y experiencia que   mostraba en su desempeño.

Otra señora embarazada que fue cancelada, la mantuve en su posición de encargada de finanzas y caja chica de Relaciones Públicas. Cumplió sus requisitos laborales, y posteriormente renunció por su decisión. 

Soy tolerante y paciente, pero llegan momentos en los cuales hay que tomar decisiones. Nunca visité el Palacio Nacional y aunque los amigos del PRD, que eran funcionarios, me enrostraban esa actitud, le explicaba que tenía muchas ocupaciones en la institución.

Solo iba a la sede de gobierno a visitar a algún funcionario, cuando el señor Administrador encargaba alguna diligencia institucional.

En una ocasión terminó una reunión en un amplio salón de la Secretaría de Finanzas, al término de esta, el señor Administrador nos delegó que tratáramos un asunto olvidado en el encuentro. Ese ministro, por más que le informaba que quería verlo personalmente, nos despreció. Insistí con su secretaria que era importante lo que trataría, y se negó a recibirme.

La repuesta que le dejé vía la secretaria fue mandarlo donde se merecía. A pesar de que nos mandó a buscar, ya estaba en el parqueo con el vehículo encendido. Le mandé a decir que mientras más pepehachistas son, más desgraciados, y que perderían el poder por prepotentes.

El señor Administrador me esperaba para preguntar por los resultados de la gestión encomendada. Le dije lo sucedido y me dijo: “ahh, pero no fue como él me contó.” Le dije que “ese será de los que les llevaré leche condensada y Marta Morena a Najayo ¿“Y por qué?”, me dijo. Usted sabe, vamos a dejarlo ahí, le dije.

En una ocasión, el administrador da las instrucciones para viajar a Dajabón, para aprovechar la presencia del Presidente Hipólito Mejía en varios actos de entrega de tractores a la Dirección de Comunidades Fronterizas y otras inauguraciones, y aprovechar para en conjunto dejar inauguradas otras de la CDEEE.

Le reparé de inmediato al señor Administrador que esa actividad presidencial se tragarían nuestro acto y que no se debían juntar.

Siguió insistiendo en hacer los actos conjuntos y bajo protesta preparamos nuestro equipo de fotógrafo, camarógrafo y periodista.

En la inauguración se entregaron decenas de tractores, gredars, retrocavadoras, implementos agrícolas, pero, además, inauguraron la sucursal del Banco de Reservas en la zona, tremendo acto.

La inauguración de CDEEE era la instalación de cientos de kilómetros de líneas de transmisión, transformadores, lámparas en todas las poblaciones de la región Noroeste, dígase en Valverde, Mao, Santiago Rodríguez, Dajabón y sus municipios.

 Estas obras, significaban además que los usuarios de energía de Edenorte ya no tendrían que usar elevadores en sus casas, para potenciar el servicio de energía de la CDEEE, pero además, poblaciones que estaban a oscuras, porque las lámparas en los postes de luz parecían lamparitas humeadoras de escasa luminosidad y que en las residencias también pasaba lo mismo.

Por disposición del propio Administrador Sánchez, el acto se realizaría en la Subestación de energía de Dajabón.

Al parecer, el señor Administrador no se había percatado de que esa subestación había sido construida por la administración del ingeniero Radhamés Segura, yo tampoco estaba enterado.

Habíamos enviado el equipo de Protocolo de la CDEEE a organizar el acto en dicha Subestación, siempre en coordinación con la seguridad del Presidente Mejía.

Antes de terminar el acto donde estaba el Presidente Mejía entregando los equipos, salimos para el acto de la CDEEE.

A ese lugar llegó con un grupo de militares, chapaleando, el general De la Cruz Martínez, queriendo corregir, el lugar donde se cortaría la cinta y donde estarían ubicados los funcionarios.

“Quién organizó este acto así? Hay que cambiarlo todo, esto está mal, la Encargada de Protocolo me llamó para no enfrentarlo y le dijo: “debe hablar con el Gerente de Relaciones Públicas, periodista Melton Pineda”.

“¿Dónde está Pineda? Yo soy amigo de él, mírelo allí: “Pineda, esto está mal, hay que cambiarlo todo”, me dijo el general de la PN. 

“Mire general, usted debió haber venido más temprano, eso lo ordené yo en coordinación con la seguridad del Presidente así y ahí es que se va cortar la cinta de inauguración y se va hacer el acto. Váyase a otro lado a mandar. Además, el acto esta al comenzar.”

 Precisamente, llegaron los franqueadores del presidente Hipólito Mejía, el licenciado González Fabra, Director de Relaciones Públicas y ponderó la organización del acto, diciendo: “pero allí era un desorden”.

Se realizó el acto en el lugar y no pasó nada.

Al otro día, tal como lo había evaluado noticiosamente, la información de la entrega de decenas de maquinarias pesadas a la Dirección de Desarrollo Fronterizo copó la primera página de varios diarios escritos, y la información nuestra apenas fue registrada en unos cuatro párrafos. “El mandatario también entregó el anillo de las líneas de transmisión de la CDE por uno costo de casi 500 millones de pesos”.

En la mañana, leyendo la información, me llama el señor Administrador, y me requiere por qué no se reseñó la información nuestra más destacada. Le dije que no teníamos periódico y que son los periodistas quienes deciden la importancia de las noticias, no las oficinas de Relaciones Públicas. Le mostré la nota de prensa y las fotos que enviamos a los medios, pero una información se tragó la otra, como le habíamos advertido.

Pero, además, el señor Administrador nos enrostraba que “esa subestación la construyó la Administración peledeista de Radhamés Segura. Le respondí: “y usted no se recuerda que fue usted mismo que ordenó que ese acto se hiciera en ese lugar”. No argumentó nada más.

Las incontables barbaridades que se dan en los cargos públicos nunca me nublaron la mente. Un militar que me colocaron en la puerta de entrada de la oficina, lo removí a otro lugar y cuando se remodeló el local, pedí que la construyeran en vidrios transparentes. Cuando intentaron ponerle cortinas, las rechacé y dije que yo era la cara de la institución y no tenía por qué estar escondido, ni esconderme a nadie.

Finalmente, una destacada comunicadora de la investigación se dirigía donde el administrador sin la mediación de relaciones públicas. Fue atajada en la entrada. La enviaron a nuestras oficinas, vi el tumulto. Al observar de quién se trataba, facilité las cosas, pero luego dispuse mediante oficio al general encargado de la seguridad de la institución, que no lidiaran con los periodistas y que nos dejaran ese papel. 

Llamamos al administrador, le comunicamos la presencia de la periodista y sus camarógrafos. El Administrador, muy nervioso, nos dijo: no, habla tú con ella, qué es lo que quiere”.

No hicimos caso. Subimos con la periodista y su equipo al quinto piso, al Despacho del Administrador. Todos los asistentes bajo asombro. Tocamos la puerta, abrió, y le dije: “César, mire su amiga, que vino hablar con nosotros”.

La sorpresa fue tal, que el funcionario, con cara de perplejidad, nos brindó café, picaderas y muy solícito, nos decía, qué se les ofrece, Melton, no te vayas… 

Todo discurrió de forma cortés y amable. La periodista agradeció y ponderó: “si todos los relacionistas públicos fueran así, estuviéramos bien”.

 Se marcharon bajo la mirada de varios funcionarios y nada extraño pasó.

A partir de ahí, todo fue un remanso de paz, en la vida rutinaria de la CDEEE.

Melton Pineda
Melton Pineda
Periodista

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